Fumio Kishida, de 64 años, elegido este lunes primer ministro de Japón por el parlamento, es un exministro de Relaciones Exteriores poco carismático pero que cultiva un tranquilizador espíritu de consenso.
Kishida había dado un paso decisivo la semana pasada al conquistar la presidencia del Partido Liberal Democrático (PLD, derecha conservadora), que domina la vida política japonesa desde 1955.
Siguiendo la estela de su padre y abuelo, ha sido diputado de Hiroshima (oeste de Japón) en la cámara baja del Parlamento desde 1993.
Tras su segundo intento, Kishida acabará dirigiendo el gobierno nipón.
El año pasado no logró que el PLD lo designara para liderar el ejecutivo tras perder en una votación interna ante Yoshihide Suga --quien renunció después de solo un año en el poder debido a su impopularidad.
"No era suficientemente bueno", reconoció recientemente Kishida sobre su anterior campaña para la presidencia del PLD en 2020.
"Esta vez fue diferente. Tengo la convicción firme de que soy el líder que se necesita en el presente", dijo destacando la pertinencia para el momento actual de su carácter monótono, pero poco conflictivo.
Las corrientes dominantes en el PLD consideraron que Kishida era "una apuesta más segura en términos de estabilidad" que su principal rival Taro Kono, más popular entre los militantes, pero "menos influenciable" por los barones del partido, explica a la AFP Brad Glosserman, experto de la política japonesa y profesor en la Universidad Tama de Tokio.
Kishida ejerció durante cinco años (2012-2017) como ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Shinzo Abe.
Partidario del desarme nuclear en el mundo, contribuyó a la visita de Barack Obama a Hiroshima en 2016, lo que representó la primera vez que un presidente estadounidense en ejercicio viajaba a esta ciudad devastada por la bomba atómica en 1945.
En cambio, apuesta para reactivar la producción de energía nuclear con fines civiles en Japón, después de que su uso quedara restringido tras la catástrofe de Fukushima en 2011.
Además de volver a poner en marcha viejos reactores, quiere desarrollar pequeños reactores modulables.
Este exbanquero también prometió un nuevo plan presupuestario para acelerar la recuperación económica tras el impacto de la pandemia y reducir las desigualdades sociales.
"La gente quiere una política de generosidad", aseguró Kishida, quien mantiene una posición ambigua en materia económica, ya que también defiende reducir la deuda nipona, que en 2020 representaba el 256% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional.
Respecto a las cuestiones sociales y los derechos civiles, parece más conservador que Kono, su rival en el PLD.
Kishida dijo que no había llegado al momento "de aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo", que sigue siendo ilegal en Japón.
También mostró una posición poco clara respecto al derecho de las personas casadas de no adoptar el mismo apellido que su pareja, una cuestión polémica en Japón.
para disgusto de sus padres, Kishida fracasó tres veces en el examen de ingreso a la facultad de derecho de la prestigiosa Universidad de Tokio ("Todai"), por lo cual estudió derecho en Waseda, otra conocida universidad de la capital.
Es un entusiasta del béisbol, el deporte preferido de los japoneses, y un seguidor confeso de los Hiroshima Toyo Carp, el club de su feudo familiar y político.
Durante su infancia, vivió con su familia en Nueva York, donde dice haber sido víctima del racismo en la escuela.
Gracias a esta experiencia difícil, asegura haber aprendido el sentido de la justicia y la igualdad.
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