WhatsApp insiste en que es un servicio de mensajería personal y se niega a aceptar la realidad de que en la práctica también ha empezado a cumplir el papel de un medio de difusión masiva – en muchos casos de desinformación, noticias falsas y teorías conspirativas que pueden incidir en resultados electorales.
Esa negativa por parte de Facebook, la empresa dueña de la aplicación, es importante por una razón: De ella depende qué tipo de funcionalidades ofrece y quiénes pueden aprovecharlas.
Por ejemplo, al ser supuestamente solo para mensajería personal, la aplicación pone numerosas trabas al envío masivo de noticias e información, así como a agregar suscriptores en grandes cantidades. Esto dificulta que actores como la prensa y las autoridades electorales puedan enviar información real de forma masiva y oportuna para contrarrestar la desinformación electoral que se hace viral rápidamente al calor de una campaña política.
A ello se suma el problema de las “inundaciones”, que ocurren cuando un medio noticioso es inundado por mensajes de sus usuarios y estos hacen que la aplicación se caiga, a veces durante días. Esto ocurrió con la aplicación del diario Folha do Brasil durante las elecciones del 2018 en ese país, según un estudio reciente del International Center for Journalists.
Esas trabas, sin embargo, no limitan a empresas contratadas para diseminar información falsa contra un candidato opositor puesto que no respetan las reglas de la plataforma ni son detenidas por esta, o al menos no a tiempo.
En la campaña electoral brasileña, se detectó el uso de herramientas de datos que permiten obtener números telefónicos de personas en Facebook con datos como ubicación, sexo, etc. a un ritmo de mil por minuto y enviar hasta 300 mil mensajes a la vez.
Así, por ejemplo, empresas contratadas para promover a Bolsonaro crearon grupos de WhatsApp y agregaron a miles de personas sin su consentimiento. Las empresas escondían sus verdaderas intenciones poniendo a los grupos nombres como “Terminemos la corrupción en esta elección” u otros relacionados a temas de interés de las personas que agregaban a los grupos o sus comunidades.
“Dentro del grupo de WhatsApp, poníamos a dos o tres de nuestros profesionales, quienes empezaban a postear contenido favorable a nuestra posición y a iniciar debates”, según dijo uno de ellos a la BBC. La dinámica se repetía con cientos de grupos manejados por diferentes empresas.
“(Cuatro individuos) enviaban docenas de memes y videos contra el Partido de los Trabajadores (contrario a Bolsonaro) cada día”, dijo un estudiante universitario que fue agregado a tres de esos grupos. Otra gente luego empezaba a enviar contenido similar en el grupo.
Este incluía cosas como fotos alteradas para mostrar a los miembros de un partido político celebrando la Revolución Cubana con Fidel Castro, audios manipulados para presentar erróneamente las propuestas de un candidato presidencial y falsos chequeos de datos para desacreditar noticias verdaderas.
En su momento, WhatsApp indicó que no podía hacer cambios antes del día de la votación en Brasil. Más recientemente, ha informado sobre la eliminación de miles de cuentas sospechosas así como el emprendimiento de medidas legales para impedir que empresas como las ya mencionadas puedan enviar mensajes masivos.
No obstante, como la información se envía de forma encriptada, lo cierto es que WhatsApp no puede filtrar mensajes y reaccionar de forma oportuna, como lo hacen otras plataformas sociales. Además, algo que ha caracterizado a las empresas e individuos que se dedican a promover desinformación es su afán por probar constantemente nuevas formas de aprovecharse de las plataformas tecnológicas, aún a riesgo de violar leyes electorales.
Esto sugiere que seguiremos viendo a operadores políticos aprovechar las vulnerabilidades de WhatsApp mientras esta limita la capacidad de reacción de la prensa y las autoridades electorales, al menos hasta tanto Facebook no empiece a ver esa aplicación como el medio de difusión masiva en el que se ha convertido y, sobre todo, hasta que no empiece a tomar una actitud proactiva.
Mientras ello no ocurra, WhatsApp seguirá funcionado como un viejo Oeste de la desinformación en donde no hay ley que valga y quien dispara primero tiene más posibilidades de ganar.