Miembros del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos hablaban unos días antes de las elecciones sobre la posibilidad de que un “hackeo de percepción” pública ponga en duda la validez de los votos y cause una crisis constitucional.
Es un objetivo que el presidente Trump y sus allegados están intentando lograr usando información falsa y teorías de conspiración.
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Conforme el conteo de votos en estados clave confirma que Joe Biden será el próximo presidente, Trump intenta presentar aspectos normales del proceso como irregulares para generar la impresión de que hay fraude.
La desinformación ha incluido desde videos falsos sobre supuesta manipulación de papeletas hasta conjeturas completamente infundadas sobre por qué los votos enviados por correo tienden a favorecer a Biden – lo cual se debe a que durante meses Trump pidió a sus simpatizantes no votar por correo.
Las falsedades han llegado a tal nivel que las redes sociales y muchos medios de noticias estadounidenses cambiaron la posición que tuvieron por años de darle micrófono libre a Trump aunque mintiera, solo por ser el presidente del país.
Sin embargo, el daño está hecho. Desde su primera campaña electoral, los seguidores de Trump se han acostumbrando a escuchar y creer mentiras cada vez más fantásticas. Estas, además, son repetidas en iglesias a lo largo del país así como en prensa y redes sociales de extrema derecha.
El resultado es que, sin que exista fraude y con base en información inventada, una parte significativa del electorado está perdiendo la confianza en un sistema electoral construido durante siglos de respeto a la voluntad de la ciudadanía.
Si Trump logrará que sus seguidores se lancen a las calles en apoyo a sus falsas acusaciones de fraude y si la violencia le serviría de algo es algo que veremos en las próximas semanas, pero el caso sirve como una advertencia clara para Costa Rica.
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La desinformación hace eco en Costa Rica
Las mismas teorías de conspiración y discursos de extrema derecha creados en beneficio de Trump han ido ganando espacio entre ciertos sectores del electorado costarricense.
Muestra de ello son personas que se observan en redes sociales ticas repitiendo las afirmaciones de Trump, aunque ni siquiera entienden cómo funciona el sistema electoral de ese país.
Peor aún, las mismas teorías de conspiración y desinformación se observan con más fuerza entre simpatizantes de grupos que han amenazado la estabilidad e institucionalidad nacional. También se observan entre seguidores de partidos políticos religiosos.
Ya en las elecciones de 2018 simpatizantes anónimos del partido religioso que llegó a segunda ronda diseminaron información falsa con el objetivo de poner en duda la integridad de las elecciones.
En esa ocasión, los representantes del partido rechazaron la desinformación pero, tal y como el caso de EE.UU. muestra, que un político oportunista aproveche una oportunidad de esas es algo que puede pasar en cualquier país, sobre todo en contextos de alta polarización.
La intervención de algunas iglesias y líderes religiosos en normalizar la retórica conservadora extrema y los datos falsos es otro factor que debe estudiarse con detenimiento hacia las próximas elecciones.
En el caso de EE.UU., solo horas después de que Trump habló de fraude al conocer los resultados iniciales, medios y evangelistas cristianos empezaron a repetir las acusaciones sin fundamento.
Por ejemplo, uno dijo haber hablado con Dios y que este le confirmó el gane de Trump, por lo que cualquier otro resultado sería un fraude. Otros hicieron oraciones para impedir que el “anti Cristo” le “robe” la elección a Trump.
Aunque es fácil descalificar a ese tipo de figuras como charlatanes, la realidad es que muchos ejercen influencia en grandes audiencias de votantes y saben cómo instrumentalizarla con fines políticos.
Un ejemplo claro en Latinoamérica ocurrió en Bolivia.
Durante los días previos a que grupos de derecha tomaran la Presidencia por la fuerza y con Biblia en mano, algunos pastores dijeron en su prédica que Dios les había anunciado que se acercaban cambios políticos acelerados.
De esa forma prepararon a la gente para que no vieran la toma de la Presidencia como una acción anti-democrática sino simplemente como el plan de Dios.
A juzgar por la popularidad que la retórica anti-democrática ha ido ganando en el país – como ha quedado en evidencia en redes sociales en contextos como el de recientes bloqueos, ataques y amenazas del grupo Rescate Nacional – es claro que en Costa Rica hay cada vez más terreno fértil para un “hackeo de percepción” como el que estamos viendo desarrollarse en EE.UU.
Lo que no es tan claro es quiénes están poniendo atención a estos cambios cualitativos importantes y con qué fin.