Sumy. Los soldados en el frente oriental de Ucrania ya llevan cinco agotadores meses bajo el bombardeo ruso, midiendo los largos días y noches por la cadencia metronómica del incesante fuego de artillería.
Pero en los raros momentos de silencio y quietud, cuando callan las bombas y nada tiembla, los soldados piensan en la familia y el en hogar, añoran con dolor los tiempos de paz. El 10º Batallón del ejército ucraniano comenzó a avanzar, excavando nuevas trincheras a solo dos kilómetros de la frontera con Rusia, cuando de pronto se instaló la calma.
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“Teníamos misiles y disparos periódicos, pero ahora tenemos el armisticio granero para las cosechas a ambos lados”, comentó el sargento Chekh, a quien AFP identificó por su nombre cifrado acorde con los protocolos de seguridad.
“Pero en dos o tres días, cuando se termine la cosecha, los ataques con artillería y morteros volverán con renovado vigor”, adelantó.
El comandante de escuadrón de 51 años, tiene familiares detrás de las líneas enemigas en Jersón, una provincia en su mayoría bajo control ruso a 500 km de la guerra que él está librando en la región nororiental de Sumy.
“No he tenido contacto con mi madre en tres meses y no sé si ella está viva. Tiene 88 años”, contó a AFP. “He tenido algún contacto con los vecinos y envié dinero, pero no tengo idea de su situación”, agregó.
Motivación
Chekh, un abogado de profesión, trasladó a su familia a la relativa seguridad de la ciudad occidental de Leópolis cuando estalló la guerra, y luego se ofreció de voluntario en la oficina local de reclutamiento.
Además de preocuparse por su madre, añora reunirse con su esposa, dos hijas e hijo pequeño, todos los cuales aguardan el fin de la guerra en el exterior. La meta de reencontrarse con su familia es lo que le da fuerza, dijo.
Cerca de allí, los compañeros de Chekh, se sienten bajo un toldo en el bosque para fumar e intercambiar historias en una pausa en la excavación de trincheras, su principal tarea durante la pausa en los combates. Unos 150 civiles murieron en la guerra en la región de Sumy, dijo a AFP su gobernador Dmytro Zhyvytsky, de 39 años.
Aldeas y poblados a lo largo de sus 564 km de frontera con Rusia enfrentan ataques casi diarios de cohetes Grad, howitzer y morteros, indicó. Pero al menos por ahora, la parte de la línea de frente que corresponde al 10º Batallón parece extrañamente tranquila. No se escuchan disparos o el boom habitual de un proyectil que estalla.
En un momento de comedia involuntaria, el aire vibra con el lamento cacofónico que parece el grito de guerra de un combatiente... pero entonces suena un tambor y resulta obvio que es solo el teléfono de alguien.
Modelo
El lacónico comandante de compañía, capitán Roman, supervisa la excavación de una nueva trinchera. Observa la línea de árboles en busca de señales de movimiento del enemigo. “Ellos de vez en cuando lanzan artillería y granadas y siempre hay algún disparo”, contó a la AFP el hombre de 43 años.
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Cerca del 90% de los combatientes del 10º Batallón son voluntarios que han visto poco o ningún combate, pero sus comandantes dicen que lo que les falta en experiencia lo compensan con entusiasmo.
“Estamos aquí para defender nuestro país”, dijo Roman a AFP. Los soldados saben que pueden morir, pero están listos para cumplir su tarea, defender a Ucrania”.
Más abajo, el comandante de pelotón, teniente Volodimir, muestra orgulloso una nueva trinchera mientras explica los motivos por los que se ofreció de voluntario. El hombre de 43 años, exfuncionario administrativo del politécnico de Leópolis, renunció a su empleo para combatir porque quiere ser un modelo para sus dos hijos.
Piensa en el efecto que su muerte en combate tendría en sus hijos de 12 y 16 años, pero argumenta que su coraje sería un buen ejemplo para ellos. “Si me quedara en Leópolis haciendo nada, ¿qué ejemplo le daría a mis hijos sobre ser patriótico con Ucrania?”, cuestionó.