Investigadores del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), en conjunto con la Universidad de Purdue (Indiana, EE. UU.), han diseñado un pupitre escolar que se acomoda a las necesidades de los estudiantes costarricenses y cuya sencilla producción podría solventar la faltante del mobiliario escolar en el país, que es de unos 13.000 pupitres por año.
El ingenioso y simple diseño dota al pupitre con gran resistencia, capaz de soportar los maltratos del clima, del uso y de los alumnos.
Está hecho con maderas nacionales cultivadas (melina y teca) y su costo de producción es lo suficientemente bajo y sencillo para que sea competitivo en el mercado nacional e internacional.
El pupitre, que sigue la línea tradicional que siempre se ha visto en las escuelas costarricenses, es más que una mesa y una silla: ha sido diseñado para acomodar mejor a los estudiantes.
Siguiendo la media del tamaño de los niños de nuestro país, el mueble tiene una forma que permite a los alumnos tener una postura cómoda para el estudio; es decir, son ergonómicos.
Y, dada la diferencia de tamaños entre los niños en los primeros grados de la escuela y aquellos que ya están por concluir los estudios primarios, los investigadores han diseñado dos tamaños de mueble: uno para los niños de primero, segundo y tercer grados; el otro es para los más mayorcitos.
En el proyecto de “Mobiliario escolar para niños en países en desarrollo”, de la Vicerrectoría de Investigación y Extensión del ITCR, han participado investigadores de tres escuelas –Ingeniería en Construcción, Producción Industrial e Ingeniería Forestal–, además de científicos de la Escuela Forestal de Purdue.
Tras más de cuatro años de trabajo, el plan ya está en una etapa la que se espera poder transferir la tecnología a nivel nacional y ponerla en acción. Después, piensan llevarla a otros países.
Mejoras necesarias
La meta de estos investigadores era diseñar muebles escolares que fueran resistentes, duraderos, que utilizaran materiales disponibles en el país y que para su producción se requiriera de baja tecnología.
El primer paso para lograr esto fue estudiar la situación actual de los pupitres escolares. El diagnóstico estuvo a cargo de Aldo Ramírez, Rafael Serrano y Carmen Madriz.
Tal como explicó el ingeniero forestal Rafael Serrano, tras evaluar los muebles que usan los niños costarricenses pudieron determinar que tiene una muy baja durabilidad, de solamente unos dos años.
“Las uniones de caja y espiga que utilizan no funcionan desde un punto de vista estructural. También hay un abuso del mobiliario por parte del estudiante y las maderas no están bien tratadas”, puntualizó.
El pupitre que el ITCR ha diseñado supera esos problemas al implementar principios físico-químicos de la misma madera, que se contrae en ambientes secos y se expande cuando hay mucha humedad.
Con herramientas muy sencillas se crea entre las piezas de los muebles una unión de espiga integral, que funciona como un rompecabezas: una pieza entra en la otra por exactitud de su tamaño.
Serrano explicó que las maderas, durante la producción, son sometidas a diferentes grados de humedad, lo que hace que una piezas estén más expandidas y otras más contraídas. Luego, en un ambiente normal, ambas maderas llegan a un equilibrio y el mueble queda unido.
“En teoría no hay necesidad de aditivo, pero se lo aplicamos, por seguridad”, agregó.
En el proceso de crear este pupitre se pasó por tres diseños diferentes, todos sometidos a pruebas de resistencia, hasta alcanzar el pupitre ideal. Una vez logrado, se construyeron 70 pupitres modelos para ser evaluados. Estos fueron distribuidos en centros educativos de atención prioritaria en San José, Cartago, Puntarenas y Limón.
Listo para la producción
Ya listo y evaluado el diseño del mueble, era necesario diseñar un proceso de producción que requiriera la menor inversión posible y que pudiera ser operado por personas de baja escolaridad.
Esa fue la tarea que desarrolló el ingeniero en producción industrial Henry Quesada, mientras cursaba su doctorado en Purdue. Junto con Eva Haviarova y Rado Gazo diseñó el taller de producción de los pupitres y lo puso a trabajar en el verano del 2001 en Costa Rica.
Después de finalizar la prueba de manufactura determinaron que el taller podía ser construido y dotado con las herramientas necesarias con una inversión de $11.426 (cerca de ¢5 millones), que podría ser recuperada tras 18 meses de operación.
Con la mano de obra de seis personas, el taller puede producir 50 juegos de pupitre y silla por semana y aproximadamente 2.259 juegos por año.
El costo de cada juego de pupitres es de $23,45 (unos ¢10.500), menor a los $30 (¢13.500) que cuestan los juegos que se importan de Chile, señaló un estudio desarrollado por Eva Haviarova.
Así, este pupitre que cumple con las necesidades de los estudiantes costarricenses ya está listo para producirse en masa. Para Quesada, lo ideal sería que varios talleres se pusieran a funcionar como pequeñas empresas para personas de bajos recursos.