Tener una cultura de ahorro es la base para lograr nuestros objetivos financieros, ya sea tener suficiente dinero para hacer el viaje de sus sueños, comprar una casa o poder retirarse a temprana edad; sea cual sea su objetivo se debe de ahorrar y ser disciplinado con el monto que se destinará, así como su periodicidad. Tener este hábito es la base para cumplir con los objetivos planteados, pero por sí solo, podría quedarse corto.
Hay otra parte de la ecuación y es igual de importante que el ahorro, la inversión.
A la hora de establecer un monto de sus ingresos o ahorros para destinarlos a la inversión, quizás podría surgir la duda de ¿cuál sería la mejor opción? Esto, debido a que hay un universo de opciones entre las que destacan: recompras, certificados de depósito a plazo, apalancamientos, bonos soberanos, bonos corporativos, acciones, fondos mutuos, ETFs, entre otros. Cada uno de ellos tienen sus ventajas y sus desventajas, el más conveniente para usted dependerá de su perfil como inversionista y de su objetivo de inversión.
Veamos un ejemplo, una pareja cuyas edades rondan los 30 años, acaba de tener su primer hijo y quieren empezar a ahorrar para sus estudios universitarios. Tienen $10,000 ahorrados para una inversión inicial y dado su flujo de ingresos y gastos, pueden invertir $200 adicionales cada mes. En una inversión a 18 años, el mejor aliado del inversionista es el interés compuesto, “la octava maravilla del mundo”, como dijo Albert Einstein. Estos deciden invertir exclusivamente en un ETF (Fondo de inversión administrado de manera pasiva) que sigue el índice SP 500 (500 empresas más grandes que se transan en Estados Unidos), el cual desde hace 80 años ha tenido un crecimiento anual promedio de 10%. A la hora de invertir en acciones, esta sería una estrategia diversificada, la cual consiste en seguir el comportamiento del mercado.
La inversión al cabo de los 18 años (dados estos supuestos) resultaría en $181,188 con un aporte total de capital de $53,200, es decir, gracias al interés compuesto que va generando la inversión, más de 2 tercios del monto final ($127,988) son intereses acumulados, esta proporción va aumentando con el tiempo.
Por otro lado, veamos lo que hubiera pasado con alguien que solo conoce los certificados de depósito que le ofrece su plataforma bancaria y realiza los mismos aportes de capital solo que exclusivamente en certificados. Asumimos que invierte los $10,000 originales en un certificado a 1 año y como no puede capitalizar mensualmente, reinvierte el capital con los intereses más $2,400 que ahorró en ese año ($200 por mes). En este momento las tasas en dólares, en bancos privados, rondan a un año el 2%, pero asumamos que lo hacemos en un momento con tasas más favorables y le asignamos un 4%. En este caso, en esos 18 años la inversión tendría un total de $85,019 generando con esos $53,200 de capital tan solo $31,819 de intereses, aproximadamente una cuarta parte de los intereses acumulados en el caso anterior.
A largo plazo, ambos instrumentos tienen el mismo nivel de riesgo, solo que cada uno tiene un propósito y características diferentes, los certificados son instrumentos de corto plazo mientras que los ETFs son instrumentos de largo plazo.
En los dos escenarios, las personas tenían muy buena disciplina de ahorro y aportaron exactamente el mismo dinero; sin embargo, una generó una riqueza mucho mayor que la otra sin haber tomado más riesgo, simplemente sabía en qué tipo de instrumentos invertir.
Las inversiones son una herramienta que ayuda a alcanzar los objetivos que nos planteamos para la vida, solo hay que tener presente que el mercado ofrece una diversidad de opciones para invertir. Debido a ello, en caso de que uno no tenga claro cuál inversión es más conveniente, lo mejor es buscar el apoyo en asesoría en inversiones, para que pueda sacarle el mayor provecho posible a sus ahorros.