Berlín
Los aparatos creados por la humanidad para explorar el espacio se han convertido en basura, que se ha acumulado durante décadas y ahora está atestando la órbita de la Tierra, lo que representa una amenaza para los vuelos espaciales y también para los satélites.
Se cree que más de 750.000 fragmentos mayores a un centímetro ya orbitan el planeta, y cada uno podría dañar seriamente, o incluso destruir, un satélite.
El año pasado, un pequeño trozo de desperdicios perforó un amplio agujero en el panel solar del Copernicus Sentinel-1A, un satélite de observación operado por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Un conjunto de paneles solares que fue regresado a la Tierra desde el telescopio Hubble en 1993 tenía cientos de pequeños hoyos provocados por escombros del tamaño del polvo.
Expertos reunidos esta semana en Alemania indicaron que el problema podría empeorar a medida que empresas privadas como SpaceX, Google y OneWeb, con sede en Arlington, estado de Virginia, envían una serie de satélites nuevos al espacio en los próximos años. Dijeron que se deberían tomar medidas para disminuir los escombros espaciales.
El primer paso sería hacer que todas las agencias espaciales nacionales y las empresas privadas cumplan con las directrices internacionales creadas para prevenir que haya más desperdicios en órbita. Hasta el momento, dichas normas no son legalmente vinculantes.
Jan Woerner, director general de la ESA, dijo a The Associated Press que las así llamadas megaconstelaciones, que compañías privadas planean enviar al espacio, deberían tener un tiempo de vida orbital máximo de 25 años. Después de eso, sería necesario quitarlas del paso, ya sea enviándolas a una “órbita cementerio” o regresándolas a la Tierra.
Los satélites muertos representan un doble peligro: pueden chocar con otras naves o ser golpeados por escombros, despedazándose en pequeñas piezas.