Centenares de manifestantes acampaban este domingo por segundo día consecutivo en Jartum exigiendo un gobierno militar, lo que agrava todavía más lo que el primer ministro Abdullah Hamdok ha denominado como la "peor crisis" en el Sudán pos-Bashir.
Para los incondicionales de un gobierno civil, que fueron la punta de lanza de la revuelta popular que en 2019 puso fin a tres décadas de dictadura del general Omar al Bashir, esta sentada constituye un "golpe de Estado" en ciernes, en un país que ya ha sufrido varios.
Pero, los manifestantes contrarios al gobierno de Hamdok, que instalaron sus carpas el sábado de noche frente al palacio presidencial en Jartum, donde se reúnen las autoridades civiles y militares de la transición, no dan brazo a torcer.
Las fuerzas de seguridad, ubicadas a las puertas del palacio no intervinieron para impedir el campamento, en tanto que apenas una semana atrás habían prohibido que una columna integrada por abogados se acercara al lugar.
"La sentada continúa, no nos iremos de aquí hasta que el gobierno sea destituido", indicó a la AFP Ali Askuri, uno de los organizadores de la protesta. "Solicitamos oficialmente al Consejo soberano que deje de entenderse con este gobierno", añadió.
Instalado en agosto de 2019, tras la caída del régimen de Bashir, el Consejo soberano, integrado por militares y civiles, monitorea la transición hacia unas elecciones con un gobierno civil liderado por Hamdok.
Desde el sábado de noche, la multitud concentrada en el campamento pide "un gobierno militar", al grito de "¡un ejército, un pueblo!" para sacar adelante al país, entre los más pobres del mundo de acuerdo a la ONU, paralizado política y económicamente.
Todo esto por convocatoria de una facción disidente del bloque civil, el cual que procura desde 2019 junto al poderoso ejército conducir a Sudán a las primeras elecciones libres de su historia.
De golpe, la unión compacta de la revuelta popular que impulsó al ejército a derrocar al autócrata Omar al Bashir se ha resquebrajado.
Militares y civiles se están dividiendo, al igual que los diferentes bloques civiles. El sábado, el ministro de Finanzas, Jibril Ibrahim, exlíder rebelde integrado al gobierno inclusivo de Hamdok, arengó a las masas exigiendo la renuncia de éste.
La sentada es "un episodio más en el escenario de un golpe de Estado", señaló a la AFP Jaafar Hassan, portavoz del bloque civil de esta revuelta, Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FLC).
Su objetivo es "obstaculizar la vía hacia la democracia", añadió, acusando a los participantes de la 'sentada' de ser "partidarios del viejo régimen y partidos extranjeros cuyos intereses se vieron afectados por la revolución".
Una sentada ilimitada genera el temor de un aumento de las tensiones, puesto que las FLC convocaron una manifestación el próximo jueves para exigir el traspaso absoluto del poder a los civiles.
Las FLC vaticinan "una manifestación de un millón de personas" para, de acuerdo a Hassan, "demostrar al mundo cuál es posición del pueblo sudanés".
Estas nuevas tensiones fragilizan todavía más la transición.
El 21 de septiembre fue frustrado un golpe de Estado en Jartum y, desde el 17 del mismo mes, manifestantes han bloqueado el mayor puerto del país, en la región de Port Sudan (este).
La inflación galopante supera el 300%, el alto costo de vida y la escasez de infraestructuras son las principales causas de la cólera en este país, rico en oro y recursos agrícolas. Dos años después de instalarse el gobierno de Hamdok, la situación económica continúa siendo atroz.
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