Las montañas de San Gerardo de Limoncito, en Coto Brus de Puntarenas, resguardan vestigios de la fauna que habitó la zona sur de Costa Rica hace por lo menos 6,7 millones de años.
Desde 2003, científicos del Departamento de Historia Natural del Museo Nacional han recolectado, clasificado e investigado fósiles correspondientes a 35 especies de peces, aves, mamíferos y reptiles.
Dientes y huesos quedaron atrapados durante millones de años en estratos de sedimento y hoy ‘hablan’ del pasado de Costa Rica como puente biológico entre Norteamérica y Suramérica.
Fragmentos óseos y piezas dentales de caballos, camélidos, perezosos gigantes, un armadillo, un mastodonte, un pelícano, cocodrilos, tortugas y delfines sorprendieron a los científicos al comprobar que ese encuentro entre especies ocurrió mucho antes de lo que se creía.
Hay que recordar que hace cientos de millones de años, la Tierra era un supercontinente que se fragmentó hasta alcanzar su formación actual.
“Hace unos 2,7 millones de años se produjo el Gran Intercambio Biótico Americano (GABI, por sus siglas en inglés), un acontecimiento durante el cual especies de América del Norte se desplazaron hacia América del Sur y viceversa. Esto fue posible gracias a la formación de istmo de Panamá, pues sirvió de puente terrestre para todas esas especies”, explicó el paleontólogo César Laurito, docente del Instituto Nacional de Aprendizaje e investigador asociado del Museo Nacional . Laurito y la geóloga Ana Lucía Valerio notaron que los fósiles en cuestión eran mucho más antiguos, por lo que ese intercambio fue anterior al GABI.
“Para nosotros fue como hallar la piedra Rosetta, pues es la primera y más antigua evidencia del arribo y encuentro de fauna de América del Sur con fauna de América del Norte en América Central”, afirmó el paleontólogo. Según sus cálculos, esta mezcla de especies tuvo lugar hace unos 6,7 millones de años, en la época denominada Mioceno Superior.
Esto quiere decir que el intercambio de especies tuvo lugar 4 millones antes de lo estimado.
Juntos y revueltos. Entre los visitantes del sur que dejaron su huella en Coto Brus destaca una nueva especie de armadillo gigante ( Scirrotherium antelucanus ) que medía cerca de 1,5 metros de largo. Se trata de un espécimen del orden xenarthra (el mismo que agrupa a los perezosos y a los osos hormigueros). “El género es Scirrotherium y el nombre que le dimos proviene del latín antelucanus que significa ‘madrugador’, o ‘anterior a la luz o al alba’, en referencia al hecho de que es uno de los xenartros más antiguos hallado en América Central y uno de los primeros mamíferos emigrantes de América del Sur en alcanzar el arco de islas Costa Rica-Panamá”, aclaró Laurito.
De esta nueva especie se conservan varios fragmentos de sus osteodermos o placas que conforman su “armadura”.
Del sur también llegó un perezoso gigante de unos dos metros de altura. De él se conservan varios dientes.Mientras tanto, los visitantes de América del Norte están representadas por tres especies de caballos: dos con tres dedos y una con un dedo. De una de ellas, llamada Calippus hondurensis, se conserva una mandíbula bastante entera. “Es una especie muy antigua que fue descrita en Honduras en los años 30. Tenía tres dedos y el tamaño de un venado cola blanca. Se alimentaba de hojas”, detalló Valerio.
El otro caballo de tres dedos es el Protohippus . Sobre la mesa de exhibición también sobresale la pata del que fuera un Dinohippus mexicanus , un caballo de un dedo, del tamaño de una cebra, antecesor de los actuales. “Los caballos se originan en América del Norte hace unos 50 millones de años”, agregó Valerio.
Otros “norteños” que hicieron maletas hacia Centroamérica, hace 7 millones de años, fueron camélidos, familia que agrupa a las llamas, vicuñas, alpacas y guanacos, hoy muy comunes en países andinos como Perú.
Los científicos conservan una mandíbula de Hemiauchenia vera , una especie de camélido muy similar a la llama actual.
La lista de los mamíferos del norte también incluye al chancho de monte o Tayassuidae y a un mastodonte ( Gomphoterium hondurensis ) de cuatro defensas (colmillos), cuyo gigantesco cráneo muestra un buen estado de conservación.
El intercambio biológico también trajo de Norteamérica reptiles como una tortuga de caparazón blando (apalones) y un Gavialosuchus americanus , un cocodrilo de hocico delgado que se alimentaba de peces. Otro hallazgo interesante fue un fragmento de la ulna de una ala de un Pelagornithidae , una ave marina gigante similar a un pelícano.
En la anatomía humana, la ulna es el equivalente al cúbito, uno de los huesos del antebrazo.