Conocer cómo funciona una empresa, cuáles serían sus responsabilidades en una compañía y de paso aplicar los conocimientos obtenidos durante sus años de formación en la carrera de Química, es la oportunidad que el curso de Procesos Industriales II, le ha dado a 15 estudiantes de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Guiados por los profesores Javier Quesada y Darío Chinchilla, los estudiantes convirtieron la clase en una empresa ficticia en la que se distribuyeron tareas como las de producción, calidad, mercadeo y talento humano.
La experiencia consiste en tres etapas, la primera de ellas fue crear un producto con todos los estándares de calidad que exige el mercado, para obtener donativos y fue así como los universitarios idearon un champú llamado Argamint, cuyos principales componentes son el argán y la menta.
Rónald Sánchez, quien ha trabajado en el departamento de mercadeo explicó que con el champú decidieron trabajar en la parte sensorial del consumidor, ofreciéndole un ingrediente mentolado.
“Hay un ingrediente que en la actualidad está muy popular en las soluciones cosmetológicas: el aceite de argán, (este lo conseguimos) con certificado orgánico, que se le pide directamente a los proveedores”, comentó Sánchez, quien además recalcó que decidieron no colocar, ni sodio ni parabenos.
Una vez con el producto confeccionado en sus manos, los muchachos lo ofrecieron a familiares y amigos a cambio de donativos (no se vendió, se pidieron donaciones), con el fin de obtener fondos para financiar la segunda etapa de esta iniciativa.
Con el dinero obtenido compraron materias primas, envases y etiquetas y procedieron a identificar una institución de bien social que pudiera verse beneficiada.
Fue así como seleccionaron el Hogar Montiel en Santa Ana. el cual atiende a niñas en riesgo social desde hace 28 años. Para esta entidad crearon jabón para manos y desinfectantes, de 150 kg cada uno y que serán donados al hogarcito.
“Acá está aplicado todo lo que sabemos de Química, orientado hacia el beneficio de alguien, un producto químico bien formulado y con estándares de calidad”, comentó Sánchez.
Trabajo en equipo
Para continuar con la dinámica de este ejercicio académico los estudiantes se distribuyeron tareas, entre ellas las de producción.
“Nosotros hacemos las pruebas en pequeño y las escalamos. Somos seis, no necesariamente necesitamos a todos trabajando al mismo tiempo, trabajamos por turnos y por necesidad”, explicó Viviana Pérez.
Además de mezclar los componentes químicos para darle vida al jabón y al desinfectante, se dedican al proceso de envasado.
Luego de aquí, el producto pasa a la sección de calidad, para asegurarse que el jabón y el desinfectante posean las características necesarias, tal y como si fueran a colocarse en el mercado. Posterior a eso, se dedican al etiquetado.
La mayoría de los muchachos rotaron de puesto, para poder así entender cuáles son todos los departamentos que están involucrados en el desarrollo de un producto. Arline Naranjo, fue una de las universitarias que tuvo esa experiencia, pues aunque en este momento del proceso está en la sección de producción, inicialmente estuvo en el área de mercadeo.
“Para nosotros fue un gran reto, porque teníamos que aprender, preguntar, estudiar y fue bastante difícil, porque fue un área en la que no tenía nada de conocimiento, me quedé con muchas cosas que quizá pueda aplicar en el futuro”, dijo Naranjo.
Por su parte, su compañero José Roberto Vega, aseguró que esta experiencia académica les ha exigido investigar mucho sobre los reglamentos existentes del Ministerio de Salud y también las normativas internacionales.
En el área de calidad, Freddy Gómez explicó que cuando los productos están terminados se les realizan análisis a estos y también a las materias primas adquiridas para fabricarlos, con el fin de constatar que efectivamente cumplan con los certificados de calidad.
A los productos se les hacen entre otras, pruebas de estabilidad y PH (acidez).
Tres generaciones
El profesor Javier Quesada destacó que esta es la tercera generación de muchachos que pasa por esta experiencia, aunque aseguró que este es apenas un cascarón al que “cada semestre hay que irle cambiando cosas, para hacerlo interesante para nosotros como profesores y también para que no sea como otros laboratorios que son las mismas prácticas todos los semestres”.
Además, aseguró que ha sido muy agradable ver cómo los muchachos se han comprometido con la idea de que el proyecto tenga tinte social, y que sea donado a personas que lo necesitan.
Quesada recordó que si bien los universitarios al inicio lucen un poco angustiados porque no saben en lo que se están metiendo, “como docente es satisfactorio cuando tienen las cosas hechas y no se dan por vencidos y realmente lo lograron”.
A las comunidades
El proyecto tiene un tercer componente, el cual traspasará las paredes del aula y viajará a Gandoca, Manzanillo.
Andrea Zúñiga, otra de las estudiantes explicó que en abril pasado viajaron a esta comunidad para identificar vecinos que quisieran aprender a desarrollar productos.
Inicialmente identificaron a 12 personas interesadas y van a enseñarles a fabricar un repelente y una crema de chocolate y avellana, aunque esta última aún no está 100% definida.
“Vamos a ir tres días a capacitarlos (a finales de junio) y les vamos a dar todo el panorama, desde cómo se conserva, y que se le debe agregar para eso, hasta hacer una especie de envase que lo puedan conservar y que puedan ellos obtener bienes a partir de eso”, aclaró.
Aranza Jiménez concluyó que la experiencia ha sido un reto, que los ha sacado de la zona de confort, pues durante la carrera la mayoría está relacionado con la academia, sin embargo, este proyecto los retó a trabajar como una empresa y así al graduarse tener idea de cómo caminan las cosas fuera de la universidad.