Alimentar a los cocodrilos (Crocodylus acutus), practicar deportes acuáticos cerca de los esteros y de la boca de ríos y hacer caso omiso de los avisos que anuncian la presencia de reptiles en la zona, son algunas de las conductas humanas que aumentan el riesgo de ataque.
La semana anterior, un estadounidense fue mordido por un cocodrilo en playa Tamarindo, Guanacaste, mientras estaba practicando surf. Como consecuencia del incidente, parte de la pierna derecha del hombre debió ser amputada por los médicos.
El suceso reactivó la discusión sobre el peligro que representa la cercanía de estos reptiles con las personas. En redes sociales, las opiniones se centraron en asegurar que existe una sobrepoblación de esta especie o bien, que deberían ser aniquilados.
Sin embargo, la bióloga Laura Porras, experta en Manejo y Conservación de Vida Silvestre de la Universidad Nacional (UNA), explicó que las acciones humanas son en parte responsables de que el comportamiento de las especies silvestres se vea alterado.
“El problema de darle comida a cualquier animal silvestre es que se habitúa. Así le pierden el miedo natural al hombre. Eso aumenta el riesgo de ataques (...). En Costa Rica, la gente alimenta a los cocodrilos intencionalmente”, manifestó la especialista.
Con esa visión coincide Juan Carlos Cerdas, vicepresidente de la Asociación de Desarrollo de Tamarindo, quien señaló que esto se hace por dos motivos: para que el animal se acerque y sea un atractivo turístico o, cuando las embarcaciones limpian el pescado y lanzan las vísceras al mar.
Porras afirmó que el proceso se puede revertir si se logra que la gente deje de darle comida a estos animales silvestres.
Recuperación. La científica desmintió que en el país exista una sobrepoblación de cocodrilos, como algunos han señalado. Más bien, asegura que la especie se encuentra en recuperación.
En los años setenta, la cacería disminuyó significativamente la cantidad de cocodrilos en el mundo. Debido a esto y a la importancia de estos reptiles en los ecosistemas, el país decidió protegerlos.
“Ahora lo que tenemos es una población en recuperación o ya recuperada”.
Las poblaciones de cocodrilos se autoregulan, por lo que si ya hubiesen alcanzado su capacidad de carga máxima (cantidad de individuos que tolera el ambiente donde se ubica una determinada especie), se daría competencia y depredación entre ellos y morirían los más débiles. Esto es algo que aún no se ha observado, según Porras.
En el mar. Otra de las imprudencias que las personas cometen a menudo, es la de hacer caso omiso a las advertencias que indican la presencia de cocodrilos.
“Es común verlos en bocas de esteros y ríos. Los surfistas lo saben (...). Las mejores olas se suelen dar cerca de estas zonas, entonces algunos se arriesgan y se acercan más. Eso es ya responsabilidad de la persona”, dijo la experta de la UNA.
La experiencia del salvavidas Jonathan Thompson, en playa Tamarindo, lo confirma. Cuenta que algunos surfistas insisten en practicar ese deporte cerca de los sitios donde es probable que aparezcan los cocodrilos.
“Nosotros no podemos negarle el paso a nadie. Les decimos: ‘ha pasado esto’ (el ataque a un surfista), por seguridad pasen en bote y no nadando con la tabla (de surf). Ellos dicen: ‘pero ya hemos pasado por ahí mil veces’”, aseguró Thompson.
Tras los ataques incluso ha surgido el temor de nadar en el mar. Sin embargo, ese no es el ambiente de los cocodrilos: “no dominan ese hábitat, lo que ellos hacen siempre es defenderse. Los ataques a surfistas son mordiscos de defensa”, comentó Porras.
Estos reptiles usan el mar para salir de un río o estero y moverse a otro, o para salir a alimentarse. “No es lo común verlos todo el tiempo en las playas”, dijo.
Para la experta, realizar un eventual control de la especie podría ponerla en peligro de extinción, pues en el país existen tres machos por cada hembra. Además, si se liberara espacio, los cocodrilos podrían reproducirse más rápido, para reponer a los individuos que se perdieron.
Por otro lado, reubicarlos puede resultar ineficiente, pues se ha demostrado que estos animales, sobre todo aquellos que ya alcanzaron la edad adulta, son capaces de regresar a su hogar. Este es un instinto que poseen, llamado homing, destacó Porras.
Controladores del ecosistema
En el mundo existen 24 especies de cocodrilos.
Antes de los años setenta, casi todas ellas se vieron en peligro de extinción debido a la cacería que pretendía aprovechar su piel y carne, por lo que tanto el país, como otras naciones del mundo decidieron protegerlos.
Estos reptiles, que habitan entre los cero y los 600 metros sobre el nivel del mar, mantienen equilibrados los ecosistemas en los que habitan, según explicó la bióloga Laura Porras.
¿Cómo lo hacen? Ayudan a controlar las especies de peces.
Mientras que, en áreas como Guanacaste, que tienen épocas secas más marcadas, mantienen la humedad del suelo y controlan a las poblaciones de artrópodos, insectos y microorganismos.
Esto podrían parecer sin importancia. Sin embargo, Porras aseguró que son ellos los encargados de mantener los suelos debido a que pasan haciendo cuevas y removiendo el terreno, con lo que logran mantener la humedad del mismo y contribuyen con el reciclaje de nutrientes. Si se les sustrae de un ecosistema, especies que están por debajo de ellos en la cadena alimenticia podrían presentar problemas.