Managua. Se exilió en Costa Rica tras acusar de violación a su padre adoptivo, Daniel Ortega, en 1998. Lejos pero al tanto de todo, Zoilamérica Ortega Murillo asegura que tanto él como su madre, Rosario Murillo, se “jugarán la vida” para seguir en el poder en Nicaragua.
A cuatro meses de las elecciones generales del 7 de noviembre, el gobierno ordenó la detención de 26 opositores, entre ellos seis aspirantes a la presidencia, acusándolos de conspirar para derrocarlo con ayuda de Washington.
Ortega, de 75 años, gobernó Nicaragua por primera vez de 1979 a 1990. Derrotado en elecciones por Violeta Barrios de Chamorro, regresó al poder en el 2007 con la exguerrilla izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Murillo, de 70, es su vicepresidenta.
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La comunidad internacional lo acusa de gobernar de manera autoritaria tras la represión de manifestaciones contra su gobierno en el 2018, y considera que está limpiando el camino para postularse a un cuarto mandato consecutivo.
“Es importante que la comunidad internacional reconozca que, ante estas dictaduras, las diplomacias no pueden funcionar a través de pronunciamientos”, dice Zoilamérica, de 53 años, en una entrevista.
— ¿Cuál ha sido el sentimiento en estos ocho años lejos de su país (dejó Nicaragua en 2013)?
— Las formas de persecución que viví hoy se repiten. Mi denuncia (en 1998) fue la primera evidencia de lo que podían llegar a ser capaces (sus padres).
“Considerar a Daniel Ortega abusador sexual y a mi madre como cómplice implicó que ellos ensayaran el uso del poder político para sus propósitos”.
— La cineasta Leonor Zúñiga, en el documental “Exiliada”, comparó lo que le sucedió con la crisis de Nicaragua. ¿Hay similitudes?
— Claro. El primer elemento del abuso tuvo que ver con una profunda manipulación de una niña. El espejismo de un padre protector que a la vez te agrede y abusa es lo mismo que ha vivido la sociedad nicaragüense.
“También, igual que me sucedió a mí cuando denuncié, una vez que se evidenció el despertar del pueblo en el 2018, se conoció su capacidad destructiva y lado criminal”.
— ¿Cómo tomó que su madre le diera la espalda?
— Hubiese entendido que guardara silencio, pero no que se volviera mi principal persecutora. No que fuese capaz de negar su maternidad.
“Sin embargo, el poder para ella no es negociable. Me ha tocado entender que la persona que me dio a luz quedó atrás para dar lugar a una cuyo rol social e identidad están definidos por el poder”.
— ¿Veía una necesidad de poder en Murillo?
— Hay que ser cuidadosos al decir que son dos personas irracionales. Lo irracional es el apego al poder, pero los actos de criminalidad que cometen han sido estratégicamente calculados desde una visión política sin escrúpulos ni humanismo.
“Ensayan técnicas para anular la voluntad, dignidad e integridad física de las personas”.
— ¿Son acciones planeadas o medidas desesperadas?
— Rosario Murillo nunca comete un acto sin tener listo el que sigue. No podemos menospreciar el poder destructor de alguien que se está jugando la vida en unas elecciones (...) Aquí se están jugando la vida, porque ellos sin poder político no pueden sobrevivir; no se crearon una vida como seres humanos.
‘La resistencia está montada’
— ¿Por esa necesidad de poder, el apellido Chamorro es sinónimo del enemigo?
— La derrota electoral del 90 fue una sorpresa, porque arrogantemente nunca pensaron perder, como tampoco pensaron que en el 2018 podrían tener un movimiento de resistencia nacional.
“El pueblo de Nicaragua le creyó a doña Violeta su oferta de paz; optó por una propuesta cívica y eso les significó una bofetada.
“Hoy esa es la batalla que no pueden perder. Pero para mantenerla cautiva (a la opinión pública) necesitan recrear el escenario de los 90, que es de guerra, y por eso hablan de imperialismo y de la CIA pagando a la oposición.
“Quieren llevar el conflicto y represión a un máximo nivel, porque es en el escenario bélico donde juegan mejor”.
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— ¿Por eso la primera candidata detenida es Cristiana Chamorro, hija de Violeta?
— Efectivamente, porque ellos han querido también encerrar la historia. Cristiana representa para el pueblo el “sí se pudo”. Ese simbolismo es uno que necesitaban no solo sacar del escenario público, sino eliminar de la conciencia de los nicaragüenses.
“Convertir a los héroes de la lucha cívica en delincuentes es quitarle este mensaje simbólico que moraliza y da esperanza”.
— ¿Qué acciones le quedan a Ortega y a Murillo?
— Insospechadas. Pueden ser capaces de todo. Vamos a ver más crímenes, pero la resistencia está montada (...) No tiene retroceso y va a ir encontrando cauce.
— ¿Sin una oposición unida, hay opciones de vencer a Ortega?
— Si han tenido que encarcelar líderes es porque la oposición sí les ha representado alto riesgo.
“Meses atrás había desconfianza y preocupación por la falta de unidad, porque empezábamos a dudar quiénes eran aliados del gobierno.
“Pero ahora nos están haciendo el favor de evidenciar que cada una de estas personas que levantó su voz ha estado dispuesta a pagar el costo”.
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‘Un país rehén’
— ¿Qué solución ve?
— La solución no es convocar a un diálogo para reparar las elecciones (...) No hay posibilidad de cambio si en la negociación no se incluye la salida del régimen.
— ¿Qué puede pasar después de las elecciones del 7 de noviembre?
— Ya no son las elecciones lo que más preocupa, sino detener esta capacidad de Ortega y Murillo de aislar a Nicaragua como país, de generar bloqueos que a la larga van a tener al pueblo como víctima.
“(Se puede) Llegar a un punto donde a Ortega no le vaya a importar tener a un país rehén, capturado. Él está preparado para un bloqueo, está preparado para todo”.
— ¿Existe algún escenario en que Daniel Ortega pueda salir, presionado por la comunidad internacional?
— Ellos, por su propia voluntad, no van a salir.