Las mujeres de Birmania han hecho de su tradicional falda un estandarte de la resistencia prodemocracia y están en primera línea de la movilización, pero lo han pagado caro: al menos seis de sus “heroínas” fueron abatidas en las protestas.
Este lunes, activistas, profesoras, agricultoras, obreras, intelectuales y estudiantes se manifestaron por las calles del país para conmemorar el día internacional de la mujer y reclamar "el retorno de Aung San Suu Kyi", derrocada por el ejército el 1 de febrero.
"Juntas podemos cambiar el mundo", rezaban algunas pancartas en Rangún, donde también ondeaban banderas multicolor hechas con su "longyi", la falda tradicional birmana.
"Las 'longyis' nos protegen físicamente. [Las fuerzas de seguridad], que apuntan contra nosotras con sus armas, nos tienen miedo", declaró una manifestante a la AFP.
Desde que empezó la movilización, pacífica, numerosas birmanas han enarbolado la emblemática prenda durante las manifestaciones.
Lo hacen para frenar el avance de la policía y del ejército, pues una creencia prohíbe a los hombres pasar por debajo de las prendas de ropa de las mujeres, so pena de perder su hombría.
Las mujeres, mucho menos discretas de lo que lo fueron en las revueltas de 1988 y 2007, representan hoy alrededor del 60% de los manifestantes, según Debbie Stothard, de la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH). Muchas encabezan las marchas.
En las horas que siguieron al golpe de Estado, Khin Mar Nwe, de 26 años, dejó la fábrica textil en la que confecciona ropa para consumidores occidentales y se incorporó de lleno en la "lucha encarnizada" contra los generales golpistas.
"Estamos aquí para manifestarnos, hombro con hombro, con los hombres", afirma la mujer. "No tenemos miedo".
Al menos 50 manifestantes han sido abatidos desde el golpe de Estado, incluyendo seis mujeres.
Mya Thwate Thwate Khaing, de 20 años, fue la primera víctima del golpe. Alcanzada por un disparo en la cabeza el 9 de febrero, se convirtió en una "heroína" en el país.
Tin Nwet Yee, una maestra de 59 años, fue abatida días después. Se había unido al movimiento de desobediencia civil y se había negado a retomar el trabajo, en una muestra de resistencia a la junta.
A principios de marzo, Kyal Sin, de 19 años, amante de la danza y de las artes marciales, se convirtió en otro símbolo de la violencia letal. Llevaba una camiseta negra que rezaba "Todo irá bien" cuando una bala le impactó en la cabeza.
"Estoy muy orgullosa de nuestras mujeres mártires [...], prometo luchar sin descanso mientras siga viva, por ellas", aseguró Khin Mar Nwe.
Algunas birmanas han visto en esta movilización prodemocracia una oportunidad de militar por una sociedad más igualitaria.
"Cuando se producen enfrentamientos en las concentraciones, algunos manifestantes nos piden que nos echemos atrás. Incluso en esta situación luchamos en calidad de mujeres" y tenemos que demostrar nuestra valía, dijo Cora, de 33 años.
Desde el golpe, 518 birmanas -seis de ellas, periodistas- han sido arrestadas, según la Asociación de asistencia a prisioneros políticos.
Bajo el gobierno de Aung San Suu Kyi se registraron progresos, aunque la sociedad birmana continúa siendo profundamente patriarcal.
En 2019, las mujeres ocupaban el 11% de los escaños del Parlamento, en comparación con el 3,5% de nueve años antes, pero ahora, muchos temen la llegada de los militares suponga un retroceso.