No hay nada más inglés que el té. Eso lo sabía desde antes de venir a estas tierras, pero es que en serio no es solo publicidad atribuida a la corona. El té está presente en cada rincón y en cada momento.
En lo personal amo el tea break. Es un receso a eso de las 11 a.m. para tomar nada más y nada menos que una taza de té con leche, eso sí debe ser negro tan fuerte como el café y apenas un chorrito de leche, si se puede de almendras. ¡Ah... y sin azúcar!
Más que la simple bebida, el té representa un espacio necesario para compartir, hacer una pausa en la dura jornada y seguir adelante. Para muchos es como una inyección de energía.
Tiene la capacidad de calmar ánimos en medio del caos y el estrés, al mismo tiempo que consuela en los momentos de tristeza. Nunca falta en las tardes de amigas, la excusa perfecta para sentarse a conversar un rato de la vida.
El tea break en Ruskin Mill (el colegio en el que estoy haciendo mi voluntariado) va más allá de la bebida. Rara vez faltan las galletas dulces, las tostadas, la mantequilla de maní, jalea y crujientes de arroz o maíz. Es más por esos complementos que muchos hemos sacado un par de kilos de más, pero es inevitable no dejarse seducir por ellos.
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Se dice que los británicos consumen más de 165 millones de tazas de té por día, una cantidad bastante significativa si se toma en cuenta que la producción de esta planta no se da precisamente en ese país.
“Vamos a tomar el té”, también se convirtió en una expresión utilizada para invitar amigos a la casa en las tardes noches para cenar, con el pequeño detalle de que no se toma té.
El té inglés normalmente son de los tipos Earl Grey, aromatizado con bergamota, el Derjeeling o el Ceylan. La fuerza dependerá del gusto y de la calidad de las hojas.
En las citas formales la hora del té se acompaña de pequeños emparedados de pepino, huevo, salmón, queso y tomate, entre otros. Y obviamente la parte dulce no puede faltar con pasteles de nueces o café.
El lugar más tradicional en el que he tomado el té ha sido en Sally Lunns, una pequeña casa que abrió sus puertas en 1680 y parece que no ha cambiado desde entonces. Ubicada en la ciudad de Bath England, es famoso por su pan Sally Lunn bun (una mezcla entre queque y pan) que suele ser acompañado de crema coagulada, mermelada y mantequilla.
En definitiva esta es una de esas tradiciones inglesas de las que me enamoré. Que vengan más ratos de té, tardes con amigos y excusas para compartir.