La calidad del agua podría verse comprometida debido a la acumulación de cenizas volcánicas en el suelo, por la presencia de químicos halogenados, como fluoruro y bromuro, que pueden ser tóxicos.
Así lo determinó un estudio del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) y la Escuela de Química de la Universidad Nacional (UNA), que detectó la presencia de esos elementos químicos con potencial toxicológico en muestras de cenizas disueltas en agua.
Estas fueron recolectadas en el volcán Turrialba los días 29 y 30 de octubre del 2014. Asimismo, se encontró fluoruro y bromuro en agua de lluvia.
La exposición crónica y por largos periodos a esos compuestos químicos puede provocar padecimientos en la estructura ósea y dental de animales, y también de las personas.
“Cuando cae ceniza fresca en el agua o incluso en pastizales húmedos, algunos de los componentes químicos de esta se disuelven, formando una disolución acuosa, y pueden ser digeridos a través del consumo de esa agua y pastos contaminados”, explicó el hidrólogo de la UNA, Ricardo Sánchez.
Según él, el riesgo es mayor para los animales que están en fincas cercanas al Turrialba, así como en las inmediaciones del volcán Irazú , donde han caído cenizas, pues tradicionalmente suelen estar al aire libre y toman agua en lagunas y bebederos. Mientras que, en el caso de las personas, se podrían ver afectadas si consumen agua de tomas superficiales o expuestas a la atmósfera que pudieran estar contaminadas.
“Cuando las tomas de agua son exclusivamente de una naciente natural, el peligro es menor (para la gente), siempre y cuando la toma de agua esté protegida del contacto con cenizas volcánicas. Inclusive, en algunas zonas, la actividad volcánica puede alterar la composición química de las aguas subterráneas por infiltración de agua de lluvia contaminada con fluoruro volcánico”, señaló Sánchez.
Aclaró que componentes como el fluoruro y el bromuro son de origen magmático, y por eso podrían estar en algunas áreas cercanas al volcán.
Padecimientos. En pequeñas cantidades, un compuesto como el fluoruro ayuda a fortalecer el tejido dental, haciéndolo más resistente al ataque de bacterias y ácidos bucales, lo cual hace más difícil que los dientes se perforen. Sin embargo, la exposición excesiva o por largos periodos, puede resultar en padecimientos como la fluorosis dental o esquelética, anotó la geoquímica del Ovsicori, María Martínez.
Este efecto negativo consiste en una modificación de la estructura mineral de los huesos y dientes o, en crecimientos anormales de minerales en ellos debido a esa exposición crónica o largos periodos de tiempo al exceso de flúor, agregó la especialista.
El padecimiento hace que se presenten deformaciones y abultamientos en los huesos o dientes, algo así como “costras” de minerales. “Cuando crecen en las coyunturas, esto resulta en gran dolor para la persona o animal, e incluso los puede inmovilizar”, resaltó Martínez.
En la dentadura se pueden presentar perforaciones, descamaciones y cambios de color (café o negro) en los dientes.
Otro riesgo para la salud de personas y animales se encuentra en la ingestión accidental de partículas superfinas de ceniza a través de las vías respiratorias o la boca, además de la ingesta de agua y alimentos contaminados.
Las cenizas volcánicas, además, contienen concentraciones importantes de metales pesados como cromo, cobre y manganeso, los cuales pueden entrar a los pulmones, a la zona de intercambio de gases con la sangre, lo que induciría un fenómeno que se conoce como estrés oxidativo.
Este hace que las personas sean más propensas a padecer de males crónicos, como hipertensión arterial y diabetes.
Según Martínez, en el mundo “hay un problema de salud conocido por inhalación de partículas finas de ceniza, llamado silicosis, que consiste en el desarrollo de tumores en los pulmones, que pueden derivar en cáncer. Este se observa en gente que trabaja en minas y tajos”, señaló.
Lejos de querer alarmar a la población, Martínez aseguró que comparten los hallazgos de su investigación y las eventuales implicaciones en la salud para que las personas tengan conocimiento de los posibles impactos de la emisión de cenizas volcánicas y para que las autoridades correspondientes tomen las previsiones del caso.
Estudio. Con base en un protocolo internacional, científicos de la UNA analizaron varias muestras de cenizas de la siguiente forma: mezclaron 10 gramos de ceniza con 10 gramos de agua ultrapura y las agitaron por tres horas.
Luego, con una jeringa, extrajeron el agua que contenía los componentes solubles y la hicieron pasar a través de un filtro de membrana con poros de 0,2 micrómetros. La disolución acuosa filtrada se inyectó en un aparato especial llamado cromatógrafo de iones, que realiza un proceso que permite la separación de iones y moléculas polares basado en las propiedades de carga de las moléculas, el cual fue adquirido por el Ovsicori.
Los resultados de esos análisis revelaron que las muestras de cenizas recolectadas el 29 y 30 de octubre del año pasado, son muy ácidas, con un pH de entre 3,3 y 3,95. Nótese, a modo de comparación, que el agua para consumo humano tiene un pH “normal” de entre 5,6 y 7,0.
Estas muestras contienen entre 400 y 800 miligramos de fluoruro por kilogramo de ceniza y entre 60 y 120 miligramos de bromuro por cada kilogramo.
Con esos datos, los científicos hicieron una estimación general de la cantidad de ceniza volcánica dispersa en el ambiente los dos días mencionados de recolección. Así, asumiendo un espesor promedio del manto de ceniza depositado y una densidad promedio para estas cenizas, se calculó que, en esas dos fechas, las cenizas lanzadas podrían haber incorporado un millón de kilos de fluoruro al ambiente.
Los investigadores precisaron que esta cifra tiene una incertidumbre mínima del 50%, ya que la estimación del volumen total de cenizas emitidas y el espesor de toda la capa de cenizas distribuidas principalmente hacia el oeste, no fue posible medir en detalle.
El área total cubierta por las cenizas se estimó a partir de los reportes brindados a través de la página web del Ovsicori.
La cantidad de químicos o halogenuros detectada en las cenizas lanzadas por el volcán del 29 y 30 de octubre llaman la atención, pues los límites máximos permitidos de fluoruro en el agua para consumo humano y animal son de apenas 1,5 mg de fluoruro por kilogramo de agua. Mientras que en el caso del bromuro, el límite máximo permitido es de 0,8 mililítros por litro de agua.
“El contenido de fluoruro en estas cenizas excede en un orden de magnitud la cantidad permitida en el agua de consumo humano y animal”, destacó la geoquímica del Ovsicori.
Indicó que eso implica que “deben tomarse medidas y aplicarse buenas prácticas para proteger y canalizar el agua subterránea de las nacientes naturales hacia las casas y lecherías en las inmediaciones de los volcanes y en las zonas donde se está dando depositación importante de cenizas del volcán Turrialba (lecherías y comunidades próximas a los volcanes Turrialba e Irazú y el Valle Central)”.