Fui a Ronny’s Place a quitarme un antojo de ceviche y no fue sino hasta casi terminármelo que alcé la mirada para darme cuenta que tenía el océano Pacífico allá abajo.
En el siguiente video le resumo parte del paseo que desembocó en la intensa búsqueda de un lugar para comer rico, a buen precio —5 mil colones el promedio— y que todo lo demás fuera ganancia.
Video:
¡Qué vista tan majestuosa! Tanto la comida como la atención al cliente estuvieron excelentes. Google se ganó otra medalla.
La entrada fría me gustó mucho.
—Por favor, tráigame un arroz con camarones, le dije al salonero, ya que el ceviche me abrió las boquillas para quedarme…
—¿Le llevo el menú, nuevamente?, me dijo el amable trabajador.
Algo desganado, le asentí con la cabeza, como si después del arroz hubiera tenido estómago para seguir comiendo.
¡Hace hambre en Quepos!
Pero, ¿por qué tanto apetito en este turístico y concurrido cantón? Le cuento rápidamente el paseo del que le di una pincelada en el video anterior.
Luego de una caminata de dos horas por los senderos que llevan a Punta Catedral, llegó el momento de comer y disfrutar de la arena y el sol.
Mejor dicho: de la arena, de la sombra de un árbol —jamás del tóxico manzanillo— y de las pocas reservas alimenticias que salían del salveque.
Cansancio, agua, frutas picadas y paños extendidos sobre la arena hacían de aquella sombra una suite presidencial mejor que cualquier cinco estrellas del planeta.
Eso creía al inicio. La cantidad de fruta no recompensó mi gasto energético y es que no investigué en detalle qué tipo de comida podía ingresar al Parque Nacional Manuel Antonio.
Según el sitio web del Sinac, nadie debería ingresar alimentos, pero lo cierto es que sí se puede llevar fruta picada, atún vaciado en un tarrito de plástico y agua o bebidas no alcohólicas.
Digamos que la papaya y la sandía me engañaron durante un par de horas más para admirar el entorno con una modesta sonrisa y una vista relajada por los anteojos oscuros.
¡Ah, qué hermosos monos cariblancos! Jugaban a aprovechar el descuido de los turistas para tomar prestados teléfonos celulares y jugar con ellos en la selva. Robar comida era como respirar.
Una verdad a sangre fría también robó la inocencia de muchos.
Una culebra verde y una ranita pálida salieron de la jungla y pasaron a escasos centímetros de mi posada con el fin de disfrutar sus cinco minutos de recreo.
Aquella carrera de velocidad me despertó y levantó del paño-cama. Me restregué los ojos para enfocar y distinguir al ganador del ‘pique’ que tenía por meta la línea divisoria entre el mar y la arena.
Me acerqué. ¡Qué linda escena! El reptil besó al anfibio que reía a carcajadas cada vez a menor intensidad, por lo que empezaba a presagiar.
Finalmente, ese último se introdujo en el largo cuerpo de la que fuera su amiga. Decenas de turistas nacionales y extranjeros se acercaron hacia nosotros para ver en vivo aquel capítulo digno de Life in Cold Blood.
La voz de David Attenborough parecía estar describiendo en altoparlantes el festín de la serpiente y la desdicha de la finada ranilla.
Así es la vida en el “Parque Recreativo Nacional Playas de Manuel Antonio”. Todos teníamos hambre y, a partir de ese momento, entendí el rugir de la naturaleza y de mi estómago.
Por ese motivo, muchas horas después, en la tarde, quería darme un gran banquete que terminó en una búsqueda en Google bajo los términos “ceviche en Manuel Antonio”. Ronny’s Place, Barba Roja, Emilio’s Café, El Arado, Tule Cafe y otros más fueron parte de la lista a escoger.
Le muestro algunas imágenes:
Fotos:
Pasear y comer rico siempre será muy provechoso. Por esa razón, le recomiendo el artículo “Restaurante escondido con vista al Valle de Orosi que también es hotel y destaca por sus carnes y pizzas". Algo más cercano si usted vive en la Gran Área Metropolitana.
Fin.
En Instagram acostumbro subir fotos y videos relacionados con comida, árboles, animales, deportes y naturaleza. Algunas de ellas terminan convirtiéndose en publicaciones de este blog.
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