Países con irregularidades sustanciales en las elecciones, donde el gobierno presiona a los partidos de oposición, con un débil Estado de Derecho y en que el Poder Judicial no es plenamente independiente, así describe The Economist al grupo de naciones que categoriza como "regimenes híbridos" en su Índice de Democracia.
Honduras pertenece a ese grupo y las últimas elecciones confirman que la realidad política del país centroamericano es crítica.
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A tres días de la votación (realizada el domingo 26) hay dos candidatos que se proclaman ganadores, se habla de un posible fraude y la conflictividad social sigue en aumento.
Estas son algunas realidades que refleja la elección:
Polarizados
El virtual empate que existe entre el opositor Salvador Nasralla y el presidente Juan Orlando Hernández confirma la polarización que vive el país desde el golpe de Estado de 2009. Por un lado, se encuentra una cúpula política agrupada principalmente en el Partido Nacional y por el otro una serie de movimientos unidos por su oposición a lo que llaman la "dictadura en democracia" promovida durante los gobiernos de Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández. Esa polarización política también se refleja en el ámbito geográfico, ya que los opositores tienen mayor peso en las ciudades y el Partido Nacional en las zonas rurales.
Conflictividad
Nasralla y Hernández ya llamaron a sus seguidores a defender su supuestos triunfos en las calles, situación que anticipa que la violencia política previa se mantendrá.
En la última semana se presentaron al menos cinco homicidios de líderes políticos, hay varios dirigentes bajo amenaza y es claro que los partidos utilizaron sus relaciones formales e informales con las pandillas para entrar a ciertos barrios en busca de votos.
La violencia sigue siendo la norma en las calles y la militarización policial no ha alcanzado los objetivos planteados por el gobierno de Hernández.
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Débil institucionalidad
El Tribunal Supremo Electoral es el nuevo blanco de las críticas —tanto nacionales como internacionales— sobre la débil institucionalidad hondureña. En este caso, se señala la posibilidad de un fraude y las irregularidades abundan. La fiscalía ha recibido al menos 130 denuncias electorales y el clientelismo habría sido recurrente para llevar a las personas a las urnas.
El riesgo de la reelección
¿Tiene Honduras la madurez democrática para manejar la reelección? Todo indica que no.
El país centroamericano vivió un golpe de Estado hace menos de 10 años, la amenaza de amaño está siempre presente y la interpretación de constitucionalidad que le permitió buscar de nuevo la presidencia a Hernández es más que cuestionable.
Además, la reelección podría sumergir a Honduras en una época de caudillos aferrados al poder, cosa que no es extraña en Latinoamérica.
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Pocas soluciones
Ni Nasralla, ni Hernández parecen tener soluciones para los tres grandes problemas que aquejan a Honduras: pobreza (61% de la población es pobre), corrupción e inseguridad (59 homicidios por cada 100.000 habitantes).
El primero centró su campaña en atacar la reelección de Hernández y en promover una Constituyente que, aunque puede ser necesaria, generará una disputa política que aportará poco a los tres problemas mencionados.
Por su parte, Hernández promete continuidad de su programa de policía militar para enfrentar las pandillas y su iniciativa de bonos contra la pobreza. Dos programas que han dado más frutos políticos que mejoras.
Mujeres a la sombra
Otro tema que queda claro en esta elección es el poco peso que se le da a las mujeres en la política hondureña. El Congreso pasará de tener 31 diputadas a 27, mientras que de las 298 alcaldías solo 22 serán dirigidas por mujeres.
Fuentes: BBC Mundo, The Economist, La Prensa, El Heraldo, Público, Estado de la Región, AFP