Haber visto la obra de Jean-Luc Godard significa ver el cine de otras formas. El gran cineasta, último referente de la “nueva ola francesa”, murió este martes a los 91 años, mediante un suicidio asistido, en su domicilio en la pequeña localidad de Rolle en Suiza.
“Jean-Luc Godard falleció de manera apacible en su domicilio rodeado de sus seres queridos. Será cremado”, indicó el breve comunicado de la familia transmitido a AFP.
El cineasta detrás de filmes históricos como Pierrot el Loco (1965), Sin aliento (1960) y El desprecio (1963) recurrió “a la asistencia legal en Suiza para una muerte voluntaria, a raíz de ‘múltiples patologías invalidantes’”, explicó Patrick Jeanneret, un consejero del cineasta.
Godard vivió en los últimos lustros de su vida recluido en su pueblo a orillas del Lago Lemán. Amante de la provocación pero celoso de su intimidad, su deceso fue un ejemplo de ese secretismo.
El anuncio del deceso tendría que haberse hecho dentro de “dos días”, explicó a AFP Patrick Jeanneret. Pero el comunicado tuvo que ser escrito a toda prisa a raíz de la filtración en la prensa de la información.
La cremación tendrá lugar “de aquí a dos días, quizás mañana” miércoles, agregó el consejero, precisando que “las cenizas permanecerán con su esposa”, Anne-Marie Miéville.
“Fue como una aparición en el cine francés. Jean-Luc Godard, el más iconoclasta de los cineastas de la Nouvelle Vague, había inventado un arte resueltamente moderno, intensamente libre. Perdemos un tesoro nacional”, reaccionó en Twitter el presidente francés, Emmanuel Macron.
“JLG”, como también se le conocía en Francia, rehusaba los honores, que fueron muchos en su dilatada carrera: premios en los principales certámenes cinematográficos del mundo, y galardones honorarios de la Academia de los Óscar, la Academia francesa o el Festival de Cannes.
Vivía desde hacía años en el pueblo de Rolle, a orillas del lago Leman, en compañía de su esposa.
Es autor de frases inmortales, como “el cine no escapa al paso del tiempo. El cine es el paso del tiempo”.
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Carrera incomparable
Con un cigarro entre los labios y un espíritu siempre rebelde, el director de cine francosuizo Jean-Luc Godard, fallecido este martes a los 91 años, dejó huella entre generaciones de cinéfilos al ser uno de los principales representantes de la nueva ola francesa, movimiento que surgió en los cincuenta que abrió paso a la experimentación.
Nacido el 3 de diciembre de 1930, Godard empezó como crítico de cine en la famosa revista Cahiers du Cinéma. Cuando empuñó la cámara de rodaje ya tenía las ideas claras: había que acabar con el clasicismo que había inundado de nuevo al cine francés tras la Segunda Guerra Mundial.
Sin aliento, la película de 1960 que lo encumbró, utilizaba los travellings y la música de manera innovadora. Era su primera obra y con ella ganó un premio en el Festival de Berlín.
Pero eso era tan solo el principio, junto a otros jóvenes directores como François Truffaut quienes cambiaron el cine para siempre. “Godard es el cineasta más grande” aseguraba este último. “No es el único que filma como respira, pero es el que respira mejor”.
Hasta su muerte, Godard buscó siempre la provocación y la experimentación, sin buscar la unanimidad. Alternó películas para expertos junto a éxitos de taquilla.
Era un artista que conseguía cancelar un festival (el de Cannes) para unirse al alboroto en las calles (en 1968), que filmaba y luego editaba sin seguir ningún consejo.
En los sesenta tuvo su época más fértil. Hizo películas de gran éxito como Pierrot el loco. Después, al ser un exaltado partidario de la causa palestina, realiza con Anne-Marie Miéville Aquí y en otro lugar (1976), documental en el que compara a los judíos con los nazis, suscitando escándalo.
Luego hizo otra producción que molestó al papa Juan Pablo II. Se trató Yo te saludo, María (1984), en la que la Virgen aparece desnuda en la pantalla.
Años finales
A partir de los años 1980 Godard se fue aislando en Suiza. Aún envejeciendo, nunca dejó de hacer cine.
Godard volvió a Suiza, donde vivió cuando era niño. Era de familia adinerada, pero sus padres se divorciaron y él tuvo una adolescencia difícil, en Lausana. Se escapó en cuanto pudo a París, donde vivió como un bohemio antes de entrar en el cine.
Al final de su vida, en 2018, Cannes le otorgó una Palma de Oro “especial” que no fue a recoger, como tampoco lo hizo con otros galardones. Justamente, ese año presentó El libro de las imágenes (2018), otro revolucionario y magnífico filme.
Como declaró el actor Alain Delon a la AFP: “la historia del cine pasa una página. Gracias, Jean-Luc, por los bonitos recuerdos que nos dejaste”.