Los alumnos de la universidad indígena de Canadá recuperan su lengua y sus tradiciones: colocan carteles en cree antes prohibidos, obras de arte en las paredes y un tipi en el césped de la casa de estudios, que funciona en las instalaciones de un antiguo internado donde los niños de las comunidades aborígenes eran sometidos a abusos.
"Me dijeron que no éramos buenos, que estábamos por debajo de los demás, y me lo creí la mayor parte de mi vida", afirma la exalumna del antiguo internado Veronica Fraser, que ahora tiene 60 años.
Sollozaba al recordar su paso por la escuela residencial, que formaba parte de un sistema en el que los niños indígenas eran separados de sus familias y privados de su cultura e idioma como parte de una política fallida de asimilación.
En los 130 internados de todo el país el objetivo era "matar al indio en el corazón del niño".
Pese al sufrimiento, Fraser decidió regresar al lugar, que en 2015 se convirtió en la Universidad nuhelot'ine thaiyots'i nistameyimakanak Blue Quills.
"Vine aquí para recuperar mi orgullo" y "para sanar y aprender", asegura.
De nuevo, es alumna del centro, aunque las cosas han cambiado. Estudia la licenciatura en nehiyawewin (lengua cree) de la universidad. Los estudios le han ayudado a reencontrarse con sus raíces y espera poder hablar el idioma con fluidez con sus hijos y nietos.
Unos 200 kilómetros al noreste de la capital provincial, Edmonton, y cerca de St. Paul, Alberta, se encuentra el centenario edificio de ladrillo rojo que formaba parte de la extensa red de escuelas de Canadá.
Hasta la década de 1990, unos 150.000 niños indígenas, inuit y metis estaban secuestrados en esas escuelas, a menudo gestionadas por la Iglesia católica.
Se cree que miles de menores murieron a causa del abandono y la desnutrición. El descubrimiento en el último año de al menos 1.300 tumbas sin marcar en estos lugares ha provocado un examen de conciencia generalizado.
La provincia de Alberta fue la que más internados tuvo y es aquí donde el papa Francisco tiene previsto pedir perdón la semana que viene por el papel de la Iglesia en ese sistema.
Muchos padres no transmitieron el idioma a sus hijos, bien para protegerlos de los abusos que ellos habían sufrido, o porque olvidaron su lengua materna tras su paso por las escuelas públicas.
Según la presidenta de la universidad, Sherri Chisan, el cree es muy difícil para los jóvenes que han crecido sin aprenderlo.
Actualmente, unos 250 alumnos se han matriculado en esta universidad para estudiar economía, sociología, lenguas cree y dene, así como prácticas culturales.
La reapropiación del internado de St. Paul comenzó con una protesta de padres en 1970 que exigían que se les diera el control de la educación de sus hijos.
Antes de convertirse en universidad, el internado pasó a ser la primera escuela administrada por la comunidad indígena de Canadá gracias a un acuerdo con el gobierno federal.
"Estamos reclamando lo que una vez nos fue robado", dice Wayne Jackson, jefe del programa de la lengua cree. "Nuestro patrimonio, nuestra lengua, nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestras historias".
Con más de 96.000 hablantes en Canadá, el cree es la lengua aborigen más hablada del país, según el censo de 2016 de Statistics Canada. Pese a ello, está en peligro, puesto que la mayoría son mayores, lo que pone en riesgo que se continúe transmitiendo.
Algunos estudiantes se han matriculado en la universidad para mejorar sus conocimientos lingüísticos con el fin de enseñar el idioma a las nuevas generaciones de sus respectivas comunidades.
Edwin Thomas, aborigen del centro de Saskatchewan, es bilingüe, pero decidió formarse para enseñar el cree a los jóvenes de su comunidad.
"Poder estudiar en Blue Quills, que fue una institución diseñada para privar a mis antepasados de su lengua, es muy importante y conmovedor", asegura.
Una de sus compañeras, Tarryn Cardinal, está concentrada en el tratamiento de la piel de un alce. La alumna explica que el curtido de pieles de animales, que forma parte del plan de estudios, le ayuda a conocer tanto su cultura como su lengua.
"Hay cosas que no se pueden traducir al inglés y que es importante sentirlas", asegura la estudiante de segundo año, que se muestra satisfecha de poder mantener ahora pequeñas conversaciones en cree con su abuela.
"Me siento orgullosa de mí misma por eso, siento que estamos más cerca, más conectados: yo y mi cultura, yo y mi abuela, yo y mi otra gente", comenta la joven de 26 años.
Sin embargo, a Wayne Jackson le sigue preocupando que todo esto sea frágil. "Basta con que una generación de hablantes no hable una lengua para que se pierda".
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