Los grupos indígenas que habitaron en la zona de Guayabo entre los años 900 d. C. y el 1.100 d. C. comían pescado a pesar de que la costa más cercana –en el Caribe– se encuentra a 54 kilómetros de distancia en línea recta.
A esta conclusión llegó un equipo de arqueólogos de la Universidad de Costa Rica (UCR), encabezado por Gerardo Alarcón, después de analizar un conjunto de restos óseos que se encontraban en un fogón descubierto al lado del montículo central de este monumento precolombino ubicado en Turrialba.
El hallazgo del fogón, una estructura compuesta por piedras alineadas en forma circular, se dio durante las excavaciones realizadas entre enero y febrero de este año. En esa temporada también encontraron una serie de terrazas construidas para dar estabilidad al terreno y controlar el flujo de agua subterránea. Tras siete meses de análisis, el grupo de expertos pudo confirmar varias de sus hipótesis.
“Se envió una muestra de madera carbonizada al laboratorio Beta Analytic para realizarle una prueba de carbono y nitrógeno 14. Los resultados de la datación corroboraron que el periodo de mayor intensidad tanto en la cantidad de construcciones como en actividad humana en el sitio ocurrió entre el año 900 y el 1.100 d. C.”, declaró Alarcón.
De acuerdo con el arqueólogo, sin bien ese período representa el mayor auge de este asentamiento indígena no se descarta alguna ocupación anterior o posterior a esa fecha. “Hemos encontrado los restos de una tumba que data de 600 d. C. y un artefacto bastante tardío de 1.380 d. C.”, señaló.
Un bocado del pasado. El fogón estaba a 40 centímetros bajo la superficie y mide metro y medio de diámetro. Ahí se encontraron los fragmentos de huesos y 3.231 trozos de artefactos de cerámica.
“Debido a las condiciones de acidez del suelo, la materia orgánica no se conserva a menos que esté carbonizada. Los restos de hollín en los huesos y en las piezas de cerámica son indicios de exposición al fuego, producto de la actividad culinaria”, destacó el experto.
Y después de analizar los restos óseos los arqueólogos concluyeron que los antiguos pobladores de Guayabo consumían aves, mamíferos, reptiles y peces de agua dulce y salada como parte de su dieta.
Debido a que la mayoría de las porciones de hueso son muy pequeñas o están deterioradas, el único animal que se pudo identificar claramente fue el róbalo, un pez de agua salada. “Esto nos comprueba que desde una altura de 1.100 metros sobre el nivel del mar, en las faldas del volcán Turrialba, hubo personas que se desplazaron grandes distancias hasta llegar a la llanuras del Caribe, cerca de la costa, para pescar”, observó el especialista.
El hecho de que el fogón se encontrara a unos 40 centímetros bajo la base de las construcciones del conjunto principal y que además tuviera altas concentraciones de carbono, hace suponer a Alarcón que esa estructura tenía un uso selecto y esporádico. “Probablemente era para preparar alimentos en ceremonias especiales y en donde había grandes concentraciones de población. No era el fogón de uso común”, declaró.
Los investigadores también localizaron una especie de basurero precolombino con varios fragmentos que corresponden a tiestos. Estudios recientes desarrollados por el arqueólogo Ricardo Vázquez, del Museo Nacional, revelaron la existencia de otro gran centro político y social precolombino con un nivel de desarrollo similar al de Guayabo: el sitio Las Mercedes en Guácimo de Limón.
“La distancia entre Guayabo y Las Mercedes es de 25 kilómetros. A partir de cálculos de antropología biológica se logró determinar que en esa distancia había una jornada completa de desplazamiento. Queda por investigar si existía relación entre ambas aldeas y cómo era”, dijo Alarcón.