La pandemia del covid-19 cambió para siempre la relación que el mundo tiene con las vacunas, generando una producción sin precedentes e innovaciones, pese a que los países pobres siguen relegados.
Al comienzo de la Semana Mundial de la Inmunización, una panorámica sobre el estado de la cuestión.
Actualmente hay vacunas para más de 20 enfermedades potencialmente mortales y la vacunación permite evitar entre 2 y 3 millones de muertes por año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Hasta la irrupción del Covid-19, la vacunación concernía a grupos precisos, por ejemplo los niños, en el caso de la vacuna contra la polio o las personas de edad o los pacientes inmunodeprimidos, a quienes se les recomendaban la vacuna contra la gripe.
Hasta antes de la pandemia la producción anual era de 5.000 millones dosis, a las que se sumaron al menos 11.000 millones de dosis de vacunas contra el covid-19 producidas en 2021.
En el caso del nuevo coronavirus, la fórmula fue sintetizada rápidamente pero este no es el caso para varias enfermedades infecciosas como el VIH.
Después del descubrimiento de la primera vacuna contra la viruela por el médico británico Edward Jenner, en el siglo XVIII, la gama de compuestos ha crecido de forma considerable.
Las vacunas más tradicionales utilizan una tecnología que se basa en un virus inactivo, es decir un virus muerto pero que conserva la capacidad de generar una respuesta inmune, como es el caso del virus de la gripe.
Hay otra tecnología parecida que es la utilización de un virus atenuado por varios procesos químicos que se usa en las vacunas triple vírica, contra el sarampión, las paperas y la rubéola.
A esto se han sumado recientemente otras tecnologías como las vacunas subunitarias y las vacunas con un vector viral, que utilizan un adenovirus como vector para presentar al sistema inmune un fragmento de virus contra el cual el organismo tiene que producir anticuerpos, como la fórmula contra el ébola.
Las últimas innovaciones, son las vacunas por ARN mensajero, que antes de 2020 nunca habían sido comercializadas. Esta tecnología funciona activando la inmunidad humana a partir de la inyección del ARN mensajero de fragmentos del virus.
Tradicionalmente, el mundo de las vacunas estaba restringido a algunos grandes laboratorios ya que las inversiones necesarias para el desarrollo de un nuevo compuesto son considerables.
"Era el coto de unos pocos. El ARN mensajero representa un cambio en la baraja", considera Loïc Plantevin, experto en salud de la consultora Bain & Company.
Antes de la pandemia, cuatro gigantes controlaban un 90% de mercado: los estadounidenses Pfizer y Merck, la británica GSK y el francés Sanofi.
Pero salvo Pfizer -asociado con la empresa de biotecnología BioNTech- ninguna de estas farmacéuticas logró producir un compuesto contra el covid.
La pandemia del Covid-19 revolucionó el sector con la emergencia de actores como BioNTech y la estadounidense Moderna, que crearon las primeras vacunas con ARN.
Esto también ha impulsado la producción en regiones relegadas de la distribución en la primera fase de la pandemia.
Frente a la desigualdad en el acceso a las dosis, la OMS lanzó un programa para instalar centros de producción de vacunas de ARN mensajero en seis países africanos a partir de 2024.
Ahora Moderna busca avanzar con la producción de una vacuna contra el dengue, el ébola y el paludismo.
"La tecnología del ARN todavía necesita tiempo y mejoras", advirtió Loïc Plantevin. Específicamente la conservación, que es el punto débil de esta tecnología.
El premio Nobel de medicina Charles Rice dijo a la AFP a finales de 2020: la crisis del covid "cambió la forma de hacer ciencia, para hacer un esfuerzo común, más que un trabajo individual en distintos laboratorios, aislados", como se hacía hace años.
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