Iglesias de diferentes denominaciones se han unido a los llamados para vacunarse y algunas incluso han prestado sus instalaciones para ayudar a acelerar la vacunación en sus comunidades.
Sin embargo, las autoridades de salud han notado que el rechazo a las vacunas se concentra en ciertas zonas del país y ello en parte se debe a desinformación religiosa.
Las razones que dan quienes rechazan vacunas son diversas. Incluyen teorías de conspiración descabelladas (por ejemplo, que un chip en la vacuna se activaría y mataría a la gente en junio pasado o que cambia el ADN), pero también explicaciones de corte religioso (como que el pastor “prohibió” vacunarse, la vacuna es la “marca de la bestia” o si se vacunan no pueden volver a la iglesia).
Combatir la desinformación siempre es difícil debido a procesos psicológicos de los seres humanos, como el efecto de la “verdad ilusoria” (creer que algo es cierto solo porque se escucha varias veces) o la tendencia a creerle a personas conocidas aunque otras sepan más.
Pero combatir la desinformación religiosa es más complicado, puesto que las creencias van más allá de la evidencia o la ausencia de esta.
Desmontar desinformación religiosa en algunos casos puede requerir conocimiento teológico y en otros desafiar la noción de autoridad supuestamente incuestionable de la figura central de una iglesia.
Las personas víctimas de desinformación religiosa no analizan los datos por sus méritos sino por quién se los entrega y la relación que tienen con esa persona: Algunas personas ven al pastor o sacerdote como una guía para identificar el ruido “mundano” que deben ignorar, mientras otras lo ven hasta como un “vocero de Dios”.
Durante una pandemia, estas personas pueden volverse aún más vulnerables porque tienen menos oportunidades de interactuar fuera de sus círculos religiosos y reaccionan a las contradicciones informativas aferrándose con mayor fuerza a lo que dice su iglesia. El resultado pueden ser posiciones radicales.
En el caso de covid-19, esas posiciones extremas se convierten en un problema de salud pública con consecuencias serias como el contagio e incluso muerte de terceras personas, así como la prolongación de una pandemia con costos económicos devastadores para la sociedad.
Aunque no hay soluciones perfectas ni que funcionen en todos los casos, resulta útil observar cómo se le ha hecho frente a la desinformación religiosa en otros lugares.
Soluciones a la medida
En el Reino Unido, contra el rechazo a la vacuna en las comunidades musulmanas se utilizó una mezcla de chequeo de datos y criterios de expertos, los cuales fueron comunicados - a veces familia por familia - con ayuda de figuras religiosas de esos lugares.
Ese esfuerzo requirió no solo entregar información, sino además responder preguntas de forma detallada, las cuales en ocasiones involucraban argumentos de corte religioso.
En Israel, en donde los sectores ortodoxos se negaban a vacunarse, una de las estrategias utilizadas fue enviar expertos de alto nivel a conversar durante horas y responder dudas de los líderes religiosos, quienes podían mover a la gente en un sentido o el otro.
En paralelo se tomaron otras medidas, como cubrir afiches antivacunas con información a favor de las vacunas. También difundieron los testimonios de personas de la comunidad que tras contraer el virus cambiaron de posición.
Utilizar figuras religiosas tiene la desventaja de que la aceptación de la ciencia queda condicionada al visto bueno de una figura religiosa, pero en lo inmediato puede ayudar a evitar muertes. En el largo plazo, no hay duda de que se debe trabajar en una mejor educación pública para prevenir este tipo de situaciones.
En Costa Rica, personal de la CCSS parece ir en la dirección correcta con la entrega de material informativo en las comunidades y en redes sociales. En algunos casos también se reúnen con figuras religiosas.
No obstante, conforme aumente la disponibilidad de la vacuna en el país, es indispensable identificar de forma más precisa no solo las comunidades sino incluso las iglesias y líderes religiosos específicos que promueven desinformación y elaborar estrategias a la medida.
No solo estamos ante una pandemia sino también una infodemia y ambas avanzan (o retroceden) de la mano.