Fui a una cafetería y restaurante en Curridabat que ofrece 16 sabores de cannoli en presentaciones simple o con cubierta de chocolate oscuro. Beber café o té fue toda una experiencia para el paladar.
Cuatro escenarios me permitieron formar la historia familiar detrás de La Góndola di Freer (fre-er, así, a lo tico), un sitio tan acogedor que ha llegado a ser una empresa declarada como turística por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT).
Una pincelada en cinco fotos:
Escenario #1: Ficción por un cannolo.
Un gondolero de Venecia remó tanto que dejó atrás esa laguna y se enrumbó por el mar Adriático para bordear la suela de la bota italiana. Unos 1.200 kilómetros.
Exhausto y casi sin energía, llegó a Sicilia. Pidió el antojo que motivó su odisea: un sabroso cannolo (singular) de la isla que también vio crecer a la temida Cosa Nostra con el negocio de los limones.
Luego de deleitar su paladar, ordenó muchísimos cannoli (plural) para llevar a su familia y comercializar en la región de Véneto.
Así es como imaginé La Góndola di Freer, con una mezcla de conceptos entre el postre de Sicilia y las típicas góndolas de Venecia.
Escenario #2: La idea vino de Irlanda.
Milena, una joven publicista tica que vivió recientemente un año en el país vecino del Reino Unido, admiró cómo una cafetería italiana en Dublín atraía a los comensales con los postres que —en el pasado— acostumbraban hornear alrededor de una ‘canna’ (caña), en un proceso similar al transilvano “kürtős kalács”.
Pero, ¿quiénes horneaban? Pues, los árabes sunitas (mayoría) del Emirato de Sicilia, un Estado islámico medieval durante los años 965 y 1072 d. C.
Luego de recibir en Europa a algunos miembros de su familia, darse un pequeño paseo y de deleitarse con el producto, la costarricense regresó a su amada tierra para plantear la opción de negocio junto a sus seres queridos y visualizarse como la opción número uno de cannoli en Costa Rica.
Disfrute este video:
Escenario #3: ¿Es Medicina lo que lo hacía feliz?
Óscar, hermano mayor de Milena, trabajaba como médico en un hospital de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).
Durante ocho años, acostumbraba visitar una cafetería cercana al centro de salud para beber el preciado líquido.
Lo hacía junto a otros de sus colegas a las 2:00 p. m. en un acto casi ritual para mantenerse despiertos.
Un día, haciendo fila para comprar café, se preguntó qué hacía de ese lado de la caja cobradora, ¿por qué no ser la persona que lo preparaba y vendía?
Así nació su espíritu barista-emprendedor y su progresiva decisión de abandonar la Medicina en un probable 90% de su tiempo actual.
Escenario #4: ¿Para qué descansar?
La señora Julia Freer estaba por pensionarse, queriendo disfrutar su esfuerzo de décadas al servicio de los pacientes que le llegaban enfermos.
Llevaba más de media vida como orgullosa cocinera estrella de la casa y mamá de Óscar, Paola (educadora física en Guanacaste) y Milena.
Sin embargo, veía cómo la menor y el mayor de sus hijos se motivaban con la idea de ofrecer ‘canolos’ sicilianos tropicalizados. El de piña fue el relleno para setiembre. Hay que ver cuál sabor particular ofrecerán en octubre.
Con su esposo de apellido Alvarado, decidió apoyarlos económica y moralmente. No había llegado su pensión y ya se estaba formando como chef.
Escenario final: Unir talentos, remar parejo.
Poco después de su jubilación, Julia se amarró las mangas y le dio rienda suelta a las ollas y sartenes. Replica pastas de toda una vida y le agrega conocimientos de su estudio en Cocina.
El joven galeno renunció por otra pasión más grande: el barismo y el servicio al cliente. En esta ocasión, receta bebidas y alimentos bajo estrictas normas de calidad, orden y limpieza.
Milena es la directora de orquesta. ¿Qué no hace? Su misión principal es que la gente asocie este postre isleño con su local familiar y que los comensales se sientan en un ambiente único y relajado. También es barista.
Escenario extra: Mi percepción, mis visitas.
Cuando ingresé por primera vez, me pregunté por qué el sitio era tan bonito, tan chiva.
Óscar, ahora vegetariano, me recomendó los espaguetis favoritos de doña Julia: los tomate con queso. ¡En medio de lo simple: una delicia!
Probé la mitad de cinco cannoli con rellenos variados: siciliano, chocomenta, naranja, mora y chocolate. Los acompañé con un café negro sin azúcar. Con el primer sorbo, comprendí que estos hermanos se pulieron con el asunto del barismo.
Otro día pasé, consumí un cannolo con cubierta de chocolate oscuro y un relleno de maracuyá que combinó muy bien con una señora flor de té verde.
Esa infusión, más que un líquido caliente para acompañar, se trató de una admirable expresión artística de sabor suave.
La Góndola ha generado muchos encadenamientos con pequeños productores nacionales.
Destacan cervezas de Tres Ríos y Heredia, café de Tarrazú, 14 tipos de infusiones con sus diferentes mezclas, así como dulces conservas que un estudiante de Cocina inició junto a su madre.
Esas últimas las probé y quedé tan convencido que compré dos: la de manzana y la de frutos rojos-vino tinto, aunque la de kiwi tenía un ligero ‘crunch’ al triturarla con las muelas:
La Góndola de Freer está frente a la Pops de Curridabat, aplica un 15% de descuento a suscriptores de La Nación que sean tarjetahabientes del Club Nación.
Los precios de los platos principales rondan los 5 mil colones.
FIN
En Instagram acostumbro subir fotos y videos relacionados con comida, árboles, animales, deportes y naturaleza. Algunas de ellas terminan convirtiéndose en publicaciones de este blog.
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