Miami. Nikolas Cruz, un joven que confesó el asesinato de 17 personas en el 2018 en una escuela secundaria de Florida, conocerá su destino en los próximos días, cuando un jurado popular emita su veredicto en un tribunal de ese estado: pena de muerte o cadena perpetua.
El juicio encara su recta final tras casi tres meses de audiencias muy emotivas para los familiares de las víctimas de la matanza, perpetrada por Cruz en Parkland, una pequeña ciudad al norte de Miami.
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La defensa del acusado de 24 años y la Fiscalía presentarán el martes sus alegatos finales, y el jurado se retirará el miércoles para sus deliberaciones.
Si sus miembros -siete hombres y cinco mujeres- no votan por unanimidad a favor de la pena capital, Cruz será condenado a pasar la vida en la cárcel sin posibilidad de libertad condicional.
El 14 de febrero del 2018, Cruz, que tenía entonces 19 años, entró con un fusil semiautomático AR-15 en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas, de donde fue expulsado un año antes por motivos disciplinarios.
En apenas nueve minutos, el joven mató a tiros a 14 estudiantes y tres empleados de la escuela e hirió a otras 17 personas, antes de huir del lugar ocultándose entre las personas evacuadas del edificio. La policía lo detuvo poco después cuando caminaba por la calle tras acudir a un local de comida rápida.
¿Asesino frío o joven con problemas?
Los próximos días en una sala del tribunal de Fort Lauderdale, al norte de Miami, permitirán comprobar quién pudo convencer al jurado: la acusación liderada por el fiscal Michael Satz o la defensa encabezada por Melisa McNeill.
La abogada principal de Cruz centró su estrategia en la infancia traumática de su cliente. Según ella, el joven, que se declaró culpable el año pasado, nació con un trastorno del espectro alcohólico fetal, provocado por el fuerte consumo de alcohol de su madre durante el embarazo.
“Su cerebro se dañó irremediablemente sin que él tuviera la culpa”, declaró la letrada durante una audiencia.
Los años posteriores no fueron fáciles para Cruz. Creció en un hogar violento, marcado por el alcoholismo y la depresión de su madre adoptiva y, según declaró él mismo esta semana ante el tribunal, sufrió abusos sexuales por parte de un amigo de la familia cuando tenía unos nueve años.
Para McNeill, esas circunstancias provocaron trastornos mentales al acusado que nunca se trató debidamente, por lo que el jurado debería tener clemencia con él. En frente, la Fiscalía lucha desde el primer día por imponer la idea de que Cruz sabía lo que hacía cuando entró a la escuela de Parkland, con un fusil y numerosos cargadores.
Satz calificó los asesinatos de “fríos, calculados, premeditados” y recordó que el acusado anunció el tiroteo en un vídeo grabado tres días antes de la masacre.
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El fiscal hizo mostrar grabaciones de la matanza que conmovieron a los familiares de las víctimas; llamó a testificar a varios exalumnos de la secundaria Marjory Stoneman Douglas, que asistieron al tiroteo y organizó una visita del lugar de la masacre con el jurado.
Y en la última semana, trató de desacreditar el diagnóstico de trastorno del espectro alcohólico fetal de Cruz. El neuropsicólogo Robert Denney, convocado por la Fiscalía, acusó al joven de fingir problemas cerebrales empeorando a propósito su desempeño en test psicomotores.
Según ese experto, Cruz entiende la realidad y es capaz de controlar sus actos, como demuestra el hecho de que actuara con premeditación, algo que no cuadra con el diagnóstico presentado por la defensa.
Debate sobre las armas
La matanza de Parkland conmocionó al país y reavivó el debate sobre el control de las armas, ya que Cruz pudo comprar legalmente el fusil con el que perpetró la masacre, pese a su historial psiquiátrico.
El 24 de marzo del 2018, una marcha impulsada por jóvenes supervivientes y padres de víctimas reunió a 1,5 millones de personas en todo el país, la mayor manifestación jamás celebrada en Estados Unidos a favor de un mayor control de las armas.
El Congreso no ha aprobado ninguna reforma significativa al respecto desde entonces, y las ventas de armas siguen aumentando.
Estados Unidos sufrió varios tiroteos sangrientos en los últimos meses, entre ellos el que dejó 19 niños y dos adultos muertos en mayo, en una escuela primaria de Uvalde, en Texas.
Tras esos asesinatos, se aprobó una modesta ley federal que prevé un aumento de la financiación para la seguridad escolar y la salud mental.