Admiradora de la primera ministra Margaret Thatcher, a la que interpretó de niña en una obra del colegio, la jefa de la diplomacia británica, Liz Truss, espera ahora sucederla como tercera mujer a las riendas del gobierno en el Reino Unido.
Al igual que Thatcher, apodada la "dama de hierro" por la mano dura con que gobernó el país de 1979 a 1990, Truss, de 46 años, es una defensora del libre comercio y entró en la campaña para suceder al primer ministro Boris Johnson encarnando al ala más derechista del Partido Conservador.
Desde hace casi un año, es ministra de Relaciones Exteriores y llegó a imitar a Thatcher posando con un gorro de piel ruso en la Plaza Roja en febrero, durante un viaje a Moscú para intentar disuadir al presidente Vladimir Putin de invadir Ucrania.
Pero el viaje, además de las bromas desatadas por estas fotos, terminó en un fiasco diplomático.
En particular, Truss cayó en la trampa de su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, al decir que ella "nunca" reconocería la soberanía de Moscú sobre dos ciudades rusas cercanas a Ucrania, Rostov y Voronezh, cuya pertenencia a Rusia nadie discute.
Junto a Johnson, Truss ha encarnado el masivo apoyo del Reino Unido a Ucrania, con sanciones económicas a una escala sin precedentes.
También destacó por su postura, primero conciliadora y luego intransigente, con la Unión Europea en las delicadas negociaciones sobre los acuerdos posbrexit para Irlanda del Norte.
Su nombramiento en el ministerio de Relaciones Exteriores fue tanto un espaldarazo como un medio por parte de Johnson de intentar controlar las ambiciones de esta figura ascendente.
Mostrándose leal hasta el final, ahora tendrá que lograr un delicado equilibrio para aprovechar el trabajo realizado en los últimos meses sin aparecer como una heredera directa del controvertido líder conservador.
Cuando llegó al poder en julio de 2019, Johnson había confiando a Elizabeth ('Liz') Truss la cartera de Comercio Exterior.
En este puesto, que le permitió familiarizarse con los canales diplomáticos, se convirtió en la cara de las negociaciones comerciales de Londres tras el Brexit.
Fue todo un cambio de rumbo para una mujer que había defendido la permanencia británica en la Unión Europea durante el referéndum de 2016 antes de decir que veía oportunidades económicas en el Brexit.
Ha trabajado para forjar nuevas alianzas de libre comercio y concluyó acuerdos con Japón, Australia y Noruega.
Pero sus críticos afirman que estos tratados solo reintroducen las ventajas perdidas con la salida de la UE. Y Truss no logró el gran acuerdo comercial con Estados Unidos que Londres tanto ambicionaba.
Nacida el 26 de julio de 1975, casada y con dos hijas, "Liz no tiene miedo de decir lo que piensa, y cree que liberar a la gente de los gravosos trámites burocráticos para crear y hacer crecer las empresas es la clave de nuestro futuro económico", presume su página web.
Tras una década en el sector privado, sobre todo como directora comercial, fue primero concejala en el sureste de Londres y luego se convirtió en diputada en 2010, por la circunscripción de South West Norfolk, en el este de Inglaterra.
En 2012 entró en el gobierno y ocupó una serie de carteras, primero como secretaria de Estado de Educación y luego como ministra de Medio Ambiente de 2014 a 2016.
También se convirtió en la primera mujer ministra de Justicia y, posteriormente, en secretaria jefa del Tesoro.
Sin embargo, su presencia en las filas conservadoras no era evidente ni mucho menos.
Truss creció en un entorno muy izquierdista. En la prestigiosa Universidad de Oxford, donde se licenció en política y economía, presidió el grupo eurófilo liberal-demócrata, que en su momento apoyó un segundo referéndum sobre el Brexit.
Según ella misma admitió, escandalizó a sus padres, un profesor de matemáticas y una defensora del desarme nuclear a los que acompañaba a las manifestaciones cuando era niña, al acabar adoptando posturas muy derechistas.
Los conservadores, entre quienes rápidamente se convirtió en una estrella emergente, encajaban mejor con las ideas de esta defensoras de los bajos impuestos.
"Mi filosofía personal", dijo una vez al periódico The Guardian, "es dar a la gente la oportunidad de tomar sus propias decisiones".
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