Londres. La primera ministra británica Liz Truss, en la cuerda floja tras seis semanas en el poder, sufrió un nuevo revés este miércoles con la dimisión de su ministra de Interior, Suella Braverman.
Braverman, considerada del ala dura del partido conservador en el poder, fue ministra de Interior durante apenas 43 días y su salida del Ejecutivo de Truss ahonda la crisis gubernamental iniciada el mes pasado, con el anuncio de un desastroso paquete económico.
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La responsable del Interior alegó como motivo para su dimisión usar su cuenta de correo personal para enviar un documento oficial a un colega, un “error” y una “infracción técnica” por la que aceptaba su “responsabilidad”. “Dimito”, escribió.
En su carta de renuncia, Braverman aseguró asimismo que le preocupaba “seriamente” las políticas del gobierno. “Fingir que no hemos cometido errores, actuar como si nadie pudiera ver que los hemos cometido y esperar que las cosas salgan bien por arte de magia no es una política seria”, escribió.
Truss se enfrenta a críticas generalizadas por no dimitir a ella misma después de obligar a su ministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, a asumir la culpa de una propuesta presupuestaria que creó un tsunami económico en el país.
El exministro de Transporte Grant Shapps fue nombrado, horas después, como sustituto de Braverman.
‘Una luchadora’
Rechazada por la opinión pública y cuestionada dentro de su propio partido, la dirigente conservadora aseguró el miércoles en una comparecencia ante el parlamento británico que pretende mantenerse en el cargo.
Truss afirmó que es “una luchadora, no alguien que abandona”. “Estoy dispuesta a tomar decisiones difíciles”, insistió, pese al humillante abandono de casi la totalidad de las medidas que componían su plan económico.
A finales de setiembre, su ahora exministro de Finanzas, Kwasi Kwarteng, presentó un paquete de medidas económicas constituido de recortes de impuestos masivos y un colosal apoyo a las facturas energéticas, dos cuestiones que hicieron temer un descalabro en las cuentas públicas.
La libra cayó a su nivel más bajo histórico y los rendimientos de los bonos de Estado a largo plazo se dispararon. El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir para impedir que la situación no degenerara en una crisis financiera.
El jefe de los laboristas Keir Starmer, se mofó de ella el miércoles entonando un “¡Fuera, fuera!”, que fue coreado por sus correligionarios. “¿Por qué sigue aquí?”, concluyó el líder de la oposición.
Inflación acelerada
Nombrado a toda prisa el viernes, Jeremy Hunt anunció el lunes la marcha atrás de la casi totalidad de los recortes de impuestos presentados por su predecesor, dando la impresión de que ahora el poder está antes en sus manos que en las de la jefa de gobierno.
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Pese a que la inflación se situó en el 10,1% interanual en setiembre, su nivel más alto en 40 años, Hunt quiso tranquilizar a los británicos diciendo que las jubilaciones se ajustarán al alza de los precios.
“Este gobierno da la prioridad a los más vulnerables al mismo tiempo que aporta estabilidad económica”, indicó, advirtiendo de que, no obstante, será necesario ahorrar en el gasto público.
Pese a que la situación política sigue siendo caótica, los mercados se mostraron más tranquilos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) destacó el regreso a la “disciplina presupuestaria”, en un momento en que acecha la recesión.
Pero muchos temen un regreso a la austeridad, como durante la crisis financiera del 2008, que dio lugar a recortes drásticos en el presupuesto público y a un aumento del desempleo.
Según un sondeo de YouGov, sólo uno de cada diez británicos y uno de cada cinco electores del Partido Conservador tiene una opinión favorable de Liz Truss. El 55% de los miembros del partido mayoritario estiman que tendría que renunciar, mientras que el 38% quieren que continúe en su cargo.
A dos años de las próximas elecciones parlamentarias, la oposición laborista aventaja claramente a los conservadores en los sondeos.
Cinco diputados de su partido ya exhortaron públicamente a Truss a que deje el cargo, pero a falta de un sucesor claro, los conservadores son reticentes a lanzarse en un nuevo y desgastante proceso para designar un líder.
“No creo que lanzarnos a una nueva campaña, deshaciéndonos de otro primer ministro, vaya a convencer a los británicos de que pensamos en ellos” ni va a tranquilizar a los mercados, advirtió el miércoles el ministro de Relaciones Exteriores, James Cleverly, a la cadena Sky News.