Keidel Padilla, de 16 años, estaba tan emocionada con los resultados de su experimento que buscó su celular apresuradamente para tomar una fotografía de una gota de agua suspendida sobre una pequeña roca. “Lo que hicimos fue rociar con un spray la superficie de esta piedra y la dejamos secar al sol. Luego, con un gotero agregamos agua a la piedra y vimos cómo las gotas se quedaron ahí porque no se absorbieron. Fue super interesante”, narró.
Keidel fue parte de un grupo de 22 estudiantes de undécimo año del Liceo San Gabriel de Aserrí, quienes el pasado 26 de julio recibieron una clase teórica y práctica con la “nanoprofesora” Andrea Rivera.
Ella es ingeniera química del Laboratorio Nacional de Nanotecnología (Lanotec), del Centro Nacional de Alta Tecnología (Cenat-Conare), y tiene a cargo el programa “nanoprofesor” de divulgación científica en centros educativos de secundaria.
Armada con un kit de nanotecnología (frascos con compuestos químicos, especialmente), Rivera visita colegios en todo el territorio nacional para llevar la ciencia a las aulas de una manera entretenida.
Desde el 2013 hasta la fecha esta iniciativa ha alcanzado a cerca de 800 estudiantes de 70 colegios en todo el país, la mayoría de ellos en zonas rurales.
“El objetivo es fomentar en los muchachos la curiosidad científica y estimular su capacidad de asombro. La idea es que ellos vayan perdiendo el miedo, mucha veces infundado, sobre lo complicado que es la ciencia y que ellos mismos puedan comprobar que es entretenida”, explicó.
Jornada de prueba y error. La mañana de ese martes, la nanoprofesora intentó romper el hielo con la proyección de un video en el que aparecían varios “rockstars” de la ciencia. “¿Conocen a alguno de esos científicos que aparecen en el video?”, preguntó Rivera.
“¡Sí, a Stephen Hawking!”, se oyó desde atrás. “¡Yo he visto al chino, pero no sé como se llama”, exclamó un muchacho.
“Bueno, para empezar no es chino (es estadounidense de ascendencia japonesa) y se llama Michio Kaku. Él es uno de los defensores de la teoría de cuerdas, la misma que estudia Sheldon Cooper (personaje) en la serie Big Bang Theory, que seguro ustedes habrán visto”, aclaró Rivera.
En realidad, la sesión teórica –que se extendió por unos 30 minutos– no logró entusiasmar mucho a los estudiantes. Si bien ellos tenían la atención fija en la expositora y no en sus teléfonos celulares, la interacción durante la charla fue mínima.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando Rivera anunció que seguía “la parte bonita”, en referencia al contenido práctico.
Organizados en cinco grupos de cuatro personas, los jóvenes unieron habilidades para seguir los experimentos paso a paso.
Un poco desorientados al principio, los estudiantes se aglomeraron alrededor del escritorio donde estaban los materiales y los implementos del kit.
Los más ‘pellizcados’ salieron a buscar otros componentes que debían hallar en su entorno, como rocas y trozos de madera.
“Esta piedra no funciona porque no es suficientemente porosa y además tiene mucha tierra”, le advirtió la nanoprofesora a una joven. Ella arrugó la cara, pero inmediatamente se devolvió al jardín para traer otra roca.
Melania Alpízar y su equipo realizaron dos experimentos: producción de nanopartículas de oro y elaboración de superficies hidrofóbicas (repelentes al agua) en textiles.
“En el primero duramos como 20 minutos, pero sí lo logramos completar. El otro no nos salió y nos ofuscamos un poco, pero en general fue una experiencia divertida y curiosa a la vez”, expresó la colegiala.
Por su parte, Luis Enrique Padilla aprendió que la prisa no es buena consejera. “Hicimos el experimento de las nanopartículas de oro dos veces porque la primera no resultó. Pero después seguimos los pasos con más calma y creo que nos fue bien porque es algo a lo que uno no está acostumbrado. Si esto se hiciera en cantidades industriales, se podría fabricar oro de forma sintética”, comentó e l chico, quien muestra interés en la física aplicada y en la mecatrónica.