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Han pasado 12 días desde que se efectuó la segunda ronda electoral y todavía no ha sido proclamado el vencedor oficialmente de los comicios ni se sabe cuánto tiempo más podría tomar. Aunque el nuevo presidente asumirá el 28 de julio.
El conteo de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), que se extendió por más de una semana, dio por ganador al maestro rural y líder sindicalista de izquierda, Pedro Castillo, pero su proclamación se retrasó debido a las impugnaciones presentadas por su rival, la derechista Keiko Fujimori.
La hija de Alberto Fujimori, un autócrata que gobernó el país entre 1990 y el 2000, no acepta su derrota y pidió la anulación de 802 actas al denunciar, sin pruebas, un supuesto “fraude electoral” en mesa.
Sin embargo, los comicios, que contaron con el 74,5% de participación, fueron calificados como transparentes por diversos observadores, entre ellos de la Organización de Estados Americanos (OEA) que dijeron que no hubo “graves irregularidades” en el proceso electoral.
Mientras que no se resuelvan los recursos de nulidad contra esas 802 mesas de votación, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) no proclamará al vencedor de los comicios, y ese proceso puede extenderse durante varios días.
El sistema electoral peruano está conformado por una entidad que organiza las elecciones y realiza el escrutinio oficial, y por otro lado, hay un tribunal electoral que resuelve las discrepancias que surgen en las mesas de votación y proclama al candidato ganador.
La ventaja de Castillo ha provocado el miedo de la élite peruana. Hasta ahora, el escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa y otros políticos aliados de Fujimori se niegan a reconocer los resultados, pese a que fue una promesa que ambos contendientes hicieron durante la campaña. Esta situación solo profundiza la división y eleva las tensiones en el país suramericano.
Ante el rechazo de la derechista, votantes de las zonas más pobres se trasladaron esta semana a Lima, la capital, para “defender” su elección por el profesor rural.
Además, en esta segunda vuelta Fujimori no dudó en agitar el fantasma del comunismo, muy temido en Perú al asociarse al terrorismo de Sendero Luminoso.
“Esa es la situación en que se encuentra ahora mismo el Perú. El bando probablemente perdedor ha optado por tensar la cuerda de nuestra precaria institucionalidad a límites que hace solo unos días parecían impensables”, afirma en su columna el periodista peruano Diego Salazar.
Esta podría ser la tercera derrota consecutiva de Fujimori en la segunda vuelta de unas elecciones, tras las votaciones del 2011 y el 2016. Sin embargo, esta ocasión podría tener consecuencias legales para la candidata conservadora que se niega a dar el brazo a torcer.
El jueves 10 de junio, el fiscal José Domingo Pérez pidió que Fujimori vuelva a prisión preventiva por el caso Odebrecht, el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil que destapó una red de sobornos en casi toda América Latina.
El escándalo de pagos ilegales a políticos peruanos implica a cuatro expresidentes peruanos y a decenas de funcionarios de varios gobiernos.
La petición del fiscal Pérez crispó más los ánimos mientras crecen la incertidumbre y la polarización.
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Otras informaciones relevantes de la semana
⇒ La detención de opositores sigue en Nicaragua y alcanzó la esfera empresarial. La noche del martes fue arrestado el presidente ejecutivo del Banpro, Grupo Promérica, Luis Rivas Anduray, por “incitar a la injerencia extranjera” como parte de la última escalada represiva del régimen de Daniel Ortega.
La Justicia nicaragüense también investiga a 13 exdirectivos de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), un centro de pensamiento ligado al sector privado.
En las últimas semanas, el régimen ha encarcelado a 16 ciudadanos, entre precandidatos presidenciales, exguerrilleros sandinistas, líderes de la oposición y empresarios.
⇒ El mandatario ruso, Vladimir Putin, y su homólogo estadounidense, Joe Biden, se mostraron moderadamente satisfechos luego de su primera cumbre en Ginebra, que buscaba rebajar la tensión, aunque Biden trazó sus líneas rojas en torno a futuros ciberataques y la injerencia de Moscú en asuntos internos norteamericanos.
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