El mes de junio terminó con una cumbre de la OTAN en Madrid y el encuentro concluyó con un replanteamiento del Concepto Estratégico -la hoja de ruta para los próximos diez años-. Que señalara a Rusia como una amenaza significativa y directa no me sorprendió: a fin de cuentas, la Alianza Atlántica nació con el fin de contrarrestar el poderío de la Unión Soviética tras la Segunda Guerra Mundial.
Hola. De nuevo estoy por aquí para hablar de un tema internacional.
Mi atención se centra, esta vez, en la novedad de la declaración de Madrid que considera a China una “amenaza sistémica” y un “desafío estratégico” para Occidente. La contienda, la marcación en la cancha internacional, ya no es solamente con Moscú. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), al tiempo que se alista a añadir a Finlandia y Suecia en sus filas -y llegar a las barbas mismas de Rusia-, pone la mirada en Pekín y su papel en el mundo posterior a la Guerra Fría.
Este Concepto Estratégico sustituye al del 2010, cuando la realidad mundial era otra; Rusia era vista como una potencia decadente y China, un país emergente. En ambos casos, no constituían competencia y la OTAN consideraba que era posible una coexistencia siguiendo el orden internacional vigente.
Mas las cosas cambiaron. Moscú comenzó a recelar de los acercamientos de Ucrania a Occidente y en el 2014 anexó la península de Crimea y estimuló a los secesionistas prorrusos del este ucraniano. Hoy, tropas rusas libran una guerra en territorio de su vecino. La Rusia de Vladimir Putin ha emprendido un proceso de modernización de su poder militar y tiene como meta reconstituirse como potencia mundial clase A.
En China, Xi Jinping fue designado secretario general del Partido Comunista -en el 2012- y un año después, presidente de la República.
Uno de los propósitos de Xi es fortalecer la nación y hacerla un actor de primer nivel en el plano internacional. Hoy ostenta un poder tan fuerte que no se veía en China desde los tiempos de Mao Zedong, fundador de la República Popular. Logró eliminar la restricción de solo dos mandatos en la Secretaría General y es casi un hecho que será ratificado para un tercero.
Este proceso de fortalecimiento en el poder también se da en Rusia, donde Putin reformó la Constitución para buscar la reelección en el 2024 y podría seguir gobernando hasta el 2036.
China y Rusia tienen en común el desafío al orden internacional encabezado por Estados Unidos, el cual pretenden modificar. Apenas dos días antes de que Putin lanzara la invasión a Ucrania -el 24 de febrero-, Xi recibió al mandatario ruso en Pekín y ambos se vanagloriaron de la “amistad sin límites” entre sus países y los múltiples campos de cooperación bilateral.
Este acercamiento es lo que lleva a la OTAN a sostener que Pekín busca, en asocio con Moscú, “socavar el orden internacional”, situación que según la Alianza Atlántica afecta sus “valores e intereses”.
Preocupación por China
Cabe preguntarse cuánto asidero tienen esas consideraciones del Concepto Estratégico 2022. Sobre todo, ¿por qué la OTAN ya no solo se preocupa por su rival europeo, sino que ahora pone la mira en la potencia asiática?
Pongámosle atención a esta observación que hizo recientemente en Foreign Affairs Elizabeth Economy, académica del Hoover Institution, de la Universidad de Stanford: “China ya ocupa una posición de centralidad en el sistema internacional. Es la potencia comercial más grande del mundo y la mayor fuente de préstamos globales, cuenta con la población y las fuerzas armadas más grandes del mundo, y se ha convertido en un centro global de innovación. La mayoría de los analistas predicen que el PIB real de China superará al de Estados Unidos para 2030 y la convertirá en la economía más grande del mundo”.
Aunque Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, dijo al final de la cumbre que “China no es un adversario”, resumió el porqué la Alianza está con la paja tras la oreja: “”Hemos de tener en cuenta las consecuencias para nuestra seguridad cuando vemos que China invierte fuertemente en poder militar moderno, misiles de largo alcance, o armas nucleares, e intenta también el control de infraestructuras estratégicas, por ejemplo el 5G”, la red de telefonía de última generación.
Xi, apunta Economy, tiene claro que una China unificada y en carrera ascendente puede desbancar a Estados Unidos del liderazgo mundial.
No es casual, entonces, que el liderazgo de Pekín haya puesto fin -en la práctica- al estatus semiautónomo de Hong Kong, donde una ley de seguridad nacional convirtió en papel mojado las libertades de prensa, de expresión y de manifestación, y que quien intente ejercerlas será blanco de represión sin miramientos.
Tampoco deben sorprender las reiteradas amenazas a Taiwán, cuya incorporación a la “madre tierra” es un objetivo que China estaría dispuesta a lograr inclusive con el uso de la fuerza. Esta posibilidad constituye un potencial conflicto con Estados Unidos, que estaría dispuesto a acudir en defensa de la isla, según el presidente Joe Biden.
Desde el ascenso de Xi a la cúpula del poder, Pekín ha emprendido una estrategia que combina la concesión de préstamos a países en desarrollo, la participación en proyectos de infraestructura (carreteras, ferrocarriles, puertos, etc.) y tecnología, combinada con una ofensiva diplomática tendiente a aislar a Taiwán y avanzar en la consolidación como potencia e interlocutor en África y la región Asia-Pacífico.
China mantiene disputas territoriales con varios de sus vecinos asiáticos, entre ellos Filipinas, Vietnam y Japón, por islas y aguas, lo que también es foco de tensión y roces con Estados Unidos sobre el derecho de libre navegación.
Presencia en los mares
Y es posible que ustedes intuyan que hay un afán de la potencia oriental de desafiar el predominio tradicional de Estados Unidos en el Pacífico. Es correcto, por lo cual tampoco debe sorprender que esté reforzando su poder naval.
El mes anterior, China mostró su tercer portaaviones -el Fujian- como parte de su meta de competir con la Armada estadounidense, extender su poderío allende sus costas y proteger sus intereses en el mar de China Meridional, escenario de litigios con sus vecinos.
Otro ejemplo en la misma línea es la la construcción de instalaciones en una parte de la base naval Ream Naval, en Camboya, para uso exclusivo del Ejército Popular de Liberación (EPL) de China (aunque inicialmente desmintió la información de fuentes occidentales, un vocero de Pekín admitió el hecho, pero afirmó que también será compartida por científicos).
Hasta ahora, la única base militar china en el extranjero se ubica en África, propiamente en Yibutí, en el mar Rojo.
La región Indo-Pacífica se ha constituido en un escenario de ese pulso entre Occidente y Pekín.
En abril, China suscribió un acuerdo de seguridad con Islas Salomón que acrecentó los temores de países como Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia por la implantación china. Si bien el primer ministro de Islas Salomón, Manasseh Sogavare, descartó la posibilidad de que el pacto permita a aquella potencia instalar una base allí, la oposición interna no está convencida de la promesa.
Por supuesto, otras potencias también juegan su partido y hacen lo propio para proteger sus intereses y responder a los chinos.
Así, en setiembre del 2021, Estados Unidos y Reino Unido llegaron a un acuerdo con Australia para apoyar a esta en la construcción de submarinos propulsados por energía nuclear (no estaría dotados de armamento atómico). Pero como entre amigos también hay disputas, el trato irritó tremendamente a Francia, que pegó al grito al cielo pues ya tenía prevista la venta de sumergibles convencionales por “apenas” $36.500 millones.
En ese mismo momento, Australia, Reino Unido y Estados Unidos crearon la alianza AUKUS, destinada a salirle al paso a China, y como parte de ella se anunció el desarrollo conjunto de armas hipersónicas (pueden alcanzar cinco veces la velocidad del sonido o más, son más rápidas y maniobrables que los misiles estándar, lo que las hace más difíciles de interceptar).
Por cierto, un detalle: en la reunión de la OTAN en Madrid estuvieron presentes, en calidad de invitados, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia.
En respuesta al señalamiento hecho por la OTAN, China consideró que ello refuerza su criterio de que es víctima de una política de encierro por parte de potencias hostiles y acusó a la Alianza Atlántica de “provocar confrontación”.
El enfrentamiento se resume en una potencia que busca su lugar en el mundo y otras que procuran sostener sus posiciones. Nada nuevo. La historia es rica en pulsos de este tipo que fueron causas de guerras y redefinición de esferas de influencia.
Por ahora, es todo. Regresaré para abordar otro asunto del quehacer noticioso mundial.