La Habana. Con un sistema unipartidista y una sociedad civil dividida, algunos en Cuba comienzan a contemplar un diálogo nacional tras el telúrico 11 de julio, una vía necesaria según expertos, aunque inaceptable para los extremos ideológicos.
Tras las inéditas manifestaciones del 11 y 12 de julio, en las que miles de cubanos exigieron libertad y el fin de las penurias cotidianas, el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció la necesidad de “la autocrítica, de la rectificación pendiente, de la revisión profunda de nuestros métodos y estilos de trabajo”.
Esta reflexión aún no ha encontrado eco entre los manifestantes, pese a que se han dictado medidas provisionales para facilitar el acceso a alimentos y medicamentos.
“El gobierno ha roto el diálogo, un pacto con un pueblo diverso, que no acaban de reconocer y es tiempo ya que reconozcan la diversidad que hay en Cuba”, mencionó el dramaturgo Yunior García, detenido en las protestas y luego liberado.
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Académicos y politólogos cubanos hablaron en días recientes sobre la necesidad de un diálogo sobre la base del respeto, la soberanía y la independencia del país, sin permitir que Estados Unidos meta las manos.
El camino no parece libre de obstáculos, con una prensa estatal que ignora estas ideas, sin espacio para la oposición y el Partido Comunista de Cuba (PCC), constitucionalmente reconocido como único.
El antecedente más cercano es la negociación encabezada en el 2010 por el entonces presidente Raúl Castro con el cardenal Jaime Ortega, que resultó en la liberación de más de 130 presos políticos.
Evitar ‘una salida cruenta’
De acuerdo con las propuestas, el encuentro abarcaría a cubanos en la isla, representados por el PCC, sus “organizaciones sociales y de masas”, así como a grupos disidentes y representaciones de la emigración.
“Salvo por algún segmento muy radicalizado de la emigración, sería aceptado por la mayoría de cubanos dentro y fuera del país”, afirmó Ivette García, académica de la Universidad de La Habana.
La experta considera que el diálogo es “necesario y posible” porque el común denominador es “el interés en salir de la crisis sistémica devenida en crisis de gobernabilidad, preservar la soberanía y la paz interna” para evitar “una salida cruenta”.
La herida abierta se reflejó en la confrontación del 11 de julio entre manifestantes y partidarios del gobierno que respondieron al llamado de Díaz-Canel de defender las calles.
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“A un país no le cuesta nada dialogar incluso con quienes no tienen un programa”, advirtió días después en su blog el ícono de la Nueva Trova, Silvio Rodríguez.
“Pero le puede costar cuando al cabo de unos años esa persona ya tenga una idea más nítida de lo que quiere y concluya en que no se le quiso ayudar”, agregó.
El gobierno no ha respondido a estas expresiones y, según Ivette García, se aferra con “poca inteligencia y lente político al discurso tradicional”.
La académica prevé que en caso de aceptar un diálogo, tratará de darlo en sus términos.
La lluvia de ideas incluye a quienes creen que el cambio tendrá que darse de manera escalonada para aterrizar a un modelo más plural y que ayude al consenso.
Las heridas acumuladas
“El extremismo obstaculiza el diálogo cuando se atrinchera y, en nombre de la defensa de la Revolución, descalifica cualquier tipo de crítica”, expresó por su parte, el politólogo y exdiplomático Jesús Arboleya, en alusión al extremo más duro del PCC.
Tanto Arboleya como Ivette García descartan la inclusión de la derecha radical del exilio en Miami, siempre opuesta a cualquier tipo de diálogo.
Los llamados también se expresaron el 27 de noviembre del 2020 a través de 300 jóvenes artistas que se manifestaron de manera inédita frente al Ministerio de Cultura exigiendo libertad de expresión, o de otros opositores que piden cambios políticos radicales, como el Consejo para la Transición Democrática, con el expreso político José Daniel Ferrer a la cabeza.
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Manuel Cuesta Morúa, vicepresidente de este consejo y un moderado, consideró “posible un diálogo intrasocial entre los diversos sectores y desde la pluralidad, que han ido apareciendo en el espacio público”.
Sin embargo, cree que no hay condiciones para el “diálogo político Estado-sociedad”.
La estructura rígida del Estado, sustentada en PCC, y su lenguaje inflexible hacia la diferencia “no crean el tejido y el clima de confianza necesarios para avanzar en esa dirección”, aseveró Cuesta Morúa.
Ivette García cree que la resistencia al diálogo nacional de las partes se debe a la “crispación del momento, las heridas acumuladas y a que no hay experiencia en ese tipo de diálogo”, aunque la gravedad de la crisis plantea la necesidad de una salida pacífica.