La ciencia y el arte convergen en el Teatro Nacional para encontrar soluciones al deterioro que sufren muchas de las valiosas obras que alberga este recinto de 122 años.
El reto lo asumieron desde hace tres años investigadores de la Universidad de Costa Rica (UCR) y personal del mismo recinto, quienes forman un grupo interdisciplinario que une la Física, la Química, la Historia y otras ramas del conocimiento al servicio del patrimonio de este monumento a la cultura.
¿Cuáles materiales fueron utilizados en su creación?, ¿de qué forma las afecta el paso del tiempo y la exposición a los elementos naturales?, ¿cuál es el impacto que tienen los productos de limpieza que se les aplican? y ¿cómo se pueden restaurar y conservar mejor para garantizar una mayor vida?
Estas son algunas de las interrogantes que se analizan desde el Centro de Investigación en Ciencia e Ingeniería de Materiales (Cicima), con ayuda de otros centros de estudio de la universidad estatal.
Hallazgos
Por el momento, la tarea se ha enfocado en un telón de boca, de Antonio Rovescalli, y cinco pinturas de gran formato que engalanan el cielorraso de la estructura: tres ubicadas en el fóyer, cuyo autor es Vespaciano Bignami y dos en la antigua dirección, del artista Carlo Ferrario.
En estas pinturas, por ejemplo, se identificó la presencia de variedades de hongos, por lo que se trabaja en conocer más sobre el efecto que tienen en las obras. A futuro esperan encontrar productos de limpieza -no abrasivos- que permitan eliminar a estos microorganismos, sin que se dañen los pigmentos de las obras.
La ciencia también es un aliado importante para descubrir la historia de estos conjuntos pictóricos. Por ejemplo, previamente y, con ayuda de una historiadora italiana, se supo que el artista Carlo Ferrario era un escenógrafo, por lo que su manejo de la técnica es diferente a la de un pintor.
"Siempre se creyó que las pinturas eran al óleo sobre lienzo, pero por ciertas características y comportamientos, ya viendo la obra, por la casi inexistente capa de preparación sobre la tela, empezamos a dudarlo; una probabilidad es que sea temple (un tipo de tempera que se hacía en esa época).
“Los escenógrafos tenían una forma diferente de trabajar los telones escénicos, creemos que él aplicó (en las obras) más esa técnica que la empleada por el pintor de obra de gran formato”, explicó Carmen Marín, restauradora del Teatro Nacional.
Implicaciones
Con esta información a mano, los investigadores de la UCR estudian, ahora, los materiales constitutivos de estas pinturas, ya que al ser el óleo un aceite que se polimeriza y el temple una proteína, su tratamiento es diferente.
“Al tener certeza de cómo se hicieron las obras y los problemas que las están atacando y que les están provocando deterioro, podemos identificar realmente cómo vamos a trabajarlas”, agregó Marín.
Contar con antecedentes históricos de la obra y su autor, es vital para el trabajo que realizan los científicos, reconoce Óscar Andrey Herrera, doctor en Física y encargado del grupo de investigadores de la UCR.
“Nos encargamos de hacer un diagnóstico del estado de conservación de las obras (pero), de nada sirve que nosotros tomemos las muestras, las llevemos al laboratorio, tengamos los resultados y no los interpretemos. Nosotros podemos decir, este pigmento que utilizó el artista corresponde a un azul marino, cuando le presentamos a Carmen la información, ella nos puede decir si se utilizaba o no en la época, para así definir si fue colocado por el artista propiamente o durante una restauración posterior", explicó el experto.
Los científicos obtienen sus resultados a partir de varias técnicas, una de ellas es la toma de muestras milimétricas de las obras que analizan en un laboratorio por medio de microscopios. También utilizan fotografías, a las que someten a luz infrarroja y ultravioleta.
Con estas y otras herramientas, sustraen información que no es apreciable a simple vista: daños internos, la marca del lápiz del artista durante los bocetos iniciales o una corrección en el diseño; por ejemplo, que el brazo estuvo en una mala posición o tenía algún defecto, por lo que que fue arreglado por el autor de la obra.
Valiosa experiencia
Para Melissa Barrantes, quien es química y estudiante de maestría en la UCR, participar en el proyecto ha sido de gran provecho.
“Es muy interesante tomar todas estas herramientas que nos da la formación científica, para tratar de encontrar las respuestas. Ha sido de buscar y leer mucho. Es un área muy aplicada para la ciencia, ha sido un reto pero me siento bastante afortunada de estar colaborando en este tipo de proyectos, estamos dando un granito de arena para la historia y cultura del país”, expresó.
Similar sentimiento manifestó Herrera.
“Para mí es un orgullo trabajar aquí, yo recuerdo cuando pasaba de pequeño con mi mamá (...) y cuando vengo me siento demasiado lleno de poder aplicar todo lo que conozco y he estudiado, para llevarlo a todos los costarricenses. Yo trato de transmitirlo a todos lo estudiantes y pienso que ellos también sienten el apego con el Teatro, es un amor con este lugar”, señaló.
Por su parte, Marín destacó la importancia que tienen este tipo de colaboraciones. “Aquí hay mucho trabajo por hacer y requerimos de gente interesada”, indicó.
El Teatro también ha colaborado con otras casas de estudio, como el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec) y la Universidad Veritas. Esperan desarrollar trabajos similares, pero enfocados en las piedras que decora las fachadas y que sufren por el impacto medioambiental, así el proceso natural de deterioro de este material.
A lista de pendientes se suman los metales de la estructura -afectados por la corrosión- y el mármol. Otra línea de investigación serían las plagas (por ejemplo el comején) que están atacando la madera.
Además de Herrera y Barrantes, también han participado del proyecto, por parte de la UCR el ingeniero Juan G. Morice y la ingeniera Juliana Benavides Rodríguez; Geraldine Conejo Barboza de la Escuela de Química, Paola Fuentes Schweizer, Max Chavarría Vargas, Eduardo Libby Hernández y Mavis Montero Villalobos; mientras que de la Escuela de Biología, Priscilla Chaverri Echandi.