Pues sí, tal como lo planteamos en la primera parte, siete años dura el amor de pareja. Pero, ¿por qué siete? La antropóloga Helen Fisher ha conducido una serie de investigaciones científicas rigurosamente ejecutadas, las cuales le permitieron, no solo observar la duración, sino hipotetizar el por qué de dicho plazo. El que sea un septenio el tiempo que el amor humano adulto se prolonga tiene que ver, como casi todo en el reino animal, con cuestiones evolutivas.
El cachorro humano nace con toda una serie de fragilidades, las cuales lo obligan a depender de la presencia y cuido de algún otro adulto. Una de dichas carencias se encuentra a nivel cerebral. Al cerebro humano le toma más o menos un septenio -siete años- llegar a un nivel de funcionamiento deseable. La evolución es maravillosa, ¡cómo no sentirnos impresionados! Si la especie humana necesita que sus crías no perezcan, con el fin de asegurar la presencia de dicho ser sobre la tierra, diseñó el modo mediante el cual los cuidadores de este débil ser sienten la necesidad de mantenerse juntos. Con esto, se asegura la sobrevivencia de las nuevas generaciones.
La producción de oxitocina -la cual no es atributo exclusivo de las parejas- se mantiene, de un modo constante, por el plazo requerido hasta que las crías ya no requieran tanto de sus progenitores. “¿Pero cómo?”, piensa alguien. “¿Un chiquito de siete años cómo podría sobrevivir sin sus padres?”. Es un asunto neurológico. Un cerebro que funcione bien tiene muchas más probabilidades de sobrevivir que uno que se encuentre en desarrollo y eso nos toma, como especie, 7 años.
“Ya estuvo bien de ciencia”, podría considerar alguien. “Yo lo que quiero saber es qué tiene que ver todo esto con el amor”. Pues bien, tiene todo que ver. Si una conexión amorosa humana activa un cronómetro biológico en cada uno de los miembros de la pareja, el cual, al recorrer un lapso de siete años, empieza a detenerse, tenemos entonces que intentar responder: ¿Qué hacemos el año 7?. En primer lugar, querría recomendar que no esperen al año 7 para hacer algo. La idea es prevenir -rasgo poco común en muchas personas- dicho evento fisiológico. La oxitocina es una hormona muy accesible, muy dispuesta. El apapacho, la toqueteada, el roce de piel, el besucón travieso, incluso el mensaje de texto sexysón genera dicho químico. Si les interesa esto de cómo mantener vivo el deseo, pueden leer esto que escribí, el cual lleva por título “¿Cómo sostener la emoción en la pareja?”.
Hace un par de años impartía yo un conversatorio sobre el amor y el cerebro al cual me acompañó mi esposa. Cuando discutíamos sobre el influjo de las hormonas en las reacciones amorosas y eróticas, alguien preguntó: “diay, y qué hacemos cuando se cumplan los 7 años?”. Mi esposa intervino de un modo muy acertado: “quizás lo que nos toca”, dijo ella, “es dar a luz nuevos proyectos”. ¿Lo entienden? En tanto pareja, tenemos que asegurarnos que la oxitocina no decaiga. La cena inesperada. El regalito sorpresivo. La nalgadita inapropiada. El viaje no planeado. El cursito de vinos al que siempre quisimos asistir. El besillo a las 3am. El libro que vamos a leer juntos. Todo esto ayudará a mantener la conexión, ya que seguir procreando chiquitos solo le parece una buena idea al Vaticano. Más que buena idea, buen negocio.
Entonces, si sentís la picazón de los siete años y no querés poner en riesgo tu relación, a trabajar sobre los niveles de oxitocina. Si no ha picado, tratá que la picazón no aparezca. Si te pica y no querés hacer nada al respecto, no hagás perder tiempo a tu pareja. Corrés el riesgo, al no hacer nada, en ser recordado como un triste e innecesario sarpullido.
Por otro lado, si tu único proyecto es amar a tu pareja, te tengo una noticia: no tenés proyectos, a no ser que alcanzar el estado de codependencia sea el proyecto sobre el que estás trabajando. Pocos rasgos humanos son tan atractivos como una persona apasionada, segura, deseosa y deseante y, por ende, fácil de desear. La clave de la atracción humana se encuentra relacionada al sentimiento de admiración que nuestra pareja nos genera. Cuando admirás a esa persona, se te ocurrirá algún modo de poner la oxitocina a correr por tu torrente sanguíneo.
Continúen evolucionando y les aseguro que su pareja no va a necesitar pomada contra la picazón. Dejen de crecer y no habrá ni San Ricardo Montaner que evite un dramático y potencialmente doloroso desenlace.
Allan Fernández, psicólogo clínico / 8835-5726 / https://www.facebook.com/psicologoallanfernandez