Río de Janeiro. El recrudecimiento de la pandemia en Brasil, con récord de muertos y el sistema sanitario al límite, se ha extendido al resto de Suramérica poniendo en jaque incluso a Uruguay, considerado hasta ahora un ejemplo de contención del coronavirus.
“Lamentablemente, la terrible situación de Brasil también está afectando a los países vecinos”, afirmó Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Es “crucial” agudizar las medidas, advirtió el martes.
El organismo destacó un repunte de casos de covid-19 en los estados venezolanos de Bolívar y Amazonas, así como en el departamento de Pando, Bolivia, y en Loreto, Perú, todos colindantes con el gigante suramericano.
La circulación masiva de la cepa brasileña o P.1, una mutación del SARS-CoV-2 mucho más virulenta, está en el centro de esta nueva oleada.
Tras detectarse en la ciudad amazónica de Manaos a finales del 2020, muchos países cerraron el paso por aire y tierra a viajeros provenientes de Brasil en un intento de frenarla.
Sin embargo, tres meses después, la variante ya ha sido identificada en 15 países o territorios de las Américas.
‘Emergencia de salud pública activa’
El panorama es crítico en Brasil.
La flexibilización de las restricciones ordenadas por los gobiernos estatales, en especial durante Navidad y carnaval, desembocó en una “emergencia de salud pública activa”, dijo Etienne.
El martes, el país batió un nuevo récord al registrar 3.251 muertos en 24 horas. Un día después traspasó la franja de los 300.000 fallecidos, mientras 12,2 de sus 210 millones de habitantes se han infectado.
La presión llevó al presidente Jair Bolsonaro, escéptico del virus y un obstinado opositor del confinamiento, a conformar el miércoles un comité de crisis “para decidir el rumbo del combate” de la pandemia.
No obstante, la decisión llega cuando 23 de sus 27 estados reportan un 85% de ocupación de sus Unidades de Cuidados Intensivos y se multiplican las denuncias de escasez de oxígeno y otros suministros médicos.
Manaos registró en febrero un promedio semanal de 110 muertos diarios, casi el triple que en la primera ola.
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“No solo el sistema de salud colapsó. También hubo falta de insumos y de oxígeno. Fue algo dramático, desesperante”, contó Adele Benzaken, médica de esa ciudad de 2,2 millones de habitantes.
“No tienes idea lo que es ver familiares corriendo para procurarse un cilindro de oxígeno. Había peleas en los lugares donde los vendían”, dijo.
La cepa brasileña
Casi 24 millones de los 600 que viven en América Latina y el Caribe han contraído la covid-19 y 753.000 han muerto, según un recuento de AFP.
Varios países, entre ellos Uruguay, Venezuela y Perú, han atribuido oficialmente la fuerte escalada de contagios a la ferocidad de la cepa P.1.
El ministro de Salud peruano, Óscar Ugarte, manifestó el miércoles que un estudio basado en “un muestreo en todo Lima” mostró que a ella se debe el 40% de las infecciones.
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Con 2.800 kilómetros de frontera con Brasil, Perú identificó por primera vez esta cepa en enero en la región amazónica de Loreto.
Colombia y Perú han suspendido los vuelos con Brasil como medida de precaución. Los peruanos solo permiten vuelos humanitarios para repatriar ciudadanos.
En cuanto a Uruguay, hasta hace poco elogiado por mantener la epidemia a raya sin recurrir a la cuarentena, se encuentra ahora con “una situación compleja” que presiona su sistema de salud, admitió el presidente, Luis Lacalle Pou.
Sus nuevos casos de covid-19 alcanzaron esta semana un máximo diario de 2.682, y la tasa de positividad se ubicaba el miércoles en 17,89%, entre los picos más altos desde marzo del 2020.
Pese al avance explosivo y el clamor de los gremios médicos, Lacalle se resistió a confinar a la población por “una cuestión de principios”, limitándose a reducir desde el martes algunos horarios comerciales, suspender la presencialidad escolar y los espectáculos y cerrar las oficinas públicas.