Cuenta la leyenda, allá donde la historia se pierde, que la bella amerindia Cira era cortejada por un joven guerrero de su tribu, pero ella estaba enamorada de otro hombre. Una noche salió a caminar por el bosque y se quedó dormida. Al despertar, se encontró con el joven de sus sueños y la naturaleza fue testigo de su amor.
Cuando su padre, y otros miembros los encontraron, lanzó un grito que hizo temblar el lugar y quiso separarlos para matar al seductor. Sin embargo, la tierra se abrió y se tragó a los jóvenes, saliendo lava y humo sagrado. Como apoteosis del amor eterno y puro, creció el volcán Turrialba , nombre quizás indígena que pudo significar “río de fuego” .
Cierto o mito, nuestros antepasados no vieron nacer el Turrialba, dado que el volcán comenzó a formarse hace unos 600.000 años, aunque el cono superior y activo debió de haber crecido hace unos 100.000 años. De lo que sí fueron testigos fue de varias erupciones muy violentas, acaecidas en los últimos miles de años, cuando el actual Monumento Nacional Guayabo era una aldea muy concurrida.
El despertar. Muchas personas recuerdan haber visitado, caminado y acampado en la zona de los cráteres del Turrialba. Allí podían ver las fumarolas y hasta tomar, sin permiso, una muestra de azufre. Esta condición de tranquilidad cambió en 1996, cuando la actividad sísmica se incrementó y aparecieron nuevas fumarolas.
En el 2001, los vulcanólogos detectaron la presencia de gases magmáticos, indicios de que algo se estaba moviendo dentro. El proceso volcánico continuó y, por primera vez, columnas de gases se pudieron observar en 1998 desde la distancia. Todo esto preocupó a la comunidad científica, por lo cual el 27 de noviembre del 2009 la CNE, el ICE y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), entre otros, optaron por realizar un simulacro de evacuación volcánica.
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El volcán no se hizo esperar más y les dio la razón: 38 días después del simulacro y a casi 144 años de su última actividad eruptiva relevante, el Turrialba despertó el 5 de enero del 2010. Desde ese entonces y hasta el 2013, las erupciones se presentaron entre una y dos por año; fueron de pequeña magnitud.
El 30 octubre del 2014, el volcán dejó mostrar parte de su fuerza con tres días de erupciones impresionantes, que fueron observadas por muchas personas en el centro del país. Esta actividad continuó con altibajos hasta el 25 de marzo, cuando otra erupción provocó, por primera vez en 50 años, que los costarricenses tuvieran que barrer la ceniza volcánica, lavar los vehículos y oler a dióxido de azufre en San José. Su actividad parece no haber cesado aún. Y el 2016 ya fue recibido con tres erupciones pequeñas.
Las pérdidas: No se han cuantificado las pérdidas económicas a lo largo de seis años. El Sinac cerró el acceso al público al Parque Nacional Volcán Turrialba. El cierre al turismo se debió a que el camino de acceso a los cráteres estaba en pésimas condiciones y representaba un peligro en caso de evacuación.
A causa de la actividad eruptiva, el 30 de octubre del 2014, el Parque Nacional Volcán Irazú fue cerrado hasta el 3 de noviembre. Adicionalmente, en el Turrialba se visualizó la caída de rocas hasta a 800 m de distancia y la generación de nubes de cenizas muy peligrosas, por lo cual se restringió el acceso a los sectores de La Picada-la Silvia.
Cada vez que hay cierres preventivos para la población –curiosos incluidos– se moviliza gran cantidad de policías y funcionarios de diversas instituciones que conforman los Comités Municipales de Emergencias de Turrialba, Alvarado y Oreamuno.
En los alrededores del parque nacional (2 km de radio; 78% en manos privadas), todavía viven personas dedicadas a la ganadería de leche y la agricultura, actividades que se han visto afectadas por las cenizas y la lluvia ácida. No obstante, muchos de los ganaderos ubicados en el flanco suroccidental del volcán, abandonaron sus fincas y casas.
El 12 de marzo del 2015, una nueva erupción motivó el cierre del tráfico aéreo, lo cual afectó a unos 7.000 pasajeros al cancelarse 111 vuelos.
El tránsito aéreo se cerró cuatro ocasiones en el aeropuerto internacional Juan Santamaría y dos en el Tobías Bolaños. Al ser el turismo la principal fuente de ingreso del país, sin duda esta situación generó enorme preocupación en diferentes instancias.
Entre el 13 de marzo y el 19 de mayo del 2015, se cerraron 19 escuelas.
¿Qué se puede esperar? Pregunta sencilla, respuesta difícil. El volcán Turrialba está dentro del 15% de los volcanes cuya actividad se extiende por más de un año, dado que en la mayoría (75%) las erupciones no duran más allá de tres meses.
El Arenal, con sus 42 años de actividad continua (la última colada de lava fue en enero del 2011), estaba dentro del grupo exclusivo de volcanes alrededor del mundo (1%) con tanta persistencia eruptiva.
El pasado periodo eruptivo relevante del Turrialba (1864-1866), se extendió por 19 meses; empero, el Turrialba no volvió a los niveles normales precrisis hasta en 1881, unos 15 años después. En la actualidad, lleva más de 14 meses si tomamos la fecha del 30 de octubre del 2014.
Hasta el momento, los periodos eruptivos del Turrialba se han hecho más frecuentes, distanciados por lapsos de tranquilidad de unos tres meses.
No obstante, los datos geoquímicos, geofísicos y geodésicos de las entidades encargadas de la vigilancia volcánica (RSN, Ovsicori) indican que todavía el volcán posee material (magma) suficiente en sus entrañas para nuevas erupciones, quizá algo más grandes que las del 2014 y 2015. Por ello, un área de máximo peligro se ha establecido en un radio de 2 km y de peligro moderado a alto en 5 km, aunque ello no excluye que el riesgo se pueda extender a distancias mayores.
De continuar la actividad eruptiva, tendrá nuevas implicaciones para la salud, la economía y las poblaciones.
Una preocupación nace dado que la cordillera Volcánica Central es la huerta del país con cultivos de papa, brócoli, repollo, fresas, coliflor (95% de la coliflor proviene de Santa Rosa de Oreamuno), etcétera. De igual modo, allí se ubica la mayor producción nacional de ganado de leche; y trasladar el ganado a otras tierras no es sencillo, dado que no existen suficientes repastos con las mismas condiciones climáticas. Además, no todos los ganaderos tienen los medios para arrendar potreros o construir encierros que permitan estabularlo.
Las entidades gubernamentales y de vigilancia han tomado cartas en el asunto desde el inicio, aunque las emergencias volcánicas y el manejo de las poblaciones afectadas no es una tarea fácil, dados los largos periodos que implican y la inestabilidad en el comportamiento volcánico, tal y como se desprende de experiencias alrededor del planeta.
Es claro que la fuerza de la naturaleza indómita supera nuestras expectativas.
El autor es doctor en vulcanología, funcionario de la RSN (UCR-ICE) y colaborador de la CNE.