La lesión no avisa, no pide permiso, simplemente llega y nos arruina los planes. Ya sea por una mala técnica, mala suerte o simplemente un mal día de entrenamiento. ¿A quién no le ha pasado? Pero, lo importante no es cómo llegamos a la lesión, sino cómo salimos de ella.
No hablamos de esos dolores repentinos que desaparecen con un buen estiramiento o un día de descanso. No. Hablamos de esos dolores que nos obligan a parar y a volver esos 2 km a casa en un taxi, que nos hacen pensar en ese momento: ¿por qué a mí?
En el territorio de las lesiones, todos compartimos nuestras propias historias. Ya sea una fractura, un desgarro o una contractura, todos hemos pasado por alguna. Pero aquí estamos ahora, listos para explorar cómo sobrevivir a este juego de paciencia y resistencia.
Primero y ante todo, la consulta a un especialista es la puerta de entrada. Y no, no es el apocalipsis. Antes, si le preguntabamos a un médico la respuesta era simple: “Deja de correr”. Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Ahora existen médicos y fisioterapeutas corredores, conscientes de que correr es más que un deporte.
Por supuesto, los corredores experimentados tienen un umbral de tolerancia al dolor que ni siquiera sabíamos que existía. Pero ojo, no subestimemos las señales. Cualquier dolor inusual merece una visita al fisioterapeuta. Mejor perder un día de entrenamiento que complicar una lesión incipiente.
En mi caso, yo prefiero ir a la clínica de fisioterapia, que es mi entrada a la recuperación. Y cuando llega el diagnóstico, comienza el viaje hacia la recuperación. Aquí, la paciencia es la clave: una semana menos en la recuperación podría traducirse en meses de molestias. Y eso, amigos, no es lo que queremos. Recuperarse bien es esencial, y la honestidad con uno mismo y con el fisioterapeuta es el primer paso.
El regreso a nuestras tenis es como un baile lento al que tienes que seguirle el compás. Si antes corríamos 12 km al día y al volver nos duele en el kilómetro 6, pues allí nos quedamos. Poco a poco, sin prisas. Caminar es el termómetro, trotar y caminar para evaluar. Y, claro está, el fisioterapeuta y el entrenador como tus mejores compañeros en este proceso.
Ah, y ¿no les pasa que recordamos esos buenos hábitos que se nos olvidan cuando estamos sanos? Calentar, estirar, hidratarse bien. Si ya estamos haciendo ejercicios funcionales o de fuerza en estas semanas de reposo, no dejemos de hacerlos. Aprendamos de lo que pudo haber salido mal, porque una lesión también es un recordatorio para tomar mejores decisiones.
Cuando pruebas correr una ultra, no quieres dejar de hacerlo, y no quieres correr solo una ultra. No, en mi caso, quiero correr muchas más y disfrutar de fondos de entrenamiento de más de 20 km. Así que estoy respetando mi lesión y mi proceso de recuperación; y uso esa misma fuerza que empleé para entrenar para la Moon Run en este proceso de regreso. Es la primera vez que soy sincera con lo que siento, no me engaño. Al final, todo se trata de algo que amo hacer: correr largas distancias.