La cremación este viernes del jefe histórico del grupo armado maoísta Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, fallecido en prisión el 11 de septiembre, a los 86 años, cierra un capítulo de la violencia política en Perú.
Guzmán, un oscuro profesor de filosofía estudioso de Kant y admirador de Mao, cumplía desde hace 29 años una condena a perpetuidad en una prisión de alta seguridad resguardado por militares.
Su captura y la de su estado mayor, el 12 de septiembre de 1992, desarticuló y dividió a Sendero Luminoso. En su momento de auge se le atribuyó al grupo tener hasta 5.000 seguidores.
Aquí algunas claves que describen su proceder.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) lo definió como una "organización subversiva y terrorista", que buscó alcanzar el poder por la vía violenta. En mayo de 1980 el grupo inició un conflicto armado contra el Estado, cometiendo "gravísimos crímenes que constituyen delitos de lesa humanidad". Es responsable de 54% de las víctimas de ese conflicto, que dejó más de 69.000 muertos.
Abimael Guzmán, en Ayacucho, sureste de Perú. Se trata de un profesor universitario de filosofía que, bajo la doctrina maoísta, asumió un liderazgo mesiánico en su organización, en donde se le llamaba "Puka Inti" (Sol Rojo, en quechua), aunque su nombre "revolucionario" fue camarada o "presidente Gonzalo". Surge en los sectores oprimidos de los Andes y desata una "guerra popular" del campo a la ciudad, siguiendo la revolución china de Mao Tse Tung.
Las directivas del "camarada Gonzalo" simplifican el maoísmo y lo vuelven "más violento", explica la CVR. Proclama "la militarización del Partido Comunista y de la sociedad resultante del triunfo de su revolución".
Una de las matanzas más sangrientas fue la de 1984 en Soras, región de Ayacucho, donde asesinaron a 117 campesinos agricultores que rehusaron apoyarlos.
Casi todos sus líderes están presos, pero sus remanentes, liderados por Víctor Quispe Palomino ("camarada José") operan aún en el mayor valle de cultivos de hoja de coca de Perú (VRAEM), aliados con el narcotráfico. Las autoridades estiman el número de sus seguidores en unos 200.
Los líderes históricos de Sendero aseguran que esta facción no opera bajo su mando.
No. Aunque reconocieron su derrota y ya no proclaman la lucha armada, Osmán Morote, miembro de la cúpula de Sendero, dijo a la revista Caretas desde la cárcel: "La prisión es dura pero jamás nos someterá, menos debilitará nuestra profunda convicción de que el futuro pertenece al proletariado y el pueblo".
La CVR plantea que la reconciliación no es con Sendero, sino entre el Estado y las víctimas que sufrieron el terror.
Analistas consideran que en el largo plazo puedan ingresar en política, pero antes tendrían que mostrar arrepentimiento.
bur-ljc/pb/lda/dg