Como si fueran cámaras escondidas, investigadores están utilizando tecnologías remotas para espiar a los tiburones en Isla del Coco.
¿Por qué vigilarlos de esta manera? Datos recolectados durante los buceos realizados por la compañía Undersea Hunter, durante 21 años en 17 sitios del Parque Nacional Isla del Coco, revelan que el avistamiento de algunas especies se ha incrementado y en otras se ha disminuido.
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Los tiburones tigre, galápagos, punta negra y ballena se están dejando ver más en la isla, pero los martillo, sedoso y silverado, así como la mantarraya, raya moteada, gavilana y móbula, ya casi no se observan.
Algunas hipótesis señalan la influencia del fenómeno de El Niño y la presión de pesca que vive la isla. Sin embargo, los investigadores prefieren tener datos que confirmen o descarten estas hipótesis, e incluso amplíen el panorama a otras explicaciones.
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"El trabajo con cámaras en la Isla del Coco ayudará a calcular mejor la diversidad y abundancia de especies pelágicas, a conocer cuáles ambientes son preferidos por cada una de las registradas en los videos y a entender la relación que existe entre la salud del ambiente y la presencia de depredadores", comentó Mario Espinoza, investigador del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la Universidad de Costa Rica (UCR).
En ese sentido, los tiburones no son los únicos animales que captan el interés de los investigadores. De hecho, el estudio se enfoca en todas las especies pelágicas.
"Las especies pelágicas son las que se encuentran mayoritariamente en la columna de agua y cuya naturaleza migratoria las lleva a desplazarse grandes distancias en las distintas etapas de su vida. Entre estas destacan algunos tiburones, rayas, cetáceos, tortugas marinas y peces como los atunes.
"Muchas de estas especies pelágicas tienen un papel ecológico importante, al ser consideradas depredadores tope, lo cual significa que son grupos clave para mantener la diversidad y la salud de los ecosistemas marinos", explicó Marta Cambra, quien también es investigadora del Cimar.
Metodologías
Las cámaras remotas evitan la presencia humana durante la toma de datos, por lo que se evitan sesgos de comportamiento por parte de los animales. Es una técnica que no es destructiva ni invasiva.
Además, las cámaras llegan a lugares que son inaccesibles al ser humano durante los buceos y pueden permanecer allí por más tiempo, sin preocuparse por el oxígeno disponible en el tanque.
En este monitoreo de pelágicos se emplearon dos metodologías, las cuales se pusieron a prueba en diciembre del 2016. Una vez verificadas, se empezaron a tomar datos con ellas en junio del 2017.
En total se emplearon cuatro cámaras de fondo y dos pelágicas.
Para estudiar los fondos, se sumerge una estructura (tipo pirámide) que lleva una cámara adherida, y se baja con ayuda de una cuerda atada a una boya. De esa estructura sobresale un brazo en el que se colocan 700 gramos de carnada.
La estructura permanece en el fondo, ya sea arenoso o rocoso, por 60 minutos, a una profundidad que varía entre 10 y 40 metros. Se muestrearon ocho sitios alrededor de la isla.
Según Cambra, esta metodología permite conocer la biodiversidad asociada a distintos fondos, evaluar diferentes hábitats y conocer su estado de salud.
"También depende de la especie que se quiera evaluar. Por ejemplo, el tiburón martillo no se siente atraído por la carnada, entonces colocamos una estructura de fondo (sin carnada) frente a una de las estaciones de limpieza", aclaró Cambra.
Para estudiar las especies que se mueven más en la columna de agua, se construyó una estructura con forma de araña que se deja a la deriva a una profundidad que varía entre 15 y 25 metros. También tiene un brazo en el que se colocan 1,5 kilos de carnada.
Los investigadores toman la coordenada inicial y final para conocer la distancia recorrida. Con esta metodología se monitorearon cuatro sitios.
Gracias a las dos cámaras colocadas en esta estructura, los científicos podrán calcular la talla de los animales que se capten en video.
Con cada inmersión de las estructuras, los investigadores toman datos como temperatura, luminosidad, profundidad, visibilidad y corriente superficial.
"Esas variables físicoquímicas nos permitirán saber por qué hay más abundancia de unas u otras especies", explicó Espinoza.
En junio, en seis días, se observaron todas las especies de tiburones: martillos, sedosos, silverados, punta negra, punta blanca de arrecife, galápagos y tigre.
La próxima expedición será en setiembre u octubre. La meta es realizar dos salidas de campo al año, dos en la estación seca y dos en la lluviosa.
El proyecto cuenta con el apoyo económico de la Fundación Amigos de la Isla del Coco (Faico).
Guardaparques son investigadores
Aparte de los biólogos de Cimar, el equipo de investigación está conformado por cuatro guardaparques. "Nosotros solo podemos ir de vez en cuando, pero ellos están ahí todo el tiempo. Entonces se pueden recolectar datos por períodos más largos y así, por ejemplo, a lo largo de los años, nos permitirá detectar cambios originados por presión pesquera o cambio climático", destacó Espinoza.
"Con los resultados obtenidos se espera entender parte del impacto producido por la pesca ilegal, una de las mayores amenazas de Isla del Coco, así como la influencia derivada de fenómenos naturales como El Niño, y así poder definir mejoras en las medidas de manejo orientadas hacia la conservación de este grupo tan importante", comentó Isaac Chinchilla, administrador del parque nacional y uno de los investigadores.
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Para Géiner Golfín, encargado del Progama de Manejo de Recursos Naturales de Isla del Coco, el hecho que sean los mismos guardaparques quienes tomen los datos termina por involucrarlos directamente con los recursos que están protegiendo.
Las dos metodologías empleadas en Isla del Coco están siendo replicadas por Espinoza en las islas Caño (Osa) y Murciélago (Guanacaste).
Los datos recolectados formarán parte del proyecto conocido como Global Fin Print, que pretende evaluar el estado de las poblaciones de los tiburones en los océanos tropicales del mundo durante cinco años.