Abbas recorre varias farmacias para encontrar aspirina. Otros buscan leche en polvo infantil desesperadamente. En un Líbano devastado por la crisis y escasez, las medicinas, incluso las que ayudan a combatir el coronavirus, son escasas.
"Pedí dos medicamentos, sin la menor suerte", comenta molesto Abbas Souleimane, de 37 años, saliendo de una farmacia de Beirut. La única opción posible es recurrir a un prolífero mercado negro,hasta accesible en redes sociales.
"¡Incluso ya no encuentro hasta mi champú!", bromea. "El país está en la ruina total".
Enfrentado al colapso económico y la propagación del coronavirus, Líbano sufre una grave escasez de medicamentos, la mayoría importados.
Ya sea por covid-19, medicamentos para enfermedades crónicas, simples analgésicos o vitaminas, los libaneses hacen cola ante las farmacias y, frecuentemente, salen con las manos vacías.
Tras la saturación de los hospitales, muchos compraron preventivamente tubos de oxígeno, que poco después era casi imposible obtenerlo. Esto hizo que la gente lanzara un SOS en Facebook.
Dos empresas distribuyeron unas 500.000 cajas de aspirina durante enero, contra unas 200.000 mensuales de media el año pasado, explica a la AFP Karim Gebara, presidente del sindicato de importadores farmacéuticos.
"Y, a pesar de esto, el medicamento ya no se encuentra disponible", añade.
Y, ni bien los medios de comunicación o las redes sociales publicitan una droga por su supuesta efectividad contra el coronavirus, la demanda se dispara inmediatamente.
Como ocurrió recientemente con la ivermectina. Posteado en las redes sociales, en distinto idiomas y en varios países, presentan este producto, con distintos usos, pero sobre todo para combatir o prevenir plagas, como un tratamiento eficaz contra el covid-19.
Pero esta eficacia no ha sido demostrada hasta ahora y, científicamente es imposible afirmar que previene o cura la enfermedad. Pese a esto, tanto en Líbano como en otros países, se ha convertido en el último "producto milagroso", agotándose.
"Esto provoca el surgimiento de un mercado negro imparable", advierte Gebara.
Pese a todo, un importador obtuvo una licencia del ministerio de Salud. Difícil de encontrarla, actualmente se vende a 8.000 libras libanesas (un dólar, 0,83 euro), precio oficial, pero este monto alcanza hasta las 300.000 libras (35 dólares) bajo cuerda.
En la farmacia Mazen en Beirut, tanto sobre este producto como cualquier otro, los clientes obtienen a menudo la misma respuesta: "indisponible".
"La gente tiene miedo a la escasez, lo que provoca que acumule productos en casa", comenta el propietario, Mazen Bissat.
Como ejemplo, menciona un analgésico muy popular del que recibe 300 cajas mensuales. Pero sólo vende diez diarias. "Si no limitamos, las existencias desaparecerían en dos o tres días", explica.
Ante la crisis, medicamentos que eran de venta libre ahora se expiden bajo receta. Las autoridades solicitaron a los importadores racionar las cantidades distribuidas.
Pero además de la escasez, se esconde otro flagelo, el contrabando.
Han sido detenidos viajeros en el aeropuerto de Beirut que pretendían sacar del país enormes cantidades de medicamentos. Inclusive, un producto que es subvencionado en Líbano fue encontrado en un mercado de la República Democrática del Congo.
Gebara señala también: "los retrasos del Banco del Líbano con las transferencias". "Si una fábrica extranjera no recibe el pago a tiempo, el envío a Líbano se retrasará".
A causa de la escasez de divisas extranjeras y duras restricciones bancarias, las importaciones se complican, incluso de medicamentos subvencionados por el Banco central.
Se sospecha también que, a la espera de nuevas subvenciones, algunos distribuidores los mantienen almacenados.
El ministerio de Economía incautó una cantidad de leche en polvo infantil a un distribuidor que esperaba para venderla más cara posteriormente.
Nadine, de 30 años, se lamenta en una farmacia: "No hay leche infantil (...), incluso ésta se ha convertido en un negocio lucrativo".
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