Riad. Al impulsar una reducción de la producción de petróleo, Arabia Saudita puso a prueba su relación ya difícil con Estados Unidos, aunque los expertos descartan una ruptura inmediata entre estos dos socios.
El 5 de octubre, la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP+), conformada por los 13 miembros de la OPEP liderados por Arabia Saudita y sus 10 aliados encabezados por Rusia, decidió recortar drásticamente las cuotas de producción para mantener los precios del crudo, que iban con tendencia a la baja.
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Un aumento de los precios ayudaría a llenar las arcas de Moscú, que cuenta con la venta de hidrocarburos para financiar la invasión de Ucrania.
En un contexto de inflación mundial y subida de los precios de la energía acelerada por la guerra, la decisión de la OPEP+ molestó a la Casa Blanca, que teme las repercusiones de un nuevo encarecimiento en las elecciones de medio mandato de noviembre.
“Habrá consecuencias por lo que han hecho con Rusia”, advirtió el martes el presidente estadounidense, Joe Biden, sin más precisiones.
Los responsables de Arabia Saudita, primer exportador mundial de petróleo, rechazaron las acusaciones de connivencia con Rusia y descartaron cualquier tipo de “imposición”.
El jueves, el ministro saudita de Relaciones Exteriores aseguró que la decisión de la OPEP+ se basó en “consideraciones económicas” para “proteger la economía mundial de la volatilidad de los mercados de petróleo”. Para la Casa Blanca, Riad “puede irse por las ramas, pero los hechos son simples”.
‘Reyes de la traición’
La analista del International Crisis Group, Anna Jacobs, recordó que “la relación estadounidense-saudita ha cruzado periodos de tensión interna en el pasado” y que la crisis actual representa “una fractura, pero no una ruptura”.
“La realidad es que Arabia Saudita y Estados Unidos se necesitan el uno al otro”, recalcó.
En julio, Biden viajó a Arabia Saudita, donde saludó al príncipe heredero Mohamed bin Salmán, lo que provocó la indignación de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) internacionales por las acusaciones de graves violaciones de los derechos humanos, que pesan sobre este reino del Golfo.
Antes de ser elegido presidente, Biden prometió convertir a Arabia Saudita en un “paria”, sobre todo por el asesinato del periodista y crítico saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país, en Estambul en 2018.
El objetivo de la visita de Biden era obtener un aumento de la producción de petróleo. En vano. Miembros de su Partido Demócrata acusaron a los sauditas de ser los “reyes de la traición” y de haber “engañado” al presidente.
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Algunos legisladores trataron de relanzar el apoyo a un proyecto de ley que podría llevar a iniciativas legales antimonopolio contra la OPEP+. Y otros pidieron al Gobierno revisar la presencia militar estadounidense en Arabia Saudita.
Pero tales medidas “amenazarían con romper unas relaciones ya tensas, lo que aumentaría la presión hacia una subida de precios del petróleo y los carburantes”, advirtió Torbjorn Soltvedt, de la sociedad de análisis de riesgo Verisk Maplecroft.
“La reacción más probable es lo que ya hemos visto: declaraciones firmes de parte de los responsables políticos” estadounidenses, estimó de su parte Ellen Wald, autora de Saudi Inc, sobre el gigante energético Saudi Aramco.
‘Muy sólida’
La alianza entre Washington y Riad se remonta a después de la Segunda Guerra Mundial y a menudo se describe como un pacto de “petróleo por seguridad”.
Sin embargo, a lo largo de estas décadas vivió varios desacuerdos vinculados a cuestiones como el conflicto palestino-israelí, o el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán, gran rival regional de Riad.
Los sauditas quedaron decepcionados por la tibia respuesta de Estados Unidos a los ataques contra instalaciones petroleras en su territorio en el 2019, reivindicadas por los hutíes, rebeldes del vecino Yemen respaldados por Teherán.
En este contexto, Ali Shihabi, analista saudita cercano al Gobierno, advirtió contra una “respuesta excesiva” de Washington ante la decisión de la OPEP+.
Según este experto, esto podría acelerar la “diversificación de las relaciones militares de Arabia Saudita, no solo con China y Rusia, también con Francia, Reino Unido, India y Pakistán, o incluso Brasil y Sudáfrica”.
De momento, los responsables sauditas suenan tranquilizadores. En una entrevista a la cadena estadounidense CNN el miércoles, el secretario de Estado de Relaciones Exteriores, Adel al Jubeir, dijo que la relación entre ambos países no estaba “quebrada”. “Al contrario, es muy sólida”.