Los deportes
No considero tener “una carrera deportiva”, aunque he practicado muchos deportes. Hasta los 14 años, hice equitación, danza moderna y nadé. Luego mi familia se mudó a Holanda, y yo con ellos. Mi vida cambió, me volví una persona sedentaria y fui fumadora hasta los 25.
A los 18 años, tenía una imagen negativa de mi cuerpo, me causaba ansiedad hacer deporte en público.
A los 22, inicié un doctorado en Ecología y me mudé de Inglaterra a Panamá. Este cambio fue un evento crucial para mi desarrollo deportivo.
En Panamá, tuve que hacerme cargo de un proyecto de investigación grande, lo que implicaba manejar una lancha por el Canal y caminar mucho en el bosque tropical con equipo pesado en la espalda. Muchas veces deseé quedarme en la oficina, disfrutando del aire acondicionado y chocolates. Pero un explorador científico no puede darse esos lujos, así que me tocó “apechugar”. El éxito de mi proyecto de doctorado dependía de mi resistencia física; la ciencia siempre ha representado un refugio para mis crisis personales, y no iba a renunciar.
Luego de 3 años, volví a Cambridge a escribir mi tesis. En este tiempo descubrí el remo, fue amor a primera vista. Me di cuenta de que necesitaba ejercicios fuertes para regular mis niveles de estrés y ansiedad.
A los 28 años, me fui a vivir a Umeå, una ciudad al norte de Suecia, rodeada de bosque boreal, y a solo 4 horas del círculo polar. Los inviernos eran oscuros: el sol, que no calentaba, salía a las 9 am y se ocultaba a la 1pm.
En Umeå, los ríos son increíbles, pero están congelados, así que me tuve que despedir de mi primera gran pasión deportiva. Me deprimí mucho, me sentía sin energía, hasta que me di cuenta de que los suecos sí tenían actividades al aire libre: salían a pescar, a esquiar, a andar en snowmobile… Seguro era la estrategia sueca para combatir esa tristeza del otoño-invierno que podría hundirlos. Así que yo también me aventuré, y salí.
Compré una redes de hule con pinchos metálicos que se ponen en los zapatos, y me mandé. Fueron 10 km corriendo. Al principio tenía lástima de mí misma: corría sola en medio de la oscuridad a -13ºC; sufría y LA voz me decía “esto es demasiado, te vas a enfermar, ¿por qué no pruebas otro deporte?”. Con el tiempo la voz desapareció. Aprendí a normalizar la incomodidad.
Durante el verano de ese año, fui a trabajar a Abisko, un parque nacional en el Ártico. La vida en el pueblo de Abisko no es fácil, cuenta solo con 130 habitantes y la soledad pega muy duro. Mi escape y el de mis colegas era hacer actividades al aire libre: esquí de fondo, skimo, patinaje de larga distancia y escalada en roca (en verano) o en hielo (en invierno).
En ese lugar realmente me daban ganas de entrenar fuerte, porque si no sería presa de la soledad y aburrimiento. Me sentía muy segura, salía a caminar sola, a acampar durante varios días sola… Sin preocuparme de que me asalte o me violen, sin esas ideas que constantemente nos meten miedo. Me liberé de todas las inseguridades. Descubrí el trail running, leí sobre correr descalza y hasta intenté “ir creando adaptaciones en mi cuerpo”.
A los 33 años, después de casi 5 años en Suecia, regresé a Costa Rica, conocí a Felipe Guardia y Karina Fernández y empecé a correr. Mi primera carrera fue en Puriscal, una carrera de relevos, luego siguió Chirripó, Rincón de la Vieja… El 2018, corrí y terminé la Leadville en Colorado, las 100 millas que marcaron mi vida deportiva.
Mi cuerpo cambió para siempre después de esta carrera, mi metabolismo se aceleró para siempre (aunque no sé si la comunidad científica podría reconocer esto como posible). Me costó mucho terminar, llegué 20 minutos antes del tiempo de corte, tuve problemas gastrointestinales, se me hincharon las manos; pero quién le importaba: sentir la euforia de saber que mi cuerpo podía desplazarse a través de tantas millas y de manera tan “sencilla me cambió, me creó una confianza en mí misma que nadie me va a quitar. Ahora entreno con Pablo Ureña para correr la Ouray 100, ya estoy inscrita y empieza el 30 de julio del 2021, tendré 52 horas para completarla.
Ultra Chispero
Me enteré de la Ultra Chispero por Felipe Guardia, ya había visto la primera edición y cuando vi que anunciaron esta segunda, me apunté.
Realmente no esperaba ganar. Nunca antes había ganado una competencia. Sin embargo, sabía que en un formato como este tal vez no ganarían las personas más rápidas, sino las más resistentes física y mentalmente: son muchas horas dando vueltas en un solo loop; pero se disfrutó más que jalar sacos de fertilizantes en un camino embarrialado, usando botas de hule, en un ambiente súper húmedo, con una nube de zancudos alrededor de mi cabeza y sufriendo escozor en la espalda llena de salpullido (y sin poder rascarme) luego de mi encuentro con una planta a la que llaman pica pica. Sí, correr 6.7 km en las calles de Escazú, una y otra y otra vez fue muy difícil, pero al menos no había bichos.
Mi estrategia fue sencilla: me diseñé un protocolo de hidratación y alimentación y lo seguí disciplinadamente. Planeé cada vuelta en 50 minutos, ni más rápido, ni más lento. Me relajé y disfruté de la compañía de la gente que estaba allí. Tanto tiempo corriendo sola y saber que había un spot con gente, y personas siguiente el evento a través de la Internet, animándome fue emocionante.
Trabajo
Soy, ecóloga ecosistémica, ¿que qué es? Estudio la interacción entre los organismos y su medio ambiente, pero no me enfoco en organismos individuales (una especie de planta o animal) sino en ecosistemas enteros (un páramo, un bosque tropical). Busco respuestas para ¿Cómo funciona este bosque? ¿Cómo es que los bosques tropicales crecen tanto si los suelos sobre los cuales están en teoría son infértiles? ¿Cómo es que el cambio climático va modificar nuestros ecosistemas costarricenses? ¿Será que el páramo de lugares como Chirripó y Cerro de la Muerte van a desaparecer y se convertirán en bosques de roble?
Actualmente, trabajo en dos proyectos: uno en la reserva forestal de Universidad EARTH en Guácimo, Limón; en el que queremos entender cuál es el papel de los nutrientes en el funcionamiento del bosque. Y el otro, es en el Parque Nacional Chirripó, donde estudiamos cómo responde este ambiente al cambio climático.
En ambos proyectos debo caminar mucho, jalar cosas muy pesadas, hacer trabajos manuales y de resistencia. Para mí está bien, porque para entender algunas cosas, ya sea científicas o de ejercicio físico, hay que dedicarle tiempo a cosas que parecen tontas o mecánicas: de pronto, a una se le prende el bombillo, y se da cuenta de que resolvió el problema de trabajo o que ya tiene fuerzón y resistencias por andar jalando chunches.
El patriarcado y el deporte
Soy feminista, el feminismo es una promesa de poder llegar un día a vivir una vida más plena, sin tener que andar capeándonos obstáculos constantemente, sin tener que andar trabajando el doble para que nuestros esfuerzos y competencias sean calificadas de “equivalentes” a las de un hombre, sin sentir que somos “demasiado” de todo, demasiado intensas, competitivas, nerdas, intimidantes, femeninas, masculinas, santas, zorras.
“Feminismo” es una palabra muy cargada y que en nuestro país aún tiene una connotación súper negativa. Sin embargo, muchas de las libertades de las cuales disfrutamos hoy en día las mujeres (votar, manejar, trabajar, tener una cuenta de banco propia, competir en carreras deportivas) se lo debemos al feminismo.
El feminismo es un conjunto de movimientos políticos, sociales, culturales y económicos cuyo objetivo es la búsqueda de igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El feminismo lucha contra el patriarcado, que es a su vez es toda forma de organización social cuya autoridad la tiene el hombre o el sexo masculino. El patriarcado incluye tanto hombres como mujeres. Se le dice feminismo y no humanismo, porque se reconoce que actualmente el poder está concentrado en los hombres, y las mujeres estamos en desventaja.
El patriarcado aplica por igual al mundo deportivo. Veo que hay dos limitantes importantes: el tiempo y el recurso económico.
Las mujeres muchas veces no tienen tiempo para ellas mismas, porque tienen que hacer su trabajo remunerado y también encargarse de las tareas del hogar y la crianza de los hijos, que es como otro tiempo completo. Luego está el dinero, hacer deporte cuesta dinero, aunque sea un deporte “barato” como correr. Y existen diferencias entre las remuneraciones salariales entre hombres y mujeres.
Existen otras manifestaciones del patriarcado: cuando nos impiden participar en competencias: Katherine Switzer, la primera mujer que participó en una maratón importante, la de Boston, en 1967, la hizo de “mojada”; sin embargo, los hombres corren maratones desde las Olimpiadas de 1896. Estamos en 2020, y aún no podemos participar en el Tour de Francia ni en el Giro de Italia.
Incluso así hay mujeres que rompen esquemas y participan en otras carreras de ciclismo más rudas: la alemana Fiona Kolbinger, en ese entonces, estudiante de medicina de 24 años, ganó la Transcontinental Race.
Otro ejemplo es la británica Jasmin Paris, en 2019, no solo ganó la general dela Spine Race, una carrera de trail de 431 km en Inglaterra, también impuso un nuevo récord general de la carrera. Todo esto teniendo que parar en los puestos de asistencia para sacarse leche porque tenía una hija de menos de 1 año esperándola en la meta.
La sociedad nos hereda un legado de inseguridad terrible, y no nos permite olvidar ni por un segundo de que somos “mujeres haciendo deporte”; pero cuando nos damos cuenta de que ese límite es más mental que físico, podemos llegar muy lejos; solo tenemos que entrenar muy duro.