Londres. En los puestos de Borough Market, en el centro de Londres, los clientes comparan los quesos sin quitarse la mascarilla. Una escena inusual en el Reino Unido, donde su uso sigue siendo opcional en el exterior pese al agravamiento de la pandemia.
País más castigado de Europa por la pandemia, con 82.000 muertes confirmadas, el Reino Unido se enfrenta desde diciembre a una variante del coronavirus considerada hasta un 70% más contagiosa.
Pero pocas personas usan mascarilla en la calle y algunos son incluso reacios a ponérsela en el transporte público o en las tiendas, donde es obligatorio desde hace meses.
Sin embargo, el Borough Market, un mercado al aire libre muy apreciado por turistas y londinenses, impuso la utilización de cubrebocas desde el lunes, convirtiéndose en el primer lugar público en hacerlo gracias a unas regulaciones específicas del mercado que datan de antes de la era victoriana (1837-1901).
Tanto vendedores como clientes deben cubrirse nariz y boca so pena de una multa de 50 libras ($68, 56 euros).
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“Queremos asegurarnos de que nuestro mercado permanezca abierto y seguro”, dice Kate Howell, directora de desarrollo, lamentando “los mensajes poco claros del gobierno”.
Los clientes, pocos en estos tiempos de confinamiento, que circulan entre los puestos de venta de venado, mariscos o pasteles, cumplen a gusto con la regla.
Aunque duda de la eficacia de la mascarilla, Patrick, de unos 50 años, que hace su compra en una quesería, considera que “es muy importante que nuestro mercado sobreviva porque hay productos que no se pueden comprar en un supermercado”.
Tranquilizar a los clientes
Graham Teale, propietario del comercio The Turkish Deli, lleva la mascarilla desde febrero y espera que su uso generalizado tranquilice a los amantes de las aceitunas y el humus que se acercan hasta su puesto emplazado en un local bajo los arcos del viaducto del tren.
“En torno a Navidad, había bastantes grupos de personas comiendo y bebiendo alcohol en la calle. Muchos de nuestros clientes no se sentían cómodos y no querían venir”, explica.
El gobierno de Boris Johnson no es partidario de generalizar el uso de mascarillas al aire libre, como se ha hecho en España, Italia y muchas ciudades de Francia.
Sin embargo, Chris Whitty, director médico de Inglaterra, reconoció en la BBC que existe un “riesgo” de transmisión del virus cuando la gente hace cola fuera o se agolpa alrededor de un puesto de mercado. “En esta situación, sería lógico pensar en ponerse una mascarilla”, afirmó.
Pero la consigna oficial sigue siendo limitar las interacciones y, después de haber priorizado la pedagogía no siempre con resultados, aplicar más estrictamente las normas ya en vigor.
Varias cadenas de supermercados han advertido que negarán la entrada a los clientes que no se cubran la boca y la nariz, salvo exención por motivos médicos.
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“Una pequeña minoría de personas no respeta las reglas y eso cuesta vidas”, alertó el martes Kit Malthouse, secretario de Estado de Seguridad Pública, advirtiendo que el gobierno está considerando medidas más estrictas.
Mientras tanto, los científicos británicos están divididos sobre la utilidad de las mascarillas en espacios exteriores.
“El riesgo de transmisión en el exterior es mucho menor que en el interior”, defiende Paul Hunter, profesor de la Norwich School of Medicine. Las mascarillas “no reemplazan una buena distanciación” entre personas y “son ineficaces si se mojan”, especialmente cuando llueve, subraya.
Sin embargo, Julian Tang, virólogo de la Universidad de Leicester, cree que las mascarillas tienen un papel que desempeñar, especialmente en invierno cuando “el aire más frío con menos luz solar ayuda a este coronavirus a sobrevivir en los aerosoles”, esas nubes de partículas virales.
Y compara los aerosoles con el humo de un cigarrillo: “Si está usted en la cola del autobús y alguien está fumando, incluso si está a más de dos metros, si está en el camino del humo todavía puede olerlo”, afirma, recomendando usar tapabocas en lugares concurridos incluso exteriores.