Apenas 13 días antes del armisticio que puso fin a la guerra en Corea, Lee Sun-woo, un soldado surcoreano, fue apresado y forzado a trabajar durante más de 30 años en una mina de Corea del Norte, como miles de compatriotas suyos.
Lee forma parte de los cerca de 50.000 prisioneros de guerra surcoreanos que no fueron liberados por Pyongyang tras el conflicto (1950-1953).
Fueron obligados a trabajar en minas de carbón, en fábricas o en el sector de la construcción.
Su historia salió de nuevo a la luz el pasado junio, cuando la Justicia surcoreana falló para obligar a Pyongyang a indemnizar a dos exdetenidos que estuvieron sometidos a trabajos forzados durante varias décadas.
Según los activistas, decenas de miles de hijos y nietos suyos fueron los que padecieron su triste destino.
Lee tenía 24 años cuando su tanque fue atacado, durante la última gran operación de esta guerra. Resultó herido y perdió tres dedos en una violenta explosión.
Cuando despertó, estaba prisionero. "Trabajé 35 años en una mina de carbón", contó Lee, de 90 años, a la AFP.
Tras haberse casado con una norcoreana y haber tenido hijos, se vio obligado a trabajar "como un esclavo" en una mina.
Sus hijos sufrieron la misma suerte que él.
"Ustedes no pueden imaginar lo duro que es ser prisionero de guerra surcoreano", explicó Lee, llorando. "Tus hijos te odian".
Cuando se retiró, a los 77 años, Lee arriesgó su vida para volver a su país.
“Me decía que no sería tan grave morir tres días después, si al menos había podido volver a mi ciudad natal, reencontrarme con mis familiares y visitar las tumbas de mis ancestros”, comentó.
Residía cerca de la frontera China y decidió cruzar a nado, con su hijo, el río que separa a ambos países.
Desde allí, desertaron a Corea del Sur, donde descubrieron que había sido declarado muerto en combate, como se hizo con todos los prisioneros de guerra.
Pyongyang invadió Corea del Sur en 1950 y, hasta el armisticio, cientos de miles de soldados fueron apresados a ambos lados de la Zona Desmilitarizada (DMZ).
Según la Convención de Ginebra, de 1949, los Estados no pueden retener a los prisioneros de guerra después de que termine el conflicto, pero Pyongyang solo autorizó el retorno de 8.343 surcoreanos.
Un viejo informe
En 2014, un informe de la ONU consideró que al menos 50.000 prisioneros de guerra surcoreanos permanecieron en el Norte después de la guerra, y que cerca de 500 seguían vivos.
Fueron los grandes olvidados de las cinco cumbres intercoreanas. Al parecer, la cuestión de su repatriación no era una prioridad.
El régimen norcoreano considera a los exsoldados surcoreanos "hostiles", una deshonra que se transmite de padres a hijos.
"Los hijos y nietos de los prisioneros de guerra están obligados a vivir y trabajar en las regiones mineras", afirmó Joanna Hosaniak, de la Alianza de Ciudadanos por los Derechos Humanos en Corea del Norte, una oenegé radicada en Seúl.
Y aunque solo la mitad de ellos haya tenido hijos y nietos, estos representan "al menos entre 60.000 y 100.000 personas", según ella.
En junio, un tribunal surcoreano ordenó a Pyongyang a pagar a dos exprisioneros dos millones de wones (15.800 euros, 19.100 dólares), es decir, unos 410 dólares por cada uno de los 40 años pasados en las minas.
Ni Corea del Norte ni Corea del Sur se reconocen mutuamente por lo que es poco probable que Pyongyang acate el fallo.
Corea del Norte afirma que respeta los derechos humanos y que repatrió a todos los prisioneros de guerra, y un representante del gobierno afirmó solo se quedaron en el país los que lo deseaban.
Lee lamentó que Seúl no se haya ocupado de la situación de los exprisioneros durante décadas.
“Aunque yo haya vuelto, todavía hay muchos otros que no han podido regresar”.