Prymorske. Concentrado, mirando a lo lejos, Ivan Russev recorre parte de una playa del mar Negro en busca de un delfín varado. Este científico ucraniano lleva un registro de los efectos de la guerra en la fauna y la flora local desde el inicio de la invasión rusa.
El balance es “aterrador”, dijo este hombre de 63 años, director científico del parque nacional de Lagunas de Tuzly, 280 km2 de costas protegidas en Besarabia, una zona histórica aislada de la región de Odesa, en el suroeste de Ucrania, cerca de la frontera con Rumania.
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Cada día Russev inspecciona el territorio, controlado por el Ejército, en busca de delfines varados en la arena.
Los primeros mamíferos empezaron a encallarse a principios de marzo. Se tenía que actuar rápido para documentar estas muertes: los chacales son numerosos en la zona y los cuerpos de los delfines no duraban más de una noche.
Russev, oriundo de la región, empezó desde el primer día de la ofensiva rusa, el 24 de febrero, a llevar un recuento de las consecuencias del conflicto en el parque, en un diario muy seguido en Facebook.
Luego, “empezamos a comunicarnos con nuestros colegas turcos, búlgaros, rumanos, y todos llegan a las mismas conclusiones: hay un número enorme de delfines muertos desde el inicio de la guerra”.
La Fundación Turca para la Investigación Marina (TUDAV) ya expresó su preocupación en marzo sobre un “aumento inhabitual” de muertes de delfines encontrados en la costa turca del mar Negro.
Russev adelanta una cifra: “5.000 delfines muertos según los datos recogidos”, es decir, casi el 2% de la población total del animal en el mar Negro. “El año pasado, en nuestros 44 km de costa, encontramos en total tres delfines”, explicó a la AFP. “Este año, en sólo los 5 km en los que tenemos derecho de operar, ya encontramos 35″.
Imposible saber exactamente cuántos quedaron varados en otras partes de la reserva. Por miedo a un desembarco ruso, el Ejército ucraniano prohíbe el acceso a la mayor parte de la zona a los empleados del parque.
Las tres especies de delfines que se encuentran en este mar casi cerrado, estimados a dos millones a mediados del siglo XX, han sido víctimas durante décadas de la pesca y la contaminación. El último registro en el 2020 daba cuenta de 250.000 ejemplares, contó Russev.
Sistema acústico de los delfines
Para el científico, no hay dudas. Los culpables de esta hecatombe actual son los poderosos sonares utilizados por las buques de guerra y submarinos rusos, que circulan en el mar Negro, que perturban “el sistema acústico de los delfines”. “Destruye su oído interno, se vuelven ciegos, no pueden orientarse ni pescar”, precisó Russev. Debilitados, los delfines caen enfermos y mueren por las infecciones.
Como prueba, afirmó que ningún delfín hallado este año tenía heridas aparentes o los cortes típicos que indican que quedó atrapado en una red de pesca. Esta hipótesis debe ser confirmada.
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Del lado ruso, científicos que también constatan la sobremortalidad de los delfines, descartan la tesis de los sonares y aseguraron que son víctimas de un morbillivirus, una causa de epidemias mortales frecuentes en los mamíferos marinos. Para salir de dudas, varias muestras de los últimos ejemplares hallados en el parque serán analizadas en Alemania e Italia.
Cerca de la cabaña de madera en la que duerme, a la entrada de la reserva, Russev no esconde su preocupación. Múltiples bombardeos alcanzaron el parque y quemaron 100 hectáreas de zonas protegidas. “La guerra es una cosa espantosa. Tiene un impacto en el conjunto del ecosistema, en especies que tendrán dificultades para recuperarse y restaurar el equilibrio de la naturaleza”, lamentó.