Los “icefall doctors” de Nepal, experimentados sherpas, se preparan para trazar un itinerario seguro para los alpinistas extranjeros que esperan recibir en el Everest, tras el desastre de la última temporada turística, destrozada por la pandemia de covid-19.
Cada primavera, estos veteranos sherpas son los primeros en llegar al techo del mundo (8.848,86 m) para abrir un circuito seguro, apartado de las vertiginosas grietas y a través del hielo, en constante cambio, como la peligrosa cascada de hielo del glaciar de Khumbu.
"Un equipo de ocho hombres (...) llegó al campamento base del Everest, donde se está preparando", declaró a la AFP Nishan Shrestha, del Comité de Control de la Contaminación de Sagarmatha, que dirige la organización del circuito. "Empezarán a trabajar la próxima semana, el primer día que sea propicio".
El año pasado, la pandemia de coronavirus se declaró justo antes de la temporada alta de alpinismo y obligó a Nepal a cerrar sus fronteras. El covid-19 tuvo unas consecuencias nefastas para miles de residentes de Nepal que viven de esta actividad, como los guías o los hoteleros.
Pero este año, el país ha reabierto sus fronteras y aunque los extranjeros tengan que cumplir una cuarentena de siete días y presentar un test negativo de covid-19 antes de ir de expedición, la situación parece aclararse.
"Ahora está mucho mejor. No creo que el Everest vea tantos alpinistas como en 2019, pero nos vamos acercando", declaró Mira Acharya, una responsable del departamento de Turismo, que entrega los permisos a quienes quieren ascender al pico.
El lado tibetano del Everest, en cambio, continúa cerrado a los extranjeros este año, algo de lo que Nepal podría beneficiarse.
El alpinismo es una fuente de ingresos considerable en este país del Himalaya, que alberga ocho de las catorce cumbres de más de 8.000 metros que hay en el mundo.
En Katmandú, los operadores de expediciones comprueban el material y los equipos de alpinismo y organizan el aprovisionamiento de víveres, con la esperanza de atender a los clientes dentro de poco.
El año pasado, "todo fue cancelado en el último minuto", recordó el guía de alta montaña Temba Bhote, que espera efectuar su séptima ascensión al Everest esta temporada.
"Todos sufrimos, tanto las empresas como los trabajadores. Pero el contexto este año es diferente. Hay más visitantes de los que esperábamos", agregó. "Así que muchos han vuelto a encontrar trabajo".
Sin embargo, algunos operadores de expediciones internacionales, menos optimistas, optaron por anular sus contratos porque la situación sanitaria continúa siendo incierta.
"Esta situación no es muy distinta a la de ir a la montaña sabiendo que existe un fuerte riesgo de avalancha", explicó Guy Cotter, de la empresa neozelandesa Adventure Consultants, en un comunicado.
"Hay posibilidades de salir adelante, pero quizá no, así que, teniendo en cuenta nuestras informaciones, parece que de momento [organizar las excursiones] no es lo más adecuado", señaló.
Antes de la pandemia, Nepal tuvo problemas para responder al importante aflujo de alpinistas llegados para escalar el Everest, lo que en ocasiones provocó accidentes con un desenlace fatal.
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En 2018, la temporada de primavera registró un número récord de alpinistas en el Everest, 885, de los que 644 partieron desde el sur y 241, desde el flanco norte, en el Tíbet. La temporada terminó con once decesos y al menos cuatro de ellos se debieron a la excesiva cantidad de escaladores.
Para evitar aflujos de tal envergadura, Nepal recomendó subir el precio de los permisos de ascensión y exigir que los alpinistas se entrenen en otros picos de la región de al menos 6.500 metros antes de escalar el Everest.
Además, el gobierno prohibió los productos desechables de plástico en la región del Everest, para reducir las enormes cantidades de basura que cada año dejan los alpinistas.
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