El barrio es nostalgia, es historia, pero aún más importante, es una forma de vida que se rehúsa a morir ante la afluencia de apartamentos y condominios. Sus calles son puntos de encuentro entre los vecinos, parques de juego de los niños y hasta se transforman en grandes salones de fiesta.
Ahí están los personajes que todos conocen, que se convierten en referencia o que se transforman en leyendas. Está la pulpería, la carnicería y la verdulería. También hay sastres y zapateros, ¿para qué ir al centro comercial? Los barrios son memoria que nos permiten leer a las ciudades.
Este importante aporte de los barrios tradicionales costarricenses, es reconocido por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos) y la Editorial de la Universidad de Costa Rica, en la edición 2020 de su calendario anual.
Memoria histórica
El almanaque, titulado ‘Barrios tradicionales: testigos de nuestra memoria histórica’, ofrece un muestrario fotográfico de algunos de estos majestuosos espacios urbanos, principalmente ubicados en la provincia de San José.
Destacan hacia el este de la capital, los barrios: Amón, edificado en 1900; Otoya, en 1910; Aranjuez, en 1920, y Escalante, en 1930. Para la década de 1940 las construcciones fueron pocas a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, una década después el proceso se retoma; en 1950 surge Los Yoses y en 1960, La Granja.
Simultáneamente, pero hacia el sur, se construyen a principios del siglo XX los barrios: Luján, La Cruz, San Cayetano, La Dolorosa y Los Ángeles. Al oeste, Barrio México, y tres barrios a lo largo del Paseo Colón: Don Bosco, Pitahaya y Mata Redonda.
Esta es la edición número 18 y a diferencia de sus antecesores, ve más allá del valor patrimonial de las estructuras y sus estilos arquitectónicos, al retratar barrios que pueden encontrarse en cualquier parte del país y que representan una herencia cultural.
“Es un homenaje a esa vida de barrio”, mencionó Guillermo Barzuna, investigador y quien, junto a David Boza Méndez, coeditó el almanaque.
La vida de barrio
En los barrios tradicionales de Costa Rica cohabitaban distintos grupos sociales, según menciona la publicación, pero eso no era un obstáculo, ya que al fin y al cabo que todos se conocían. Los extranjeros formaban parte de esta variada mezcla, pero también eran los protagonistas de ciertas curiosidades que caracterizaban a los barrios.
“Desde 1900 destacaron ‘los turcos’, que en realidad eran libaneses; ‘los gallegos’, que realmente eran de diversas comunidades españolas; ‘los tútiles o italianos’; ‘los polacos’, quienes en realidad eran las familias judías; alemanes, nicaragüenses, chilenos, cubanos y muchos más, conformarían los entramados sociales de los barrios”, explica el calendario.
Esa fuerza vital presente en los barrios, también es representada por el corredor de los caseríos que ahí se encontraban. Eran espacios que trascendían las cuatro paredes y se integraban, por medio de las aceras, al palpitar social.
“Ahí surge el comentario y la crítica mordaz, la tertulia, la posibilidad de refrescarse al salir de la calle y saludar a los paseantes. Un paraje de observación en el cual se comparte, con los otros parroquianos, sentimientos de crítica, de queja y de buen humor”, relata la publicación.
Otro elemento que hace especial a este calendario es que “todas las edificaciones (que ahí se retratan) hoy en día siguen en pie”. “Muchas veces finalizado el calendario, alguna de las edificaciones es un parqueo o ya no existe”, lamentó Barzuna.
Pasado y futuro
La publicación también destaca los estilos arquitectónicos particulares que han caracterizado a ciertos barrios. Por ejemplo, el art déco en Barrio México; el neoclásico en González Lahmann: art nouveau en Barrio Amón; el victoriano en Luján: el neocolonial en Escalante y el modernismo racionalista en Los Yoses.
Estos barrios tradicionales, en muchos puntos, conviven con nuevas tendencias de edificaciones como son las construcciones de tipo vertical y, en general, de mayor densidad (condominios, apartamentos y urbanizaciones, en especial).
¿Significa esto que los barrios tradicionales están desapareciendo? Barzuna considera que con estas nuevas formas de organización el barrio continúa existiendo, “pero la vida de barrio no”. Es decir, aquellas actividades sociales o de diversión que albergaban estos espacios.
“No hay vida de barrio como lo hubo anteriormente, pero de lo que se trata es de repoblar la ciudad. El condominio es como una especie de ciudad amurallada, donde la gente se siente protegida”, reflexionó.
El almanaque se puede adquirir a un precio de ¢6.000 en la librería de la Universidad de Costa Rica (UCR), ubicada al costado sur del edificio Saprissa, en San Pedro de Montes de Oca. También está disponible en la sede de Icomos, ubicada costado sur de la Iglesia la Soledad.