El fútbol mundial nos regala a muchos la posibilidad de conocer grandes estadios, ya sea porque estuvimos ahí, o por la magia de la televisión. Unos enmarcados dentro del tema meramente futbolístico y otros guardarán para siempre en sus pasillos historias nefastas, directamente involucradas con la política y momentos poco dulces de un país.
Hoy quise desviarme un poco de la rigurosidad del tema diario, para que hablemos en una primera parte de este tipo de escenarios. Uno que tiene una historia tremendamente particular es el Nacional de Chile, ubicado en Santiago, su capital.
Construido en 1938, es utilizado desde el lejano 1939 como sede la Roja. Es uno de los inmuebles más importantes del cono sur, al haber albergado la mayor cantidad de partidos de Copa América, más finales de Copa Libertadores (11) y donde más veces se entregó el trofeo al campeón de ese torneo (ocho).
El Coloso de Ñuñoa, como se le conoce por el municipio del mismo nombre, donde descansa la gran mole de concreto, tuvo sus momentos cumbres, como la final de la Copa Mundial de 1962 a nivel mayor y la Sub17 en 1987. Ambas copas organizadas por el país trasandino, en general, ese reducto tuvo que ver con los mejores momentos del balompié chileno en la historia, tanto a nivel de clubes como de selecciones.
El gol más triste de Chile
Pese a que se construyó con motivos meramente deportivos, la política hizo su papel y la dictadura de Augusto Pinochet lo utilizó como casa de un pasaje oscuro en la historia social de ese país.
Tras el golpe de estado al entonces mandatario Salvador Allende, los partidarios fueron encerrados como presos políticos. El estadio Nacional de Santiago se usó para torturas y como cárcel para muchos que simplemente no tenían la misma idea política de Pinochet.
Ahora bien, para el mundial de Alemania 1974 el plantel chileno debía jugar un repechaje contra la Unión Soviética, para decidir cual de los dos seleccionados estaría la Copa del Mundo. El golpe militar se dio dos semanas antes del viaje chileno a suelo europeo, pese a que se declaró ley marcial, finalmente la Roja viajó y sacó un empate sin goles un 26 de setiembre de 1973.
La segunda parte de la historia quedó enmarcada dentro de lo inverosímil e inaudito. La FIFA quiso asegurarse que pese a lo que había pasado, en Chile había seguridad para un deulo de esas características. Envió una comitiva a ver el reducto, bajo un muy informal chequeo aprobó la inspección, mientras en otros sectores las torturas y el modo carcelario pasaban factura. Al saber esto, los soviéticos (amigos de los ideales de Allende) decidieron no presentarse.
Un simbólico gol marcado por Francisco Valdés en un estadio vacío, sin rival al frente y en el marco de una absoluta parodia ,decidió que los chilenos fueron el último llamado a participar en la Copa de 1974.
Aquel gran combinado que debió ser un deleite para el fútbol con Caszelly y Figueroa, terminó siendo un triste recuerdo por culpa de la dictadura. Se calcula que siete mil personas fueron encarceladas y torturadas en el estadio Nacional de Santiago, una triste historia para uno de los templos del fútbol suramericano.