Estudiar hongos acuáticos de la Antártida es una oportunidad que pocas personas tendrán en su vida, sin embargo, el costarricense Keilor Rojas, radicado en Alemania, ya la tuvo y recientemente compartió los hallazgos de su investigación en la revista Scientific Report.
El científico explicó que el análisis efectuado en los lagos de ese lugar del planeta: Bonney East, Bonney West, Fryxell, Hoare, Miers permitió determinar que estas aguas están habitadas por hongos basales o más primitivos, los cuales pertenecen al grupo denominado Cryptomicota, “de los cuales hay muy pocas especies aisladas y descritas: alrededor de cinco”, aclaró.
Las esporas de los hongos por lo general tienen el aspecto de una “semillita”, comentó Rojas. Sin embargo, las de estos cuentan con un flagelo (extensión con forma de pelo), que les permite moverse en el medio acuático.
Para darse una idea de cómo lucen, el tico aseguró que tienen un aspecto similar al de los espermatozoides.
¿Cuál es la importancia de estos hongos? “Si uno imaginara condiciones semejantes en otros planetas, la vida se originó en el agua y fue de seres menos evolucionados a más evolucionados… Este estudio es una ventana a un tiempo más primitivo, a otro tiempo que se ha mantenido inalterado por miles de años”, comentó.
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Por su parte, Hans-Peter Grossart, quien es coautor del estudio manifestó que: “los hongos acuáticos desempeñan un papel crucial en el ciclaje de nutrientes, así como en el flujo de carbono a través de las cadenas alimenticias, demostrando así su importancia para el funcionamiento de estos ecosistemas”.
Grossart está ligado al Instituto Leibniz de Ecología Acuática de Berlín, mientras que Rojas desarrolló la investigación vinculado a esa institución y a la Universidad Latina de Costa Rica.
El costarricense también cuenta con una maestría en Biología en la Universidad de Costa Rica y con un doctorado en la Universidad de Marburg en las interacciones planta con microorganismos.
Rojas, antiguo viceministro de Ciencia y Tecnología (en el gobierno de Laura Chinchilla), también destacó que el estudio publicado en la revista especializada del grupo Nature, es una contribución para entender de mejor manera los procesos biológicos que ocurren en uno de los ambientes más extremos de la Tierra.
Asimismo, apuntó a que, entre las aplicaciones prácticas que podrían desarrollarse a partir de este tipo de hallazgos se encuentran: localizar enzimas de los organismos que viven en esos ecosistemas para degradar contaminantes a bajas temperaturas o para producir nuevos fármacos a bajas temperaturas.
Recolección
El investigador explicó que las muestras se tomaron de la región conocida como Valles Secos de McMurdo, donde las temperaturas promedio son de -20°.
El proceso para obtener las muestras fue así: se seleccionaron cinco lagos, los cuales fueron perforados con la ayuda de un taladro a unos cuatro metros de profundidad.
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Posteriormente, los encargados obtuvieron muestras a diferentes profundidades y se encargaron de medir en ellas diversas variables físicas y químicas, posteriormente se observaron al microscopio y se les extrajeron los genes.
Para el análisis de los genes se utilizó la técnica llamada secuenciación de última generación, que permitió estudiar cerca de cinco millones de secuencias del marcador molecular 18s rRNA, el cual permitió conocer más en detalle los hongos.
Keilor Rojas aclaró que él no participó de la recolección de las muestras, sino más bien del análisis en el laboratorio, que tomó cerca de dos años.
La recolección se efectuó en el 2012 y fue realizada por Hans-Peter Grossart, en un proyecto que recibió financiamiento de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA), la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos y su organismo homónimo en Alemania.
De hongos terrestres a acuáticos
El costarricense recordó que toda esta aventura dio inicio cuando su esposa María Jesús Arias obtuvo una beca para hacer su doctorado en Alemania.
Él la acompañó alguna vez al laboratorio de la Universidad de Potsdam, al Instituto Leibniz de Ecología Acuática y así fue como conoció al profesor de ella Hans-Peter Grossart, quien es un científico muy reconocido en ese país.
De inmediato, le preguntó a qué se dedicaba y el nacional le contó que en el pasado, había trabajado en el Inbio, con hongos terrestres.
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Fue ahí donde comenzó a gestarse la idea de estudiar hongos acuáticos.
“Lo primero que hicimos fue algo un poco más conceptual, como concebir el rol de los hongos en los ecosistemas de ese tipo. Lo que vimos es que tienen una capacidad metabólica de degradar diferentes sustratos, mucho más amplia que las bacterias”.
Otras de las instituciones que estuvieron ligadas a la investigación fueron la Universidad de Potsdam, el Centro de Genómica y Biodiversidad de Berlín y la Universidad de Montana.