Hola. Iniciamos el repaso internacional con la selección de dos noticias muy importantes en la actual semana. Por un lado, en El Salvador ocurrió lo esperado: los partidos afines al presidente Nayib Bukele consiguieron una contundente victoria en las elecciones legislativas y municipales.
El otro hecho de gran trascendencia tuvo un escenario a muchos miles de kilómetros de aquí, propiamente en Arabia Saudí. Pero tampoco fue sorpresa, sino otra confirmación: el príncipe heredero, Mohammed bin Salmán, fue el artífice y responsable intelectual y político del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, que ocurrió en el 2018.
Sin más preámbulo, entramos en materia.
Todo al ganador
Todavía no hay números claros en el país centroamericanos sobre cómo quedarán distribuidas las 84 bancas de la Asamblea Legislativa que principiará labores el 1.° de mayo. De lo que sí hay certeza es que el partido Nuevas Ideas (NI), fundado por Bukele, y su socio, la Gran Alianza Nacional (GANA), se quedarán con la mayor porción del pastel. Tanto así que se da por descontado que muy posiblemente (lo escribimos así, aunque la apuesta por la afirmación no es riesgosa) tendrán mayoría calificada (al menos 56 diputados).
Y, con un escenario así, Bukele tendrá la posibilidad de maniobrar sin tener que negociar con otras fuerzas, lo que tanto ha añorado desde que llegó a la presidencia, en junio del 2019. Es decir, impulsar la legislación que desee y, a la vez, colocar sus piezas en puestos clave como las magistraturas de la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General, la Contraloría de Cuentas y la Procuraduría de Derechos Humanos. Con todas estas instituciones, el mandatario ha tenido choques y se ha sentido incómodo.
La concentración de poder tiene funestos precedentes en Latinoamérica -El Salvador no es la excepción- y no es cuestión solo de pretérito, sigue viva. En el patio centroamericano, Daniel Ortega volvió al poder en el 2007 para iniciar el desmantelamiento de contrapesos para detentar hoy un poder omnímodo..
Cruce el río Coco y en Honduras hallará un presidente -Juan Orlando Hernández- que, como Ortega, se reeligió en comicios fraudulentos y que cuenta con el favor del Poder Judicial y del Congreso. Al igual que con Bukele, los militares se alinean con Ortega y Hernández. Estamos en la Centroamérica del siglo XXI, la del bicentenario de su independencia.
A Nayib Bukele se le señalan tendencias autoritarias, que él niega, pero hay hechos que apuntan a esa conducta:
* El 9 de febrero del 2020, enfrentado con el Congreso por un préstamo para seguridad, el mandatario marchó con policías y soldados que entraron al salón de sesiones, al tiempo que daba un “ultimátum” a los diputados para que aprobaran el empréstito. Las imágenes se vieron allende las fronteras de El Salvador.
* Dos meses después, desacató una resolución de la Corte Suprema sobre la ilegalidad de “privar de libertad en la forma de confinamiento o internamiento sanitario” a personas que violaran la cuarentena por la pandemia de covid-19 sin causa justificada. El mandatario arguyó la primacía de la protección de la salud. “Ninguna resolución está por encima del derecho constitucional a la vida y salud del pueblo salvadoreño (...) Así como no acataría una resolución que me ordenara matar salvadoreños, tampoco puedo acatar una resolución que me ordena dejarlos morir”.
* En junio, Bukele se quejó de que la Sala de lo Constitucional de la Corte le había quitado las facultades para establecer medidas sanitarias para combatir la pandemia, ante lo cual los magistrados respondieron recordándole que no podían devolver al gobierno la atribución que “nunca ha tenido” de limitar derechos fundamentales de las personas so pretexto de enfrentar la emergencia.
* El presidente se irritó con el fiscal general, Raúl Melara, por abrir una investigación sobre los gastos del gobierno para atender la pandemia de covid-19. Desacreditó la decisión y acusó al funcionario de estar en “campaña” electoral.
Los enfrentamientos y descalificaciones alcanzan también a los partidos opositores, empresarios y periodismo. Para el periodista Óscar Martínez, jefe de redacción del diario crítico El Faro, Bukele apela “a una estrategia repetida: construye un enemigo a derrotar y llama a los ciudadanos a que le ayuden a derrotar a ese enemigo ficticio”.
Qué hará el joven mandatario con una mayor cuota de poder es un asunto que concita expectativa.
En setiembre anterior, la Presidencia reveló el interés del gobierno de promover reformas constitucionales para adaptar la Ley Fundamental a las “nuevas realidades” y liberarla de “algunos anacronismos”. Excluyó la posibilidad de establecer la reelección presidencial consecutiva, como en Nicaragua y Honduras.
Observadores de la política advierten sobre la tentación de que Bukele pueda seguir el camino de otros gobernantes que llegaron al poder por la vía democrática y, luego, impulsaron cambios constitucionales para afianzarse y menoscabar los contrapesos.
“Existe el temor entre un sector de la población en que esto sea el primer paso para que Bukele promueva una reforma constitucional para mantenerse en el poder por un segundo mandato consecutivo y que se afiance la postura autocrática que ya había manifestado con anterioridad”, dijo a la BBC José Miguel Cruz, experto en El Salvador de la Universidad Internacional de Florida.
Habrá que esperar.
Crimen de Estado
En el otro extremo del planeta, en Arabia Saudí, la democracia es palabra ignota.
Allí el poder está en manos de la familia al Saud, que gobierna a sus anchas, sin ningún límite.
Entonces, todo cuestionamiento a la monarquía absoluta (como las imperantes en el Ancien Régime que desbarató la Revolución francesa) implica el riesgo de persecución, cárcel y muerte. Y esta última fue el precio que pagó el periodista Jamal Khashoggi por su voz crítica.
El asesinato, cometido el 2 de octubre del 2018 en el Consulado saudí en Estambul, reúne todas las características de un guion de una película de horror, y metió al reino wahabita en un lío que posiblemente nunca imaginó.
Un informe desclasificado y revelado el 26 de febrero por el gobierno de Estados Unidos confirmó lo que era un secreto a gritos: el príncipe heredero, Mohammed bin Salmán, estuvo detrás del homicidio y descuartizamiento de Khashoggi.
La operación ejecutada por agentes del cuerpo de élite protege a Bin Salmán puso de relieve que este la aprobó, señaló el informe de inteligencia que data de dos años. En el 2018, apenas un mes después del trágico hecho, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) concluyó que la responsabilidad última recaía en el futuro rey saudí.
“El príncipe heredero ve a Khashoggi como una amenaza para el reino y en términos generales apoyó el uso de medidas violentas para silenciarlo”, indicó el informe.
Arabia Saudí es uno de los países con peor registro en materia de derechos humanos, al punto de que las mujeres solo fueron autorizadas a... conducir vehículo a mediados del 2018, por ejemplo. Y ni qué decir de la intolerancia en materia religiosa, la inexistencia de Parlamento y Poder Judicial autónomo ni tampoco medios de comunicación independientes.
Al difundir parcialmente ese informe de inteligencia, la administración del presidente Joe Biden intenta distanciarse un poco de la connivencia de su predecesor, Donald Trump, quien simplemente miró para otro lado y no esbozó la más mínima crítica por el asesinato. Por el contrario, privilegió los intereses de seguridad con un liado clave en Oriente Medio, que disputa la hegemonía regional con Irán.
Empero, Biden no irá más allá de tibias medidas como incluir a 76 saudíes en una lista negra de sancionados con impedimento de ingreso al país.
La nueva administración retiró el apoyo a la guerra que libra la coalición encabezada por los saudíes contra los rebeldes hutíes -aliados de Irán- en Yemen y sacó a estos de la clasificación de grupos terroristas para no afectar la asistencia humanitaria a la depauperada población civil.
Sin embargo, evitó castigar a Bin Salmán con al alegato de que “pensamos que podemos influenciar más esa colaboración con un reajuste en lugar de una ruptura”, según el Departamento Estado.
Para Estados Unidos, Riad sigue siendo un aliado indispensable en la política de contención de Irán, con el cual mantiene un fuerte pulso por su política nuclear y por la influencia y respaldo de Teherán a gobiernos y grupos armados en países como Irak, Siria y Líbano.
Biden no se va a arriesgar a dañar esos vínculos y también tiene en cuenta los intereses de su aliado más estrecho en Oriente Medio, Israel, enemigo jurado de Irán y amigo “extraoficial” de Arabia Saudí.
En suma, Mohammed bin Salmán urdió el asesinato de Khashoggi, pero queda impune.
Por esta semana, es todo.
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