Durante siete meses, cada 15 días, los investigadores de la Universidad Nacional (UNA) se adentran en el golfo de Nicoya para contar anchovetas, peces utilizados como carnada viva en la pesca artesanal para capturar corvinas, pargos y bagres.
El objetivo de los científicos es calcular la biomasa, que es la cantidad de animales en determinado sitio, y con ello establecer cuántos peces se pueden extraer sin perjudicar al ecosistema.
El estudio fue solicitado por el Instituto Costarricense de Pesca y Acuicultura (Incopesca) con el fin de contar con información científica para proponer pautas de manejo.
"Ecológicamente esto muy importante porque (ese pez) sirve de presa para muchas especies comerciales. Si la anchoveta llega a faltar, esas especies no van a tener qué comer y se irán del golfo en busca de otras zonas de alimentación, lo que tendría un impacto económico en las comunidades", explicó Rosa Soto, quien es investigadora de la Estación de Biología Marina de la UNA.
En los años 50, la anchoveta o anchoa agallona (Cetengraulis mysticetus), desapareció del golfo de Nicoya.
"En esos años, los barcos atuneros podían entrar al golfo y capturar la anchoveta. Ante la situación, la Comisión Interamericana del Atún Tropical (CIAT) realizó muestreos y no se encontraron individuos del todo", comentó Soto.
La CIAT recomendó traer 600 peces, próximos al desove, desde el golfo de Panamá para repoblar el golfo de Nicoya. Para dejarlos reproducirse, se prohibió la pesca de esta especie por un tiempo.
"Ya tenemos un antecedente. Si a esta especie no le damos un manejo adecuado, puede desaparecer", advirtió Soto.
Menos peces
Actualmente, biólogos y pescadores artesanales han notado una disminución en la cantidad de anchoveta disponible en el golfo.
Una hipótesis sobre la causa, dado el antecedente, recae en la pesca. La anchoveta está siendo capturada para distintos fines.
"La anchoveta también es aprovechada por otros pescadores que no necesariamente la quieren como carnada viva sino para proveer de carnada muerta a otras flotas. Mientras unos pescadores capturan unos 3.000 individuos para un volumen total de 12 kilos, otros capturan una o dos toneladas", manifestó Luis Hernández, también investigador de la UNA.
Otra posible explicación se relaciona con la temperatura. Soto infiere que la tendencia a la baja viene desde que ocurrió el fenómeno de El Niño 1997-1998.
Mauricio Caravaca, pescador de playa paloma de Paquera, coincide con Soto; solo que su observación devino de El Niño más reciente (2015-2016). "Con El Niño, el agua se calentó mucho y empezamos a ver menos peces a lo interno del golfo", dijo.
De hecho, esta es la especie que se vio afectada por la muerte masiva de peces ocurrida el 15 y 16 de febrero en playas Ensenada (Abangaritos de Manzanillo, Puntarenas) y Manzanillo (Puntarenas).
Con respecto a las causas, instituciones como Incopesca, Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) y UNA apuntaron como posibles explicaciones: altas temperaturas, falta de oxigenación, floramientos de algas e incluso, pesca ilegal.
Ninguna fue concluyente y esta fue la única especie que se vio impactada.
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"Esta es una especie muy sensible. Es una especie filtradora que se alimenta de fitoplancton y zooplancton, por lo que la contaminación y cualquier cambio en el ecosistema le afectan", destacó Soto.
Toma de datos
Soto, Hernández y Luis Vega cuentan con la colaboración de Caravaca, Carlos Manuel Ramírez, Dinora de la O y su hijo Braidy Martínez, quienes -además de facilitar las embarcaciones- brindan su conocimiento curtido por la experiencia.
"Ellos son pescadores, nosotros no. Ellos son los que saben", dijo Soto y agregó: "Esta es una investigación participativa. Ellos ya nos han colaborado en otros estudios sobre corvina reina y pargo mancha".
Las embarcaciones recorren el golfo tratando de divisar aves en proceso de caza, ese comportamiento indica que hay un cardumen cerca.
Cuando se identifica el cardumen o la mancha, desde la lancha en movimiento, se tira una red de cerco que mide unos 10 metros de diámetro. Esa red bordea a la mancha y seguidamente se cierra el fondo para así capturar a los animales.
Se sube la red a cubierta y se cuentan todos los peces capturados en ese lance, sean o no anchovetas. ¿Por qué? "La fauna acompañante se estudia para entender la ecología. En los últimos años, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha pedido que las especies de importancia pesquera no se deben evaluar solas, sino que hay que entender el papel que desempeñan dentro del ecosistema para ver que otras especies dependen de ellas y ellas de que especies dependen. Esto para poder dar un manejo sostenible", explicó Soto.
Seguidamente se mide la altura de la mancha para calcular cuantas anchovetas la componen. Se saca cierta cantidad de peces como muestra y el resto se libera de nuevo al mar. La idea es sumar una muestra de 50 individuos al mes.
Asimismo, se toma el dato de la temperatura del agua y el oxígeno.
El proceso se repite hasta sumar cuatro lances por faena de pesca.
Análisis en laboratorio
En el Laboratorio de Análisis Biológicos Pesqueros de la UNA, los investigadores miden y pesan las anchovetas para conocer su crecimiento. Asimismo, y con ayuda de una tijera, abren su abdomen para buscar las gónadas (órganos sexuales) y así determinar tanto el sexo como el estado de madurez del especimen.
Por lo general, estos peces alcanzan su talla de primera madurez a los 17 centímetros (cm). "Lo que pasa es que las anchovetas ajustan su temperatura corporal a la temperatura del agua y si esta está más caliente que hace 10 años, cuando realizamos el estudio cuyo resultado nos dio 17 cm, pues eso las induce a madurar más rápido. Entonces, por ejemplo, puede que encontremos animales ya maduros con talla de 16 cm. Es una posibilidad", señaló Hernández.
La presión pesquera también influye en la talla de primera madurez. Al verse mermada, la población busca cómo sobrevivir y una estrategia es madurar más rápido para así asegurar descendencia.
A la hora de establecer medidas de manejo, el dato de primera madurez resulta esencial para garantizar que no se estén capturando individuos que no se hayan reproducido al menos una vez en su vida. Eso asegura una reserva que mantenga a la población.
Como el muestreo se hace a lo largo de siete meses, eso permite observar los periodos de desove. Con esa información, las autoridades pueden establecer medidas para no capturar anchovetas en el preciso momento en que la especie se esté reproduciendo.
Para los biólogos, entre más información se recabe, más insumos se tienen para tomar decisiones y así se podrá seguir aprovechando el recurso marino a lo largo del tiempo, sin llegar a agotarlo.