Ciudad de México. “Ya viajábamos con miedo, pero ahora más”, comenta Brenda en el metro de Ciudad de México, al día siguiente de que 24 personas murieran al colapsar un tramo del elevado por donde recorre el tren.
“Dicen que le dan mantenimiento, pero a mí se me hace que no, se me hace que los cinco pesos [24 centavos de dólar] que pagamos por viaje se los roban”, añade indignada la mujer en la estación Candelaria, cerca del centro histórico.
De 30 años y obrera en una fábrica de zapatos, Brenda sigue impactada por las imágenes de los rescatistas tratando de sacar a los pasajeros de los vagones, que quedaron colgando del viaducto a unos 12 metros de altura la noche del lunes.
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Antes de salir de casa la mañana de este martes, sus tres niños y su madre le dieron la bendición. “De todo le pasa a este metro, pero no hay de otra”, prosigue mientras se acomoda el cubrebocas que la protege del coronavirus.
La línea 12 del metro, donde ocurrió el accidente, ya había tenido problemas en el diseño, operación y mantenimiento de las vías, según un estudio del 2014 contratado por la Alcaldía capitalina.
El resto de la red también ha estado plagada con problemas de seguridad.
Testimonios
Al momento de la tragedia, una persona salió con vida de un automóvil que quedó atrapado bajo los escombros del elevado, informó la alcaldesa Claudia Sheinbaum.
La Policía, que acudió con perros rescatistas, instaba continuamente a los curiosos a retirarse para evitar accidentes por la caída de escombros.
“De repente vi que la estructura se estaba cimbrando. No fue ni un minuto después que cayó el metro y se empezó a levantar mucho polvo”, declaró una testigo no identificada a la cadena local Televisa.
“Cuando se disipó el polvo corrimos (...) a ver si podíamos ayudar. No se escuchaban gritos, no sé si estaban en shock (...), unas personas alcanzaron a meterse y sacaron como a dos personas que estaban encima. Los otros quedaron apilados”, agregó.
La zona fue acordonada por policías y militares de la Guardia Nacional para facilitar el desmonte de los vagones con gruesas cadenas.
José Martínez, un trabajador que suele tomar el tren con dirección a Tláhuac, contó emocionado a la prensa que se salvó del accidente porque no alcanzó a tomarlo luego de salir del trabajo.
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“Me salvé como por 15 minutos. ¡Qué bueno que no me pasó nada!”, expresó.
Ricardo de la Torre, vecino del sector, comentó que el paso del tren suele producir una fuerte vibración en las viviendas.
“Realmente en las mañanas, cuando empiezan a activarse los trenes, a tener su servicio, en las casas se siente. Por ese simple hecho nosotros sabemos que está mal esta construcción”, sostuvo.
‘No sé por qué tomó el metro’
En un hospital del este de la ciudad de la ciudad, cerca del lugar de la tragedia, Juan Luis Díaz, de 17 años, lloraba a su padre, fallecido en la madrugada.
“Mi padre era chofer, usualmente viajaba en camión [autobús], no tomaba el metro, no sé por qué tomó el metro, desgraciadamente le tocó a él”, se lamentó el joven.
En el mismo centro médico, Daniel Hernández, de 28 años, luchaba por su vida.
“Está muy delicado, en la noche lo operaron de una contracción abdominal, se le fue la sangre a los pulmones”, afirmó su tío Jorge Hernández.
El joven fue trasladado en helicóptero a otro hospital, mientras la familia esperaba más detalles de su salud, añadió el tío.
El metro es el principal medio de transporte de la capital y su zona metropolitana, donde viven unos 20 millones de personas, y las quejas de usuarios sobre su falta de mantenimiento son comunes desde hace varios años.